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Las dudas del Gigante

Brasil, una gran incógnita.

29 diciembre de 2012

(Columna de Miguel Diamante, desde Brasil)

Todos los lunes temprano, el Banco Central de Brasil publica una encuesta con las expectativas de los principales 100 economistas y analistas del país sobre la marcha de la economía. Los resultados del último año han sido revisados para peor tantas veces que en Brasilia ya están acostumbrados a arrancar la semana de mal humor. Brasil va a cerrar 2012 creciendo la mitad de lo que hizo Japón y por debajo de países que son centro de la crisis internacional, como Estados Unidos, o incluso sus compadres en los BRICs. La última encuesta del BCB indica de apenas 1% de expansión del PIB en 2012, sólo una fracción del 3,3% previsto al arrancar el año. Y para el período 2014-2016, las estimaciones no superan en ningún caso el 4 por ciento. Muy poco para el país donde se dice que esta vez sí el futuro está llegando.

A pesar de tomar importantes medidas, como la reducción de tasas de interés al nivel más bajo de la historia, una rebaja en tarifas de electricidad, bancos y teléfonos y varios recortes de impuestos, el Gobierno de Dilma Rousseff incumplió con su promesa de que la economía se reactivaría en la segunda parte del año. El crecimiento del tercer trimestre fue apenas del 0,6%, la mitad de lo esperado, promoviendo que The Economist sugiera que Dilma debería despedir a su ministro de Finanzas, Guido Mantega, y comenzar a trabajar con otro equipo económico. Dilma por ahora no le hará caso a The Economist, pero la crítica apunta al gran problema que su Gobierno va a enfrentar en 2013.

Y la pregunta es qué más puede hacer Brasil para poner segunda en su crecimiento en un contexto en el que China y Estados Unidos, sus principales socios comerciales, están lejos de su potencial, Europa continúa achicándose y los precios de las commodities ? base de la exportación brasileña ? están dejando atrás el superciclo. La respuesta probablemente continúe siendo batir el parche con las políticas de estímulo: aumento del gasto público, rebaja de impuestos para productos como autos y electrodomésticos y anuncio de inversiones de miles de millones en puertos, carreteras y otros proyectos de infraestructura. O sea, acelerar la estrategia de los últimos 18 meses, acompañada por un probable cambio de ministros al comenzar el año.

Si Brasil logra crecer al 3,4 por ciento esperado para el año que viene ?un gran interrogante, a vista de las recientes decepciones? entonces la reactivación será visible ante una economía que hoy está estancada. Para Dilma esto es clave antes de entrar en el ciclo político de cara a la elección presidencial de 2014. A pesar de los escándalos de corrupción, la Presidenta goza de niveles de aprobación superiores al 60 por ciento, con apenas 7 por ciento de la población calificando su gobierno como malo, en parte porque, pese al estancamiento, el empleo sigue cerca de niveles récord.

Pero esto puede cambiar rápidamente si la economía no comienza a despegar de una buena vez. Aún llegando a cumplir con las previsiones, un problema más profundo es que Brasil sigue enfrentando los cuellos de botella por los cuales no alcanza ritmos de crecimientos como los de China o la India: altos costos, bajos niveles de ahorro, escasa capacitación de su mano de obra y una burocracia legendaria.

A menos de 18 meses para el inicio del Mundial, el Gobierno todavía está discutiendo cuál es el mejor formato para licitar algunas obras incluyendo la privatización del decrépito aeropuerto internacional de Río de Janeiro. Los años Lula obraron el milagro de movilizar millones de pobres hacia arriba; dar el próximo paso parece ser un desafío aún mayor: el año pasado el país tuvo el menor índice de desigualdad de su historia. Y al mismo tiempo, Brasil sigue siendo uno de los 12 países más desiguales del planeta.

Arminio Fraga, el ex presidente del BCB en épocas de Fernando Henrique Cardoso, escribió hace poco una polémica columna junto a su socio Edward Amadeo en la que advertía que “hay una cierta vuelta al modelo de los años 70s” que podría llegar a frustrar los planes de desarrollo de Brasil, así como ya aconteciera entre los 50s y los 70s. La columna creó controversia y no fue nada bien recibida cerca del PT pero sirvió como advertencia de que el próspero futuro no está garantizado.

Volviendo al “Focus”, la encuesta semanal que publica el BCB, los últimos numeros también hablan de una inflación rondando el 5,4 por ciento en 2013, por encima de lo gustaría a la autoridad monetaria. La presión inflacionaria con tipos de cambio en mínimos ?Brasil hoy tiene una inédita tasa de interés real de 2 por ciento? será otra de las claves del 2013: ¿podrá Alexandre Tombini tolerar una inflación arriba del target a condición de estimular el crecimiento? ¿O tendrá que volver sobre sus pasos y subir tasas para no acabar con la credibilidad del BCB? El reciente intento del Central de contener la depreciación del real en no más de 2.10 por dólar explica bien ese delicado balance entre promover crecimiento pero sin dejar que los precios se desbanden. “O el crecimiento no llega y entonces la inflación se mantiene bajo control, o 2013 será el año de la recuperación ? y entonces la inflación sera un problema central”, advierten los economistas de Bradesco en un informe reciente.

Grandes interrogantes para Dilma, para Brasil, y por ende para la Argentina. No vaya a ser que una vez más el país del futuro vaya a terminar dejando la promesa impaga.

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