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Alemania y la eurozona

El factor demográfico.

12 noviembre de 2012

(Columna de Ramiro Albrieu, investigador del CEDES)

El panorama macroeconómico de la eurozona es cada vez más desolador. Los pronósticos de crecimiento presentados recientemente por la Comisión Europea son desalentadores y en muchos de sus miembros se tardará más de una década en volver al nivel de actividad previo a la crisis; de allí la semejanza con la década perdida latinoamericana y el malestar social que se palpita en Europa.

Además de la dinámica en los países deficitarios y con niveles de endeudamiento del sector público elevados, en forma creciente el foco va apuntando hacia Alemania y cómo la política interna puede reducir los incentivos del país más grande de la región para cooperar regionalmente y puede, de esa manera, aumentar las presiones hacia la desintegración de la eurozona. Dos factores poderosos ?y relacionados? hacen que para Alemania salvar a la eurozona no sea simplemente un tema de solidaridad, sino la opción más conveniente para sus propios intereses.

Ahorrando para el futuro

Los países envejecen. Para pensar los desafíos de un país que envejece podemos recurrir a la hipótesis del ciclo de vida, la cual dice que los individuos ahorran mientras son parte de la población activa para financiar el consumo luego del retiro. Se desprende eso de que los cambios en la estructura poblacional generarán patrones agregados de ingreso y consumo de acuerdo con el ciclo de vida: un país “joven” tendrá ingresos por debajo de sus gastos ?y, por lo tanto, tomará deuda externa que luego pagará cuando sea “adulto”-.

En esta segunda etapa, será el momento de pagar deudas y acumular activos externos. Por último, los países en la etapa de “vejez” tendrán ingresos por debajo de gastos y por lo tanto desahorrarán a través de la liquidación de activos (¿quién les prestaría siendo viejos?). ¿En qué etapa está Alemania? Ciertamente, se trata de un país en camino a la vejez. La población mayor a 65 años representaba un 10% de la población de hace 50 años, hoy llega al 20% y en apenas 25 años llegará al 30%. La participación de la población adulta alemana con capacidad de ahorro, que agrupa a los denominados “prime savers”, llegó a su pico en 2010. A partir de allí, ha descendido y lo seguirá haciendo marcadamente en el mediano plazo.

Las estimaciones de la literatura especializada muestran como hecho estilizado que el superávit de cuenta corriente observado en los últimos años es un fenómeno transitorio, y que tenderá a revertirse en el futuro cercano. Detrás de ello estará una fuerte caída del ahorro de las familias en las próximas dos décadas provocada por la transición demográfica de un país que se vuelve viejo.

La apuesta alemana

Alemania, como otros países europeos, se preparó para su transición demográfica. Una vez que la economía presentó un superávit de cuenta corriente asociado a la demografía, el problema pasó a ser uno de administración de portafolio: ¿en qué activos invertir para seguir siendo rico cuando se haga viejo? Probablemente debido a la ausencia de apropiadas estructuras de gobernanza de las finanzas globales, Alemania apostó a la región. Los flujos financieros intrarregionales se multiplicaron entre 2003 y 2008 y diversas reformas en el área financiera ?muchas de ellas enmarcadas en el Plan de Acción para los Servicios Financieros? se implementaron para dar soporte institucional a las nuevas relaciones financieras. Así, la posición de inversión internacional de Alemania pasó de promediar 3%-4% del PIB en 2003- 2004 a 24%-25% en 2007-2008.

Efectivamente, Alemania parece haber aprovechado la transición demográfica y los superávit externos para acumular riquezas y prepararse para la vejez.

El problema indisoluble de toda relación financiera es que se intercambian promesas, cuya realización no está exenta de incertidumbre. Alemania se enriqueció porque sumó promesas de los demás países por un monto mayor a las promesas que les hizo a esos países. La pregunta allí es: ¿contra quién acumuló activos Alemania? Los datos duros muestran que los principales deudores detrás de la Alemania rica son los países de la eurozona. Si dejamos de lado la Inversión Extranjera Directa (IED), el resultado es sorprendente: Alemania era hacia 2008 acreedora neta con la eurozona por 23% del PIB y deudora neta con el resto del mundo por 10% del PIB. Dicho de otra manera, Alemania invirtió en Europa no sólo sus ahorros, sino también los ahorros de otros países del resto del mundo.

Salvar a la eurozona es salvar las finanzas germanas

En suma, dos factores ponen a Alemania en una casi inevitable apuesta por la continuidad de la eurozona. La primera se refiere a los efectos irreversibles de la demografía: los superávit externos alemanes desaparecerán en el futuro. No habrá oportunidad hacia delante de apostar a otros planes para aumentar los activos externos porque la dinámica será la opuesta, típica de países viejos (de liquidación de activos).

La segunda tiene que ver con el resultado de la estrategia elegida en el pasado. La riqueza externa alemana es la contrapartida de la deuda externa de la Europa periférica: una desintegración del euro haría impagables dichas deudas, la riqueza alemana se “desinflaría”, y Alemania terminaría viejo y con importantes pérdidas de riqueza. Por supuesto, el avance generalizado del nacionalismo en Europa acrecienta los riesgos de tensiones y ruptura, y Alemania no es una excepción.

Pero pensar en una Alemania que apueste en contra del euro es similar a imaginar a un acreedor que destruye o reniega de sus activos. Y es difícil recordar a alguien que haya huido dejando un tendal de acreencias a su alrededor.

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