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Las externalidades

Un teorema cierto pero no obvio

25 octubre de 2013

(Columna de Pablo Bolino, economista de la UNLP, master en Finanzas de la UCEMA, consultor en temas de economía y financiamiento para PYMES y docente)

Hace algunas semanas leí que falleció uno de los más grandes economistas del siglo pasado: el profesor de la Universidad de Chicago, Ronald Coase. Históricamente, los economistas han argumentado que los mercados tienen problemas a la hora de suministrar bienes que conllevan externalidades: a veces el proceso de producción o de consumo de determinados bienes perjudica a terceras personas. Los economistas llamamos a estos perjuicios externalidades negativas.

El artículo de Ronald Coase, publicado en 1960, le acabó otorgando el premio Nobel de Economía en 1991. El teorema de Coase dice que la intervención del Estado para corregir externalidades no es necesaria porque, si se las leyes de propiedad están claras y el costo de firmar un contrato libre entre las partes es bajo o nulo, las partes acabarán llegando a un acuerdo privado que sea socialmente beneficioso.

El ejemplo del avión

Uno de los ejemplos más claros de externalidad es el asiento de un avión: cuando el viajero que viaja delante decide reclinar su asiento, aumenta su propio bienestar sin tener en cuenta que, al hacerlo, perjudica al viajero que está detrás suyo. La solución tradicional al problema de las externalidades es la intervención del Estado a través de regulaciones, prohibiciones o impuestos correctores. En el caso del avión, el gobierno podría introducir una legislación que prohibiera a las compañías aéreas hacer asientos reclinables. Así no habría externalidad.

El problema es que eso no sería bueno si el placer que reclinar el asiento le genera al viajero que va aelante (llamémosle viajero D) es superior al perjuicio que le causa al que va atrás (llamémosle A). En este caso es óptimo que se permita que D recline su asiento. La intervención del Estado podría consistir en hacer un estudio previo que estimara si el placer de reclinar para los pasajeros que van delante es superior al sufrimiento de los pasajeros que van atrás. Si el placer de D es superior al costo de A, se permite reclinar y, en caso contrario, se prohíbe. Las leyes actuales dicen que uno puede reclinar su asiento si así lo desea (es decir, D tiene el derecho de propiedad sobre el espacio que ocupa su asiento y, por lo tanto, hace lo que quiere con él aunque eso moleste a A).

Para corregir la externalidad lo único que hay que hacer, según Coase, es dejar que las partes negocien y lleguen a un acuerdo. Supongamos que la satisfacción por reclinar el asiento para D es de 240 pesos mientras el sufrimiento para A es de 200 pesos. Socialmente es bueno que D pueda reclinar ya que lo que él disfruta reclinando es superior a lo que A sufre. Como la ley dice que D puede reclinar si quiere, simplemente reclina y se consigue lo socialmente deseable.

Si, por el contrario, el placer para D es de 200 y el sufrimiento para A es de 240, lo socialmente óptimo sería que D no reclinara porque lo que él gana es inferior a lo que A sufre. Pero la ley dice que él puede reclinar si lo desea. En este caso A podría ofrecerle 210 pesos a D a cambio de que no reclinara. Notemos que D saldría ganando: 210 pesos es superior al placer que le proporciona reclinar a D, que es 200, por lo que aceptaría encantado. Y 210 pesos es menos de lo que le costaría a A sufrir con el asiento reclinado por lo que seguro que estaría contento de ofrecer 210 a cambio de que D no reclinara. Ambas partes, pues, llegarán a un acuerdo y se alcanzará el óptimo social.

El sorprendente resultado del “Teorema de Coase” depende de que a las partes les sea fácil firmar un contrato (utilizando la jerga económica: los costos de transacción deben ser pequeños). En el caso del avión, parecería que el costo de ponerse de acuerdo es relativamente pequeño. En el caso de otras externalidades, los contratos son más difíciles de firmar. Por ejemplo, una empresa de papel que contamina a varias ciudades. Si los perjudicados son miles de personas y cada una de ellas sale perjudicada en una pequeña cantidad, el costo para la empresa contaminante de firmar un contrato con cada uno de los miles de perjudicados puede hacer que la solución socialmente deseable no se alcance.

Claro que, en este caso, lo que el teorema de Coase sugiere es que si las partes no son capaces de llegar a un acuerdo porque existen costos altos de transacción, significa que la externalidad es menos grande que los costes de transacción Sr.Coase, muchas gracias por su aporte y le recuerdo que siempre llevo dinero en efectivo conmigo cuando viajo en avión.

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