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Regular a los bancos

Aportes desde la economía del comportamiento.

18 enero de 2013

(Columna de Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS). Twitter: @martintetaz)

El cuerpo yace en medio de la acera una noche lluviosa. Parece al azar, pero no lo es. No fue casualidad tampoco que la mataran frente a la facultad, o al menos así lo cree Roberto Bermúdez, el especialista en criminalística que encarna Ricardo Darín en su película más reciente.

Curiosa paradoja en un país en el que en las universidades se pasa más tiempo entrenando a los alumnos en el debate de las penasque estipula el Código Penal en lugar de empezar por describir el modelo mental del violador de las leyes, la psicología del delincuente.

Quizás porque faltan también cursos sobre comportamiento humano, en las facultades de Ciencias Económicas es que los “legisladores” del Banco Central han insistido con la Comunicación A-4621,que reza: “Las entidades financieras están obligadas a exhibir el Costo Financiero Total (CFT) con la misma tipografía que publican las tasas de interés y/o la cantidad de cuotas o su importe”, en el convencimiento de que de esa manera protegían los derechos de los consumidores de productos financieros, transparentando más el mercado y permitiendo que aumente la competencia.

Si Marcó del Pont hubiera tenido la suerte de cruzarse con Endel Tulving, psicólogo experimental nacido en Estonia y doctorado en Harvard, éste le habría explicado que conviven dos sistemas de memoria muy distintos en nuestra mente. Por un lado,una memoria semántica, un almacén especializado en guardar recuerdos de conceptos, datos, fechas, información, teorías, etcétera.Pero a la hora de tomar decisiones descansamos más en nuestra memoria episódica, la que registra todas las cosas que nos pasaron, nuestras experiencias y vivencias, junto a aquellas que hemos visto en una película, leído en un libro o escuchado en una historia relatada de modo extraordinario.

Si la presidenta del BCRA hubiera asistido a algún curso de neuroanatomía con el profesor Antonio Rangel, quizás habría aprendido que a la hora de tomar decisiones los seres humanos reclutamos una zona del cerebro que se llama Corteza Pre Frontal Ventro Medial (CPFVM) en la que ponderamos la utilidad estimada de las distintas alternativas de una elección, basados en la memoria episódica de las veces anteriores en que hemos debido decidir sobre circunstancias similares.

La primera vez que consumimos algo, se activan la Corteza Frontal Orbital (CFO), junto con el Núcleo Accumbens (NA), asignándole un valor a la experiencia. Luego esas valoraciones son almacenadas en la memoria episódica (normalmente asociadas a marcadores somáticos emocionales).La Corteza Pre Frontal Ventro Medial efectúa entonces una estimación de las utilidades que espera derivar de una determinada conducta, por lo que el proceso es de naturaleza estocástica o, puesto en castellano, se trata de una aproximación que siempre se efectúa con un margen de error mayor o menor, dependiendo del grado de experiencia que tenemos con ese tipo de elecciones.

En general, cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas, en las que debemos decidir basados en información de tipo conceptual o semántica (como una tasa de interés o el plazo de amortización de una deuda), lo que hace nuestro cerebro es tratar de imaginar los distintos escenarios futuros de modo de poder computar alguna utilidad de los cursos de acción alternativos.

Viene entonces la pregunta para el lector. ¿Cuándo fue la última vez que usted experimentó una tasa de interés nominal anual del 18%? ¿Y un costo financiero total del 33%? ¿Verdad que nunca? Le pregunto, entonces, ¿puede usted imaginarse una tasa de interés del 18%? ¿Cómo será el escenario con un costo financiero total del 33%? El 99% de los mortales no pueden hacer esto, pero en cambio sí pueden imaginarse la utilidad que derivarán de los $ 12.000que acaban de pedir prestados o de las compras que van a hacer con la tarjeta de crédito que recién sacaron.

Cuando el beneficio presente de un consumo se puede estimar con bastante precisión (en la CPFVM), pero el costo futuro es difuso, o no se puede representar mentalmente de modo episódico, estamos a merced de la Corteza Pre Frontal Dorso Lateral (CPFDL), que es la última área del cerebro que se desarrolla (recién madura a los 25 años) y que posee nuestras reservas de autocontrol, puesto que sabemos que si no apelamos a ella, siempre prevalecerán las tentaciones.

El problema es que la CPFDL funciona deficientemente en los adolescentes y, como demostró el experto en economía del comportamiento Sendhil Mullainathan, en todas las personas que están en circunstancias de estrés o tienen preocupaciones que le mantienen ocupada la memoria de trabajo. Necesitamos, entonces,que la gente que hace operaciones financieras vea precios expresados en pesos cuando hace una transacción, para que pueda representarse mentalmente el costo de oportunidad de tomar financiamiento (o colocarlo). Sólo cuando piensen en un monto nominal de dinero podrán traducirlo mentalmente al conjunto de bienes y servicios que deben sacrificar (o que ganan) por acceder a un crédito (por hacer un depósito).

Lo ideal para ello es que el banco deba informar sus productos financieros con lo que yo denominaré un métodode amortización alemán de intereses acelerados o, puesto en castellano, que dividan el capital en cuotas equivalentes y cobren todos los intereses en la cuota cero, descontándolos del capital prestado. Necesitamos, por ejemplo, que si usted va a un banco y pide $12.000, le hagan devolver 12 cuotas de $1.000 y todos los intereses y gastos administrativos se los descuenten del monto inicial, de suerte tal que si le cobran un Costo Financiero Total del 72% (como sucede en varios bancos en la actualidad) le entreguen sólo $9.050 y usted vea claramente que le costó casi $3.000 tomar un crédito de $12.000 por un año. En rigor, nos alcanza con que el banco haga el ejercicio y le informe al cliente que el crédito de $12.000 pesos que está pidiendo le terminará costando lo mismo que si ahora paga $3.000 para obtenerlo.

Sólo de ese modo la gente se representará mentalmente el verdadero costo financiero de sus operaciones y podrá existir competencia genuina entre los bancos. Si logramos eso, ya no necesitaremos un Estado que le diga a las instituciones qué precio le tiene que poner a sus productos, como acaba de ocurrir cuando el Banco Central anunció esta semana que no permitirá el incremento del 25% en las comisiones, anunciado por varios bancos días atrás.

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