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El ocaso del modelo

Los límites de la expansión

18 septiembre de 2013

(Columna de Jorge Lucángeli, economista y director de la Maestría en Relaciones Económicas Internacionales de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA)

La economía argentina, durante la presente década, muestra indicios de cambio de signo en su desempeño. A partir de 2011, la tasa de expansión del PIB se ha desacelerado; el desempleo ha tocado un piso en torno del 7,5% y el salario real ha llegado a un tope que parece difícil de superar y, más aun, en los últimos trimestres ha sufrido leves caídas. Por su parte, la cuenta corriente del balance de pagos ha registrado saldos negativos en varios trimestres, luego de prácticamente una década de superávit.

Este rápido diagnóstico debe completarse con la reaparición del déficit primario de las cuentas públicas, la aceleración de la inflación y la revaluación de la tasa de cambio. Los indicadores recién reseñados están advirtiendo del agotamiento del modelo económico implementado a partir de 2003. Si bien este modelo nunca fue explícitamente definido, de manera simple podría caracterizárselo como el intento de redistribución del ingreso a través del aumento del salario y la ocupación.

En el ya clásico artículo de Adolfo Canitrot “La experiencia populista de redistribución de ingresos”, de 1975, el autor sostenía que estos intentos redistributivos ?propios del populismo? tienden a fracasar si se pretende que sean perdurables.

¿Cómo funciona este modelo redistributivo? El aumento sostenido del salario nominal provoca una expansión de la actividad económica como resultado del aumento de la capacidad de gasto de los asalariados. Si bien la expansión de la demanda contempla tanto a los bienes agropecuarios como manufactureros, en el caso de estos últimos impacta en el nivel de la actividad industrial. Los precios industriales tienden a ajustarse a los nuevos costos ?resultantes del aumento de salarios?, pero estos ajustes se implementan en un contexto expansivo, en el cual tiende a acelerarse la inflación tanto por la expansión de la demanda agregada como por aumento de los costos. Pero, a su vez, el aumento del nivel de actividad tiene efectos sobre la ocupación, disminuyendo el desempleo y ejerciendo una presión adicional sobre el nivel del salario nominal. A su vez, la demanda agregada también se suele expandir ya que a través del gasto público también se intenta mejorar la redistribución del ingreso.

Pero las cuentas externas no son indiferentes a la expansión del nivel de actividad, del empleo y del salario. Hay un incremento de las importaciones, esencialmente porque el sector manufacturero es importador de insumos y bienes de capital, y las exportaciones pueden verse afectadas por un aumento en el consumo interno de productos agropecuarios. En consecuencia, el comercio exterior puede constituirse en el limitante de la expansión del empleo y el salario: el nivel de actividad industrial determina el volumen de importaciones y el empleo. Se requiere, entonces, que los saldos exportables provean las divisas suficientes para abastecer las importaciones necesarias que permitan un nivel de actividad industrial acorde con un alto nivel de empleo y salarios. El tipo de cambio es la otra variable que se ve afectada por el funcionamiento del modelo. La aceleración del ritmo inflacionario abarata la tasa de cambio, especialmente respecto del salario.

En consecuencia, se hace más difícil alcanzar saldos positivos de la cuenta corriente ya que hay un mayor incentivo a aumentar el gasto de importaciones y menores incentivos a exportar. En lo que se refiere a la producción industrial, el margen de beneficio se ve afectado por el aumento del salario y la revaluación cambiaria reduce los niveles de protección respecto de las manufacturas importadas.

Las reacciones

Las primeras reacciones de la política económica populista son la imposición y profundización de controles a fin de desacelerar el ritmo de inflación y desalentar la salida de divisas aplicando restricciones a las importaciones y los pagos de servicios. Pero en la medida en que las principales variables macroeconómicas estén en desequilibrio, las presiones continuarán. ¿Qué fue lo que posibilitó que el modelo, a diferencia de experiencias anteriores, sobreviviera tantos años? La respuesta debe rastrearse en el desempeño de las exportaciones agropecuarias, feliz combinación de precios internacionales altos con aumentos de la producción agropecuaria. El precio de la soja fue el gran aliado del salario real.

Sin embargo, la sustentabilidad del modelo lejos está de poder asegurarse. Nada permite suponer que las exportaciones puedan seguir aportando las divisas para solventar el gasto de importaciones. El ritmo de expansión del volumen de las exportaciones ha sido bastante más bajo que el de las importaciones desde 2003, agravado en este último caso por la creciente necesidad de importaciones energéticas, y no cabe esperar nuevos aumentos de los precios internacionales de los exportables.

Saldo de la balanza comercial declinante, tipo de cambio atrasado, nivel de empleo y de salario real en sus topes históricos, déficit primario de las cuentas fiscales, tasa de inflación acelerándose y mecanismos de control operando al máximo estarían indicando que los grados de libertad para administrar el modelo se agotaron.

Nos encontramos, una vez más, encerrados en un laberinto borgeano.

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