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Alimentos argentinos

Oportunidades y desafíos

01 marzo de 2013

(Columna de Joaquín Pastor, economista -UCA-)

Nuestro país se ha desarrollado como un importante productor y oferente de alimentos en los mercados mundiales. Gracias a su posesión de abundantes recursos naturales, mano de obra capacitada y experimentada, y a su eficiencia en la producción, no es un mero espectador sino que ejerce un rol significativo en el comercio global de estos productos. En los últimos cincuenta años, la producción de alimentos en la Argentina tuvo un crecimiento extraordinario. Se pasó de producir 44 millones de toneladas a más de 160 millones en la actualidad, es decir, el volumen se multiplicó en más de tres veces y media.

Ese incremento estuvo motorizado por los avances en los rendimientos y por una fuerte expansión del área cultivada. Hoy en día, la Argentina ostenta el récord de producción de granos y semillas oleaginosas por habitante: 2,618 kilogramos per capita por año, equivalentes a siete kilos por día por persona. Dado que un adulto necesita para cubrir sus necesidades calóricas cerca de 200 kilogramos por año (un poco más de medio kilo por día), el país produce granos para alimentar a cerca de 13 veces su población.

La importancia para el país del sector productor de alimentos es notable. Según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las 31 cadenas agroalimentarias que existen en el territorio nacional representan el 15% del PIB, aproximadamente 48% de las ventas al exterior, y 11% de los puestos de trabajo nacionales. Entre esas cadenas, las más destacadas son la de la soja, la carne bovina y la leche, que en conjunto aportan más de la mitad del valor generado por las 28 restantes. Teniendo en mente estos datos, no resulta sorprendente que a lo largo de casi toda su historia el desempeño de la economía argentina haya estado estrechamente ligado a los desarrollos en el mercado de productos alimenticios. En particular, se verifica que, con frecuencia, los ciclos económicos están relacionados a las fluctuaciones en el valor de la cosecha, variable que depende a su vez de las condiciones climáticas y de los precios internacionales.

Oferta y demanda global

Estos factores hacen que el estudio de las tendencias en el mercado mundial de alimentos sea muy relevante para el futuro del país. Pero el porvenir del sector agroalimentario, así como el de la economía argentina en general, no estará influido sólo por dichas tendencias, sino que también dependerá de las políticas implementadas puertas adentro.

En lo que respecta al panorama global, el análisis del contexto en los próximos años muestra grandes oportunidades de crecimiento para la Argentina, aunque también existen amenazas. Entre las primeras, el cambio del patrón dietario de los países, que proveerá la posibilidad de transformar las exportaciones de granos y subproductos derivados en exportaciones de productos elaborados. Entre las segundas, el eventual abandono por parte de algunos países de las políticas de biocombustibles en un escenario de desarrollo del potencial de las nuevas fuentes energéticas (los hidrocarburos no convencionales).

La demanda de alimentos para consumo humano, además de estar relacionada con los precios, depende del ingreso y de la edad de la población. La experiencia indica que el aumento de los niveles de ingreso de los países impulsará la demanda de alimentos, mientras que el proceso de envejecimiento poblacional no tendrá un impacto unidireccional sobre las cantidades demandadas. Este segundo elemento, el del cambio de la estructura etaria de la población, es relevante dado que los niños y ancianos comen proporcionalmente menos que las personas jóvenes y adultas (la relación del consumo con la edad tiene forma semejante a una “U” invertida).

De este modo, ambos efectos ?riqueza y edad? traerán modificaciones en los mercados, incluida la aparición de nuevos destinos para la producción. Al mismo tiempo que se producirán estos cambios en las cantidades totales demandadas, habrá una reasignación de las calorías ingeridas por los individuos hacia ciertos grupos de alimentos, motorizada también por las mismas fuerzas. Las perspectivas indican que el ciudadano promedio va a querer comer más carnes y lácteos y más aceites vegetales, productos que la Argentina estará en condiciones de ofrecer en los mercados internacionales en forma competitiva.

La advertencia que surge en el plano internacional se relaciona con los recientes descubrimientos de energías no tradicionales, el fenómeno del shale gas y shale oil. La creciente importancia de la demanda por biocombustibles (combustibles elaborados casi exclusivamente en base a materias primas alimenticias) como un factor de presión sobre las cotizaciones de los alimentos podría atenuarse en un contexto de relativa abundancia de recursos energéticos. Las políticas de corte de naftas y subsidio a esta industria perderían parte del sentido con el que fueron concebidas: el de tender a reemplazar a las fuentes tradicionales de energía.

Será necesario analizar los mercados de alimentos y energéticos en conjunto para entender estas dinámicas.

Políticas internas

Entre los aspectos internos en los que deberá trabajarse, en pos de aprovechar la chance de alcanzar una posición de predominio en productos elaborados y con atributos diferenciadores, se encuentra el referido a la etapa comercial del negocio agropecuario, a las estrategias de marketing. Una particularidad en la que debe enfatizarse es en la creación de marcas propias que permitan hacer la diferenciación de los productos frente a los de nuestros competidores, al mismo tiempo que mejorar el valor agregado de la agroindustria local.

Otra variable clave la constituye la productividad. El país cuenta con rendimientos en los principales cultivos que se encuentran entre los más altos del mundo. Dado que la ampliación de la superficie cultivada y el aumento de la intensidad del uso de la tierra (por acortamiento del período de descanso, doble cultivo, etcétera) están llegando a un límite, la forma de enfrentar el aumento esperado de la demanda de productos alimenticios es seguir incrementando la productividad. Para ello es esencial el desarrollo de nuevas tecnologías e innovaciones. Las mismas, con los incentivos adecuados, pueden tener origen en la iniciativa privada.

Sin embargo, problemas de incertidumbre, apropiabilidad y/o externalidades pueden ocasionar que el gasto privado en investigación se mantenga en niveles menores a los deseables. Desde el sector público puede promoverse la búsqueda sistemática de nuevas tecnologías aplicando políticas de subvenciones, deducciones y préstamos, entre otras. Además, se debe impulsar el apoyo científico de universidades e institutos al sector agropecuario en la génesis de novedades técnicas.

Dichas instituciones pueden contribuir en la identificación de oportunidades para la innovación agropecuaria y respaldar a los actores que forman parte del proceso. Asimismo, la cooperación estratégica entre los diferentes eslabones de la cadena productiva es un aspecto a ser analizado con detenimiento. Un avance en la integración ?vertical y horizontal? en producción y comercialización podría permitir establecer objetivos conjuntos, incluidos el desarrollo de nuevos mercados y productos, el aumento del valor agregado y el incremento de la tasa de retorno.

En definitiva, las perspectivas para el sector son prometedoras, aunque no es seguro que las actuales condiciones se perpetúen. La Argentina tiene el potencial para afianzar y expandir su relevancia como partícipe de los mercados internacionales de productos alimenticios pero, al mismo tiempo, debe estar preparada para enfrentar escenarios menos optimistas. El desafío será adaptarse a las nuevas tendencias mundiales y aprovechar las oportunidades adecuadamente.

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