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Perspectivas económicas.

16 enero de 2013

(Columna de Maximiliano Castillo Carrillo, director de la consultora ACM)

Luego de un año de virtual estancamiento de la actividad, el panorama para 2013 luce, al menos hasta el momento, algo mejor en términos de las perspectivas de la evolución económica. Por un lado, algunos de los factores exógenos que jugaron en contra de la actividad en 2012 hoy exhiben una perspectiva más positiva para los próximos trimestres. En efecto, luego de una caída de la producción agrícola de 15% causada, principalmente, por las dificultades climáticas, se espera que en esta campaña 2012/ 2013 la cosecha muestre un aumento de 17%, concentrada en la recuperación de la producción de soja que, aunque difícilmente alcance 55 millones de toneladas, probablemente exhiba un crecimiento de 30%.

A esta favorable evolución de la cosecha, se suman perspectivas también algo más alentadoras sobre el desempeño económico de Brasil para el que se estima un crecimiento de 3,4%, luego de haber exhibido una importante desaceleración de la actividad el año pasado terminando 2012 con un aumento del PIB de aproximadamente 1%. Teniendo en cuenta la importancia que tiene el mercado brasileño para algunos sectores industriales, como por ejemplo el automotriz, las mejores perspectivas de nuestro principal socio en el Mercorsur se derramarán a estas ramas industriales. En particular, se espera que la producción automotriz recupere la retracción observada en 2012 para crecer aproximadamente al 11%, de la mano de un incremento de las exportaciones algo superior.

Estos factores, que en conjunto podrían explicar un aumento directo del PIB real en aproximadamente 0,9 puntos porcentuales (p.p.), serían suficientes como para poder anticipar una recuperación importante de la actividad económica. Sin embargo, la acumulación de inconsistencias y desafíos que plantea el esquema vigente de política macroeconómica impide prever que el impulso de estos factores exógenos pueda potenciarse en un círculo virtuoso que se derrame al resto de los sectores y, con ello, al resto de la economía en su conjunto.

En efecto, la inconsistencia de la política macroeconómica, principalmente en términos de la sostenibilidad intertemporal de la política fiscal, se ha manifestado en un continuo deterioro del superávit primario a nivel nacional y provincial. No perdamos de vista que en 2007 el superávit fiscal consolidado sumó 0,8% del PIB mientras que las estimaciones preliminares indican que este resultado alcanzaría un déficit de 3,4% en 2012. En este marco, el financiamiento del desequilibrio fiscal ha sido mayormente concentrado en la asistencia financiera del Banco Central, limitando el accionar de la autoridad monetaria que hoy está restringido, más allá de su labor como regulador bancario, a financiar al Tesoro.

La “dominancia fiscal”, en un contexto de insostenibilidad de la política fiscal, ha impedido utilizar las herramientas a disposición de la autoridad monetaria (por ejemplo, las tasas de interés o el tipo de cambio) para actuar como factor anticíclico y sus instrumentos fueron reemplazados con mayores restricciones al mercado de cambios, condenando al mismo tiempo la evolución de los precios a ser una válvula de escape de la política oficial. Este esquema justifica, entre otros aspectos, el continuo deterioro del balance de la autoridad monetaria y, con ello, de las expectativas de inflación y depreciación del peso.

El marco local

Estas dificultades, que tienen su manifestación de más larga data en los precios de los activos financieros, se combinaron con una serie de medidas implementadas por las autoridades durante 2012 (entre ellas, la profundización de los controles cambiarios y a las importaciones, la reforma de la Carta Orgánica del BCRA, nuevas regulaciones del sector hidrocarburífero y al mercado de capitales) que, además de tener un impacto negativo sobre la evolución específica de algunos sectores (por ejemplo, el inmobiliario y el de la construcción), afectaron negativamente las expectativas, al tiempo que confirmaban que no se harán las modificaciones necesarias al enfoque macroeconómico vigente.

En este contexto de mayor incertidumbre y sin cambios a la vista, no sorprende que la evolución de la actividad económica en 2012, más allá de los factores exógenos que limitaron la cosecha agrícola y las exportaciones automotrices, haya combinado una significativa desaceleración de la actividad y del empleo, con niveles de inflación, expectativas de depreciación e incertidumbre crecientes. Así las cosas, y de no mediar cambios en la política macroeconómica, los desafíos que hoy presenta nuestra economía, por ejemplo en términos del deterioro fiscal, inflación y apreciación real del peso, no sólo no se corregirán sino que se amplificarán en 2013, limitando aún más la disponibilidad de las herramientas monetarias y fiscales para estimular el ciclo económico.

Estas problemáticas, sumadas al hecho de que 2013 es un año electoral, seguramente tendrán su correlato sobre las expectativas de empresarios y consumidores, que luego del deterioro observado el año pasado difícilmente muestre una recuperación sostenida que invite a pensar en un ánimos inversor y de consumo significativo. De hecho, el Indice Líder de la Universidad Di Tella, indicador que intenta captar los cambios en el ciclo económico, señaló que en noviembre se ubicó en el mínimo desde diciembre de 2009 y 20% por debajo del máximo del ciclo, observado en junio de 2011. De esta manera, todavía no se observan señales claras de una rápida recuperación.

En definitiva, si bien existen factores puntuales y exógenos que permiten prever un mayor impulso de la actividad este año, entendemos también que los mencionados condicionantes que hoy enfrenta nuestra economía y la ausencia en los cambios requeridos, difícilmente puedan potenciar y amplificar este impulso positivo que vendrá de la cosecha y de la recuperación de Brasil. Más aún, tampoco hay que perder de vista que aún existen riesgos lo suficientemente importantes, como la conclusión del proceso judicial en New York, que eventualmente podrían justificar un incremento adicional de la volatilidad y la incertidumbre.

Teniendo en cuenta el bajo “arrastre estadístico” que dejó 2012, esperamos que la actividad muestre un aumento en torno a 2%. De todas manera, si los riesgos a la baja finalmente no se materializan y se confirma el escenario planteado, posiblemente las estadísticas oficiales muestren un crecimiento lo suficientemente importante como para gatillar el pago del cupón atado al crecimiento en 2014.

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