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La economía de Brasil

2003-2013, los mismos desafíos

15 marzo de 2013

(Columna de Ramiro Albrieu, economista e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad -CEDES-)

Muchas frases de John Maynard Keynes se utilizan en los debates macroeconómicos, pero hay una que escribió en una carta a Jacob Viner y reproduce fielmente lo que ocurre a los policy makers en las economías emergentes. Dice así: “La experiencia muestra que lo que realmente sucede son los hechos para los cuales uno no se preparó”. Esta frase bien podría resumir la sinuosa trayectoria de Brasil en la última década, que lo llevó desde el estancamiento y la incertidumbre financiera en 2003 al?estancamiento y la incertidumbre financiera de comienzos de 2013.

El primer tramo de dicho camino correspondió al primer mandato de la presidencia de Lula da Silva y la primera mitad de su segundo mandato. Al comienzo, a principios de 2003, el mundo emergente salía de la corriente de crisis de fin de siglo y los desafíos eran bastante claros: reducir la exposición a los shocks externos, mantener la inflación en raya y estimular el crecimiento.

¿Qué hizo Lula? En el plano monetario, ajustó el régimen de metas de inflación y realizó una apertura de la cuenta de capitales de alcances inéditos para el país vecino. En la esfera de la gestión de la deuda pública, las políticas apuntaron a reducir la exposición al riesgo cambiario que tanto había dañado en los años previos. Por último, la política fiscal se concentró en la aplicación de reglas con límites para el déficit primario y de políticas de flexibilización del gasto primario. La evaluación preliminar fue positiva: el crecimiento regresó, Brasil fue llamado a ser parte de los nuevos motores del comercio mundial (los BRICS), la inflación se mantuvo en raya y la dolarización se minimizó.

Pero entonces el nuevo esquema macroeconómico generó sus propias tensiones y las debilidades aparecieron cuando la frazada había quedado corta. El trilema de la política monetaria impuso sus condiciones: con mínimas restricciones de jure sobre la cuenta de capital, la política de tasas de interés altas para combatir la inflación significó renunciar a la política cambiaria. La respuesta de los inversores financieros internacionales fue el carry trade, que en este caso consistió en fondearse en otras monedas a tasas bajas para invertir en reales a tasas altas. Con este incentivo, hubo un boom de financiamiento externo, aún superior al registrado a principios de los noventa y eso constituyó el principal factor de bonanza externa (junto con el boom de las materias primas).

La conjunción de altas tasas de interés y apreciación cambiaria derivaron en malos fundamentals: baja tasa de inversión y anemia exportadora. Bien preparado para lidiar con ser un país emergente y con escasez de divisas a principios de la década, no pudo ofrecer resistencia a la presión apreciatoria que vino después.

Cambios

Sobre la segunda mitad del segundo turno de Lula comenzó el viraje del esquema de política macroeconómica. La intención, casi explicitada luego con la asunción de Dilma Rousseff, era cubrir los costados desnudos de la economía brasileña. El diagnóstico de Dilma era el siguiente: en 2001-2010 la tasa de inversión promedió 17,5% y el déficit de cuenta corriente 0,6%, de manera que el ahorro interno se aproximó a 17% del PIB. Por último, la participación de las exportaciones en el PIB no sólo no se incrementó, sino que disminuyó marcadamente.

El nuevo esquema de políticas macroeconómicas, basado en menores tasas de interés, un tipo de cambio más alto y variadas políticas de promoción de la inversión y las exportaciones, debía revitalizar la inversión y las ventas externas. Parecería intentar emular el círculo virtuoso de la época del milagro de 1950-1980. La primera evaluación de este viraje fue positiva: se moderó la entrada de capitales y se dejó de perder competitividad.

Pero al tiempo aparecieron los problemas: la inflación se aceleró y ?quizás más importante en el corto plazo? los inversores internacionales comenzaron a evaluarlo por los fundamentals antes que por su futuro promisorio. En los últimos meses regresó el apetito global por el riesgo y los flujos de capitales al mundo emergente se reavivaron, pero Brasil se mantuvo al margen. De hecho, registró salida de capitales en el último semestre del año pasado.

Bien preparado para lidiar con los problemas de una economía emergente del segundo lustro de los 2000, la abundancia de divisas no puede ofrecer resistencia a las presiones depreciatorias en el mercado de cambios. Pasada la década, Brasil puede mostrar un conjunto de logros envidiables, entre ellos, la mejora en los indicadores sociales. Pero la búsqueda de un esquema de políticas estable que promueva el crecimiento no ha tenido demasiado éxito.

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