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Devaluar no es la solución

Hay que buscar otras soluciones.

12 diciembre de 2012

(Columna de Diego Giacomini, economista Jefe de Economía & Regiones y profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA)

El nivel de actividad se enfría sostenidamente hace más de un año y medio. Cae la inversión y se debilita el dinamismo del consumo. Paralelamente, los volúmenes exportados (tanto de bienes industriales como primarios) también ceden terreno en el acumulado de los diez meses del año. En este marco, gana consenso la postura que sostiene que la pérdida de dinamismo del nivel de actividad es consecuencia de la existencia de un atraso cambiario; es decir, de un dólar muy barato. De acuerdo con esta visión, la economía argentina necesitaría un dólar más caro para producir y exportar más.

Vayamos por partes. ¿Un dólar más caro dinamizaría a nuestro sector externo? La devaluación del tipo de cambio real no dinamizará las exportaciones argentinas porque nuestras ventas externas no dependen fundamentalmente del tipo de cambio, sino de otras variables como los precios internacionales, el volumen de cosecha y el nivel de actividad en Brasil. El 58% de las exportaciones de argentinas son bienes primarios y manufacturas de origen agropecuario, cuyos precios son fijados en el mercado internacional y sus cantidades son determinadas por el volumen de la cosecha, o sea, el clima. Paralelamente, el 40% de las exportaciones industriales argentinas se dirigen principalmente a Brasil y forman parte de un comercio administrado, por lo que dependen del nivel de actividad en el socio mayor del Mercosur y no del tipo de cambio real bilateral entre la Argentina y Brasil.

La otra mitad del argumento devaluacionista sostiene que el dólar caro protege a la industria local y termina incentivando la demanda y el nivel de actividad. De hecho, en la actualidad el enfriamiento económico argentino responde más a cuestiones internas, sobre todo por menor inversión, que a cuestiones externas. La Argentina sería el único país de la región en el cual la inversión caería en 2012, ya que en Chile (+9,2%); Perú (+4,9%); Uruguay (+4,4%); Colombia (+2,7%) y Brasil (+0,5%) subiría.

En consecuencia, la Argentina sería el país de la región que menos crecería este año y también el próximo. Puntualmente, las proyecciones de crecimiento 2013 son 5.8% para Perú; 4,4% para Chile y Colombia; 4% para Uruguay y Brasil y 3,2% para la Argentina. La Argentina tiene el peor desempeño de la región en inversión y crecimiento, pero tiene el tipo de cambio real más depreciado. En términos reales, el dólar aquí es más caro que en Brasil (64%); Chile (36%); Uruguay (35%); Colombia (66%) y Perú (55%). Es más, la Argentina (13%) es el único país de la región en el cual el poder adquisitivo del dólar continúa siendo mayor que en 2000. Por el contrario, en los otros países de la región el poder adquisitivo del dólar se sitúa entre 16% y 31% más bajo que en 2000.

Otros caminos

En pocas palabras, la debilidad del crecimiento económico argentino no parecería ser un problema de tipo de cambio, que sólo brinda competitividad estática y no sistémica a una economía. La falta de dinamismo económico es consecuencia de la pérdida de competitividad estructural o sistémica, que se relaciona con las políticas económicas que se aplican en nuestro país, las cuales son inconsistentes. La Argentina aplica políticas fiscales, monetarias y cambiarias exactamente contrapuestas a las que se ponen en práctica en los otros países de la región, que tienen como objetivo controlar la inflación por debajo de un umbral máximo que oscila, en general, entre 2% y 6% anual. De hecho, Chile, Brasil, Perú y Colombia conducen sus políticas monetarias en base al sistema de metas de inflación y sus bancos centrales actúan en forma preventiva frente al ciclo económico.

Paralelamente, aplican políticas fiscales contracíclicas, acumulando ahorro en épocas de “vacas gordas”. En este contexto, sus tipos de cambio nominales se aprecian contra la moneda americana y sus bancos centrales acumulan reservas en dólares. La Argentina hace exactamente lo opuesto. En nuestro país se ignora la inflación, se deprecia el tipo de cambio nominal, se hace política fiscal y monetaria excesivamente expansiva y se desacumulan reservas. En pocas palabras, la asimetría que hay entre la Argentina y el resto de los países de la región queda reflejada en el hecho que mientras aquí se aplica un férreo cepo cambiario para evitar que se fuguen los dólares, en los países vecinos se toman medidas para amortiguar su ingreso.

La competitividad sistémica y el nivel de actividad económica de argentina se debilitan porque: I) hay una muy elevada presión fiscal sobre las empresas; II) hay un déficit de infraestructura y de servicios públicos en materia de energía, transporte y puertos; III) las trabas a las importaciones, que impiden acceder a insumos, bienes intermedios y bienes de capital, y afectan negativamente la producción; IV) hay un fuerte deterioro de la prefinanciación de exportaciones, que es consecuencia del cepo cambiario y la caída de los depósitos en dólares; V) hay una política de aislamiento internacional que es consecuencia de incurrir en conflictos diplomáticos internacionales cuando en realidad haría falta una agresiva política de apertura de mercados para ampliar el horizonte comercial; VI) la política de desendeudamiento oficial nos dejó sin crédito internacional; VII) el sostenido y creciente déficit fiscal es financiado exclusivamente con emisión monetaria, la cual genera inflación; VIII) ocho años de inflación impiden el cálculo económico y la estimación de rentabilidades esperadas, generando incertidumbre e impactando negativamente en la inversión y IX) la reducción de la inversión afecta negativamente la capacidad instalada y la frontera de posibilidades de producción.

En este marco, recurrir a la alquimia de la devaluación como solución del enfriamiento del nivel de actividad sería volver a incurrir en un error del pasado, que terminaría generando aún más costos en la economía. Por el contrario, un fuerte crecimiento económico sustentable de largo plazo exige atacar los problemas de fondo enumerados más arriba. La Argentina sólo debe cambiar su política y hacer lo que el resto de los países de la región hace. No es tan difícil. No volvamos a tomar atajos que no conducen a nada bueno.

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