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¿Cómo superar la restricción externa?

Propuestas para el corto plazo

08 octubre de 2013

(Columna de Pablo Tonelli y Jaime Saiegh, economistas y docentes del posgrado de Finanzas

Públicas de la Universidad Nacional de La Matanza)

Hacia la década del '70, Marcelo Diamand, demostró que la principal restricción al crecimiento económico argentino era ?y, aún es?- la insuficiencia de divisas. A este concepto lo llamó “restricción externa”. En este sentido señaló que, a medida que la economía crece, las importaciones lo hacen más que proporcionalmente. Finalmente, las divisas se agotan y sobreviene la “necesidad” de una devaluación de la moneda nacional. El proceso comienza, primero, con un fuerte aumento de precios de los bienes transables, originados en la devaluación y, luego, viene un proceso recesivo. Este es el que logra, finalmente, ajustar al sector externo por la vía de una fuerte caída en las importaciones.

La última y más “exitosa” devaluación en la Argentina fue la de 2002. El tipo de cambio se incrementó de $ 1 a $3,5 pero el pasaje a precios, ese mismo año fue del 60%. Claro está es que, para lograrlo, la tasa de desempleo fue la más alta de la historia argentina. Ese año la oferta de divisas casi triplicó la demanda. Hasta 2010 parecía que la restricción externa había sido cosa del pasado. Desde 2011 en adelante volvió al escenario y, hoy por hoy, es el tema crucial a resolver. En efecto, de haber logrado un máximo de US$ 52.000 millones de reservas, la proyección de las mismas para fines de este año indican que serán de sólo US$ 34.000 millones.

Lo grave es que, el escenario inercial, aun el optimista, indicarían una pérdida anual proyectada de US$ 8.000 millones. Tendencia claramente insostenible en el tiempo. Es obvio que casi todos los economistas estamos de acuerdo en que “algo hay que hacer” aunque, como siempre, no estamos de acuerdo en qué.

Así, algunos, los ortodoxos, los neoliberales, proponen simplemente devaluar puntualmente la moneda. Una devaluación tradicional implica un salto en el precio del tipo de cambio (por ejemplo de 40%) de un día para el otro. Aun suponiendo su viabilidad “política”, queda la duda de si puede convertirse en “exitosa” en este contexto macroeconómico. Es decir, si es posible que los precios de los bienes transables aumenten más rápido que los salarios nominales de manera significativa. Nosotros creemos que no. Básicamente porque supone que los sindicatos, en un contexto de alto nivel de empleo, van a aceptar pasivamente no recuperar salarios nominales por la vía de negociaciones paritarias. La experiencia argentina indica, reiteramos, que bajar salarios en dólares sólo es posible mediante una larga y profunda recesión. Así, un shock devaluatorio posiblemente redunde en una espiralización de la tasa de inflación. Incluso si ésta viene asociada a una restricción monetaria y fiscal. La experiencia argentina es elocuente al respecto. Desde esta perspectiva sería conveniente entender más acabadamente cuál es el problema “cambiario” argentino de corto plazo.

En tal sentido cabe señalar que, a pesar del alto nivel del PIB e importaciones e, incluso del déficit de la cuenta energía, la balanza externa de bienes continúa, aún, siendo superavitaria. Incluso permite, holgadamente, proveer las divisas para que el sector público cancele la totalidad de sus obligaciones externas anuales. Si esto es así, la pérdida de divisas habría que buscarla por otros conceptos.

Los motivos

La pérdida de reservas está vinculada principalmente a tres conceptos:

El gasto de turismo en el exterior que, de un pequeño superávit histórico, pasó a una proyección para este año de un déficit de más de US$ 7.000/8.000 millones.

A su vez el stock de deuda financiera privada tiende a caer producto de cancelaciones netas. Es decir, el sector privado no sólo no toma nueva deuda en el exterior sino que demanda dólares para cancelar sus obligaciones.

Finalmente, las empresas están reduciendo el plazo de pago de las importaciones o, lo que es lo mismo, cancelando deuda comercial externa. Estos “desequilibrios” probablemente tienen que ver con la percepción de cierto retraso cambiario, lo que genera expectativas de devaluación, la existencia de tasas de interés demasiado negativas y, fundamentalmente, con la falta de acceso del estado nacional al mercado voluntario de crédito que permita obtener divisas para sustentar los objetivos de la política económica independientemente de los dólares comerciales.

Dicho de otro modo, se trata de tener presente dos cuestiones centrales para el funcionamiento de la economía argentina. En primer lugar, es una economía dolarizada y, por ende, sin ilusión monetaria. En este sentido, tasas de interés en pesos negativas son viables, transitoriamente, como mecanismo de estimulación de la demanda. No obstante, no se puede perder de vista que, dichas tasas, impulsan a su vez la demanda de dólares para atesoramiento. Dado el control de cambios impuesto en 2011, la demanda de dólares se filtra hacia otras formas “legales” (contado con liqui).

En resumen: en la actual coyuntura los agentes económicos demandan dólares para cancelar deuda financiera, achicar deuda comercial y viajar al exterior. En segundo lugar, en condiciones “crediticias” normales, el Estado Nacional colocaría deuda en el mercado internacional a los efectos de cancelar sus vencimientos corrientes.

El hecho de estar marginado de los mercados tiene un doble efecto. En primer lugar, presiona sobre las reservas por los pagos corrientes que no se pueden refinanciar y, en segundo lugar, genera mayores expectativas devaluacionistas sobre el sector privado que, naturalmente, hace lo mismo. Todo indica que el Gobierno Nacional ha tomado, por lo menos parcialmente, nota de los hechos mencionados. Así en los últimos meses ha acelerado el ritmo mensual de devaluación. El propósito es claro. Reducir progresivamente el retraso cambiario. Del mismo modo es posible suponer que, luego de las elecciones, haga ajustes en su política monetaria y fiscal con el propósito de ajustar la tasa de interés en pesos a valores más compatibles con la tasa de inflación esperada como con la devaluación proyectada.

No obstante, estas políticas no pueden per se resolver la pérdida de reservas proyectadas en un plazo relativamente breve El endeudamiento externo, en lo inmediato, no está disponible. Poco importa si es por decisión política o por imposibilidad fáctica. Cabe recordar que los fondos buitre tienen un título ejecutivo contra cualquier activo comercial del Estado Nacional. Así, la emisión de deuda no es posible hasta tanto este tema no se resuelva.

La propuesta

Se trata entonces en definir un conjunto de políticas transitorias hasta tanto se logre por lo menos uno de los siguientes objetivos: I) recuperar el acceso al mercado voluntario de la deuda en el exterior o II) que el ajuste cambiario y monetario impacten sobre los flujos de divisas. Transitoriamente se debería operar sobre los tres conceptos mencionados más arriba. En primer lugar, se debería crear un mercado de cambios financiero, a los actuales valores de “contado con liqui” y con intervención reguladora del BCRA, con el propósito de aplicar a las siguientes operaciones cambiarias:

Gastos de turismo en el exterior de residentes argentinos y de los no residentes en el país.

Liquidación de pagos de deuda financiera externa como la liquidación de nuevos préstamos tomados desde el exterior por empresas y provincias.

Habilitar la venta exclusivamente, en este mercado, de divisas atesoradas por residentes, como asimismo el ingreso de inversiones externas cuanto de fondos de residentes desde el exterior.

Reimplantar la obligación de pagar las importaciones a 180 días como plazo mínimo. n Mantener la exclusión del mercado cambiario las ventas de dólares, a cualquier valor para atesoramiento de residentes.

Estas modificaciones cambiarias transitorias tendrían por objeto “ahorrar” los US$ 8.000 millones por año proyectados de pérdida de divisas y difícilmente afecten a los precios internos de bienes y servicios. Quizá con exclusión de los servicios turísticos locales. También Diamand explicó los ciclos de “stop and go” en la política económica argentina. Es decir, expansión económica, estrangulamiento externo, devaluación y ajuste recesivo. La ortodoxia económica nunca entendió el concepto de estructuras económicas desequilibradas. Siempre supuso que “el mercado” podía resolver las cuestiones económicas argentinas. En tal sentido cabe recordar que, en dos oportunidades, el “mercado” fue el dominante en la política económica argentina. En ambas oportunidades (1976/1982 y 1991/ 2001) culminaron con colapso económico y cesación de pagos externa. La idea es no repetir la historia.

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