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Corto vs mediano plazo

Un balance del primer lustro pos Lehman

23 abril de 2013

(Columna de Ramiro Albrieu, economista e investigador del CEDES)

En su reciente pantallazo sobre la economía mundial presentado en sus tres documentos semianuales (el World Economic Outlook- WEO-, el Global Financial Stability Report ?GFSR? y el Fiscal Monitor ?FM?), el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio su diagnóstico sobre la evolución de la economía global pos-Lehman y de su propio rol al respecto.

Sobre la dinámica de crecimiento, el FMI es moderadamente optimista: destaca que en el 2013 está comenzando una mejora con respecto al estancamiento de 2012 y los grandes riesgos de empeoramiento del panorama (el abismo fiscal norteamericano, la desintegración europea y, común a ellos,la evolución del riesgo soberano) se desactivaron o se moderaron marcadamente. El GFSR es menos optimista que el WEO y el FM al respecto, resaltando el carácter transitorio de esta medida.

Estados Unidos lideraría la mejora en el nivel de actividad y la continuidad del ajuste en Europa disminuiría aún más el precio del riesgo. Una visión menos cortoplacista no sería tan complaciente. La economía global se desaceleró en 2007- 2008 y no volvió a crecer a tasas más altas que en el pasado como para recuperar el terreno perdido. Dicho de otra manera, se ha perdido producto potencial, y ello tiene una implicancia directa y negativa sobre las tasas de desempleo.Es más: visto desde una perspectiva de mediano plazo, a media década de comenzada la crisis, la economía global se nos aparece frágil, con fuerzas recesivas vigentes y riesgos de desintegración para nada despreciables.

Son varios los factores que operan al respecto. Primero, en una buena porción del mundo avanzado (Europa y,en menor medida, Japón) las fuerzas recesivas dominan la escena. De hecho en países como España o Italia el nivel de actividad precrisis se lograría recién hacia finales de presente década (o a principios de la década de los 2020). Y esta “década perdida” no se reduce a un sendero que se transitaría de empeorar el panorama: de acuerdo al FMI, ese es el escenario base. Además, el optimismo del FMI sobre la resolución de los focos de conflicto es excesivo. En Estados Unidos el abismo fiscal no se ha eliminado: se ha pospuesto porque la cuestión de fondo sobre la reducción del déficit no se ha solucionado. Y si bien hay indicadores adelantados que estiman un repunte de gasto privado, las firmas siguen sin invertir, y por ahora es el Gobierno el que sostiene la demanda agregada. En Europa la situación tampoco es tan auspiciosa: si bien el precio del riesgo ha disminuido marcadamente, la reforma fiscal ya entró en la etapa de “fatiga”, lo que quiere decir que sus costos (en términos de pérdida de producto y aumento del desempleo) se incrementaron marcadamente.

Si la historia sirve de guía, la experiencia pasada muestra que la mejora de la hoja de balance de los países sin una restructuración de los pasivos es extremadamente costosa y lleva tiempo. Además, la desintegración europea no ha disminuido, sino todo lo contrario. El propio desapalancamiento financiero típico luego de las crisis financieras, implica en los hechos un movimiento hacia la desintegración.

Segundo, si bien crece a tasas diferenciales, el mundo emergente ha desacelerado su marcha. La dinámica global precrisis, con Asia emergente creciendo a tasas de dos dígitos, parece haber llegado a su fin. En particular, el posible viraje de la estrategia de crecimiento de China, sesgando sus fuentes de demanda hacia el consumo tal como lo presentaba en el XII Plan Quinquenal, afectará negativamente al crecimiento global. Se trata, ni más ni menos, de apagaruno de los principales motores delfenomenal crecimiento global de principios de siglo. Y no es sólo en China: dentro de los BRICS ocurre algo similar. En la India, el regreso al crecimiento del 8% anual parece lejano, Rusia y Sudáfrica no crecen más del 4% y Brasil está aún más rezagado.

Y como la desaceleración de las tasas de crecimiento no fue acompañada con una reducción consistente en las fuerzas inflacionarias, los países emergentes se enfrentan a un dilema difícil de solucionar: ¿Cómo reducir estas presiones sobre los precios sin afectar negativamente a la ya decaída demanda? La situación es más compleja porque las presiones inflacionarias y la tendencia a los déficit externos (o a la moderación de los superávit en algunos casos) presentes en el mundo emergente se relacionan directamente con el exceso de liquidez global generado por las políticas monetarias no convencionales aplicadas en el mundo avanzado.

Y eso nos lleva al tercer y último punto: el rol del FMI. En su constitución, cerca de la salida de la Segunda Guerra Mundial, se explica su rol en términos de gobernanza internacional: sus principales objetivoseran los de promover la cooperación monetaria global, facilitar la expansión del comercio mundial y reducir los riesgos de desbalances externos. En el panorama que estamos comentando también resalta este punto: la total ausencia de planes sobre la nueva gobernanza global y el rol del FMI al respecto.

Por supuesto, esto es sólo un emergente de un problema mayor: el fallido intento de los líderes mundiales de obtener un diagnóstico común y un consenso sobre políticas que ayuden a la economía internacional, a pesar de que ello represente una disminución en la soberanía global en el corto plazo. Esperemos que esto cambie en el futuro cercano.

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