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El crecimiento económico...

...está en la mente

11 marzo de 2013

(Columna del economista Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales / @martintetaz)

En el 1120 de la Sexta Avenida, entre las calles 43 y 44, pleno centro de Manhattan, un ortoedro vertical inserto en un cubo simétrico de cinco pisos vidriado ofrece oficinas en alquiler por US$ 950 desde que en 1978 la familia Gottesman compró el edificio y lo recicló por completo. Anteriormentefue playa de estacionamiento y, mucho más atrás en el tiempo, un teatro tan espectacular que recibió el nombre de Hippodrome, en honor al famoso Hipódromo de Constantinopla, construido entre los años 330 y 203 antes de Cristo. El coloso tuvo su noche de apogeo un 7 de enero de 1918, cuando el extraordinario Harry Houdini hizo desaparecer no ya una paloma ni un conejo sino un elefante de cinco toneladas, ante la atónita mirada de los 5200 espectadores que colmaban el recinto neoyorquino.

La ilusión cobró vida en la mente de los presentes gracias a un complejo mecanismo de espejos que simularon un vacío inexistente. Pero el magnífico Houdini no fue el primer mago, ni el último.

En las pampas...

La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ejecutó una pieza de similar nivel de fantasía el viernes pasado con motivo de la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. No ya porque abusara de la creatividad del Indec para sostener que “estamos en el 6,5% de pobreza y en el 1,7% de indigencia” como si alguien pudiera comer con los 7,77 que el organismo estadístico sostiene que cuesta por día la canasta básica alimentaria ni porque errara al sostener que el PBI industrial creció un 105% desde el 2003 (el número real es 65%), sino porque de manera sistemática y deliberada comparó una y otra vez la realidad (o su versión maquillada) con la existente en 2003, año en que su marido asumió la Presidencia.

Es improbable que Daniel Kahneman haya escuchado el discurso de Cristina, pero si el padre de la economía del comportamiento recibiera una trascripción de las 26.411 palabras que pronunció la Mandataria, seguramente pensaría de inmediato en la Teoría de los Prospectos, que le diera nada más ni nada menos que el Premio Nobel de Economía en 2002.

Hasta la publicación de ese trabajo los economistas pensábamos que el nivel de utilidad que una persona podía alcanzar dependía de la riqueza que tenía en un momento del tiempo, pero este psicólogo israelí demostró que lo que importaba no era el nivel absoluto de posesiones sino los cambios que se producían respecto de un punto de referencia. La razón es que nuestra mente funciona con una especie de termostato que se acomoda rápidamente a las condiciones actuales y sólo registra los cambios en el contexto, que son los que a su turno disparan los comportamientos de ajuste necesarios para adaptarse a la nueva situación. Es debido a este efecto que, por ejemplo, una persona que poseíaun millón de dólares, pero acaba de perder cien mil, se encuentra mucho menos satisfecha que alguien que tenía medio millón y ganó cien mil. Desde el punto de vista de la teoría del consumidor, el sujeto del primer ejemplo puede consumir una canasta de US$ 900.000 mientras que el otro accede a una cesta de bienes que vale US$ 600.000, de modo que aun habiendo perdido dinero debería alcanzar un nivel de utilidad más alto y gozar de un mayor bienestar que el otro.

Pero eso no es lo que sucede en la realidad. Obviamente, si el millonario pudiera modificar en su mente el punto de referencia y comparar su situación con la que tenía antes de amasar su fortuna, seguramente sortearía de manera exitosa el sabor amargo de la pérdida monetaria y se regodearía contando los US$ 900.000 que todavía tiene. Disfrutaría de ese modo de una falsa sensación de dinámica ascendente o, puesto en términos más llanos, sentiría que sus ingresos están creciendo.

¿En movimiento?

Con la Teoría de los Prospectos en mente, volvamos entonces a la realidad interna. Los números oficiales del Indec señalan que el Estimador Mensual Industrial desestacionalizado (EMI) se ubicó en enero (último dato disponible) en 132 puntos, un valor que ya había traspasado en mayo de 2011, momento a partir del cual se congeló el nivel de actividad económica en nuestro país. El PIB valuado en precios de 1993 sólo creció 0,7% entre el tercer trimestre del 2012 (último dato disponibles) y similar período del año anterior, mientras que el Indice Líder que publica la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) continúa mostrando una baja probabilidad de que el ciclo económico tenga un cambio de fase en los próximos tres a seis meses.

Así las cosas y en medio de un año electoral, no es casualidad que la Presidenta haya buscado comparar el momento actual con el inicio del mandato de su marido en 2003, evitando cualquier mención al 2008, año en el efectivamente empezó su primer período y por el que debería, en todo caso, rendir cuentas en el Congreso. No es que tomando el punto más bajo del ciclo (que en rigor fue en el tercer trimestre del 2002) las estadísticas luzcan más abrumadoras que si se comparara con el 2008, sino que la clave reside en que estableciendo en la mente de los ciudadanos el punto de referencia en el 2003, se genera una falsa sensación de dinámica y los que escuchansienten, de ese modo, que la economía se está moviendo.

La mejor síntesis es, quizás, la declaración respecto del empleo. “Hemos alcanzado un promedio récord de trabajo con casi 500 mil nuevos puestos por año”, dijo Fernández. Es verdad que la tasa de empleo pasó de 39,1 en el cuarto trimestre 2003 al 43,1 en similar momento del 2012, representando 1.899.000 empleos nuevos en los centros urbanos que releva la EPH (unos 211.000 puestos de trabajo por año), pero la tasa de empleo es hoy prácticamente similar a la que había 12 meses atrás (43,0), razón que explica por qué el desempleo subió de 6,7 a 6,9% en el ínterin. Mirando la serie del Indice de Confianza del Consumidor (ICC), que también confecciona la UTDT, se observa una notable correlación entre la percepción económica de los argentinos y el caudal electoral de quien maneja la economía.

Ese índice hoy está 10 puntos por debajo del que prevalecía en octubre del 2011, pero 7 por arriba del de junio del 2009, el peor momento del Gobierno. Así las cosas, y si la correlación se cumple una vez más (cada punto de ICC vale 1,32% de votos), el oficialismo va hacia una cosecha de 40,86% de los votos. Instalar en la mente de los votantes la ilusión de que la economía se sigue moviendo puede resultar mucho más difícil que hacer desaparecer un elefante, pero el premio también es mucho más grande.

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