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Las mujeres en la economía

Janet Yellen, ¿un caso aislado?

21 octubre de 2013

(Columna de Silvana Melitsko, economista de la Fundación Pensar)

Tras el nombramiento de Janet Yellen, por primera vez en cien años de historia la Reserva Federal de Estados Unidos será dirigida por una mujer. El carácter inédito del hecho lleva a reflexionar sobre la ausencia de economistas mujeres en posiciones de liderazgo tanto en el ámbito académico como de la función pública. A modo de ejemplo, en el Departamento de Economía de la Universidad de Harvard hay cuatro mujeres en un cuerpo docente conformado por cincuenta y cuatro profesores.

En la Argentina la página de Internet del Departamento de Economía de la Universidad Torcuato Di Tella incluye en su lista los nombres de cuatro mujeres sobre un total de veintisiete profesores de economía (contabilizando profesores de tiempo completo, parcial y visitantes). Muchos de los factores subyacentes a la escasa presencia femenina en posiciones de alto rango vinculadas a la economía podrían ser similares a los que explican la subrepresentación del género en las ciencias duras.

A principios de 2005 el economista Lawrence Summers, entonces presidente de la Universidad de Harvard y, curiosamente, uno de los contendientes de Yellen en su carrera por el liderazgo de la Fed, afirmó que la prevalencia masculina en las ciencias obedecía a la menor disposición de las mujeres a afrontar jornadas de trabajo extendidas, y en menor medida, a diferencias innatas entre géneros. Summers hizo mención a la evidencia empírica que sugiere mayor dispersión de aptitudes entre los hombres que entre las mujeres, lo cual en ausencia de diferencias significativas en la media tendría por correlato una mayor proporción de hombres en percentiles superiores e inferiores de la distribución, siendo aquellos ubicados en el extremo superior quienes típicamente llevan adelante carreras académicas exitosas.

La afirmación de Summers causó tanto revuelo que precipitó su posterior renuncia. Tal vez lo que mayor indignación provocó entre las (y los) feministas más recalcitrantes fue la hipótesis según la cual las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres no se explican en su totalidad por condicionantes sociales sino que responden en alguna medida a factores biológicos innatos.

La teoría

¿Qué dice la comunidad científica acerca de las afirmaciones de Summers? Las opiniones son variadas y abundan las controversias.

Una de las contribuciones más originales al debate es la Teoría de la Sistematización y Empatía desarrollada por el psicólogo de la Universidad de Cambridge Simon Baron-Cohen. Baron-Cohen es uno de los máximos referentes mundiales en materia de autismo. A grandes rasgos, la teoría propone un esquema de clasificación de individuos basado en dos dimensiones: capacidad de empatía y de sistematización. Se entiende por empatía la capacidad de percibir e identificarse con los sentimientos de otras personas, y de brindar respuestas emocionales adecuadas. La sistematización se define como un mecanismo que induce al cerebro a construir sistemas basados en relaciones “insumo-producto” a partir de información externa. Cada individuo puede ser rankeado en ambas dimensiones mediante pruebas y cuestionarios. El foco de interés de la teoría está en la diferencia entre el ránking que ocupa cada individuo en las dos dimensiones. Así, los individuos “balanceados” son aquellos que tienen niveles similares de sistematización y empatía, mientras que los “sistematizadores” y “empatizadores” se caracterizan por tener alta capacidad de sistematización pero baja de empatía o viceversa. La investigación encuentra un desplazamiento de la distribución empírica de la población femenina respecto de la masculina hacia la derecha en el coeficiente de empatía, y un desplazamiento hacia la izquierda en el coeficiente de sistematización (ver Gráfico).

Esto es, existiría una mayor proporción de mujeres que de hombres con capacidades elevadas de empatía, y una menor proporción con capacidades elevadas de sistematización. Por supuesto que al ser la variabilidad “intragénero” mucho mayor que la variabilidad “entre géneros”, esta asimetría no descarta la existencia de una enorme cantidad de mujeres que “sistematizan” mejor que muchos hombres, ni de hombres que “empatizan” mejor que muchas mujeres. La conexión de esta teoría con los desórdenes de autismo se basa en que la incidencia de la enfermedad se concentra en individuos que combinan coeficientes extremadamente altos de sistematización y extremadamente bajos de empatía.

Dada la asimetría observada entre géneros, se asocia la mente autista con un cerebro “extremadamente masculino”, hipótesis consistente con la prevalencia de este género entre quienes padecen la enfermedad.

El balance

El estudio de la economía se ha orientado, cada vez en mayor medida durante el transcurso de las últimas décadas, hacia la sistematización, y ha ignorado casi por completo todas aquellas dimensiones relacionados con actitudes, emociones y comportamientos individuales complejos e idiosincrásicos. No cabe duda que esta abstracción ha sido positiva para el avance de la teoría, pero carecer de aptitudes relacionadas con la empatía puede ser un escollo importante a la hora de diseñar e implementar con éxito políticas públicas cuya efectividad depende, en última instancia, del accionar de individuos que se mueven motivados por un complejo entramado de anhelos, capacidades, y frustraciones.

La enseñanza y el ejercicio de la profesión tal como se los conoce actualmente resulta particularmente atractivo para individuos con alta capacidad de sistematización pero escasa o nula empatía, y ese puede ser un factor de disuasión importante para quienes sienten interés e inclinación natural por la identificación y el estudio de las emociones y sentimientos propios o ajenos.

Si se trata de garantizar la equidad e igualdad de oportunidades entre géneros, una estrategia más fructífera que el rechazo de teorías que postulan la existencia de condicionantes biológicos y modelos cognitivos diferentes consiste en promover la valorización social de aquellas capacidades y disciplinas para las cuales las mujeres cuentan con mayores aptitudes e inclinaciones.

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