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Las mujeres

El mayor mercado emergente de todo el planeta.

25 octubre de 2012

“A nadie se le ocurriría decir que es una mala idea invertir en China o en la India. Entonces, ¿por qué no invertir en las mujeres? No hay duda de que las mujeres son un enorme mercado emergente”. Quien pronunció esta afirmación es Beth Brooke, vicepresidenta de Asuntos Públicos de la consultora internacional Ernst & Young, durante el reciente lanzamiento de una campaña destinada a promover las condiciones de vida de las mujeres para impulsar el crecimiento global. Esta iniciativa, que ya cuenta con el respaldo de gigantes del consumo masivo, como Coca-Cola y Wal- Mart, y líderes de las finanzas, como Goldman Sachs, surgió de la comprobación, por parte de la Organización Internacional del Trabajo, de que 860 millones de mujeres están excluídas del mercado, y que esa cifra trepará a 1.000 millones en menos de una década.

De allí viene el título con que se bautizó la campaña: The Third Billion, que alude a que mil millones es el número de consumidores que suma aproximadamente cada uno de los gigantescos mercados asiáticos, pero pronto habrá otros mil millones dispersos por todo el planeta que pondrán en marcha un fenómeno económico y social sin precedentes cuando logren acceder a un mejor nivel de vida: las mujeres.

Según quienes están a cargo de este proyecto, hay, básicamente, cinco factores que mantienen a esta gran masa de población por fuera de los márgenes del mercado:

-Discriminación social y jurídica.

-Barreras para fundar un emprendimiento.

-Deficiencias en el nivel de educación y entrenamiento.

-Falta de acceso a las fuentes de financiamiento.

-Políticas y prácticas discriminatorias en el mercado laboral.

Uno de los argumentos con que se busca atraer a este movimiento a grandes compañías globales es que las mujeres no sólo representan una enorme población consumidora, sino que también constituyen una formidable fuente de mano de obra y de potenciales redes de proveedores, si desarrollan su capacidad emprendedora.

El universo total de la población femenina viene mostrando un crecimiento económico que avanza a una velocidad incomparable. Hace una década, sus ingresos globales sumaban US$ 6 billones. Apenas cinco años después, en 2007, trepaban a US$ 9,8 billones (lo que refleja una expansión del 63%). Y la tendencia no muestra signos de desaceleración. Se estima que actualmente las mujeres perciben ingresos anuales por US$ 13 billones y que en 2017 la cifra se aproximará a los US$ 18 billones.

Para poner estos datos en perspectiva basta considerar que esos US$ 5 billones de crecimiento duplican la expansión que registrarán en ese período las economías de China y la India, sumadas. Otros datos sugestivos que suelen citar los documentos del flamante grupo:

-Actualmente, las mujeres son dueñas de un tercio de los emprendimientos en el escenario global.

-Casi la mitad de esas firmas controladas por ellas se encuentra en el mundo en desarrollo.

-Se estima que las mujeres deciden el destino del 75% de los gastos discrecionales en los hogares.

Desequilibrio

Sin embargo, este formidable peso económico no encuentra un correlato siquiera aproximado en las estructuras de poder, tanto en el Estado como en el mundo empresario. Suele decirse que en el sector privado el avance femenino ha sido prodigioso, puesto que, si se examina el ranking de la revista Forbes de las 500 compañías más grandes del mundo, la cantidad de mujeres al tope de la dirección se duplicado en la última década. Pero el dato pierde relevancia cuando se comprueba que, aún así, las CEOs mujeres son apenas el 4% del total.

En cuanto a la participación femenina en los directorios de las grandes firmas, alcanza a un magro 11,1% en los países industrializados y desciende a 7,2% en las principales economías emergentes. Un informe reciente del Foro Económico Mundial alerta, por su parte, sobre una situación de inequidad manifiesta. “La presencia femenina en las empresas tiende a concentrarse en los niveles inferiores y medios. Es decir, a medida que se avanza en la escala jerárquica, se observa que el porcentaje de mujeres es menor”, subraya la investigación, que, llamativamente coincide con los hallazgos de la revista Forbes en un punto neurálgico.

“En las compañías más grandes del mundo que participaron en nuestra encuesta se advierte que, en promedio, no llega a 5% la proporción de mujeres que ocupan el principal puesto de dirección”. Podría pensarse que la mejor manera de eludir el proverbial “techo de cristal” que frena el ascenso de las mujeres en los planteles de personal de las grandes compañías es fundar su propio emprendimiento.

Pero la realidad demuestra que las cosas no son tan sencillas tampoco en ese terreno. En Estados Unidos, aunque unos 16 millones de mujeres son dueñas o socias de empresas, lo que representa casi la mitad de la categoría (46%), las disparidades afloran en cuanto se mira por debajo de la superficie: las firmas cuyo capital está en manos masculinas tienen 3,5 veces más posibilidades de alcanzar una facturación anual de US$ 1 millón. Los motivos de este fuerte contraste tienen que ver, entre otras cosas, con factores objetivos, como las mayores resistencias que encuentran las mujeres al buscar financiamiento, o su escasa pertenencia a redes de contacto entre empresarios, o su deficiente capacitación, pero también reflejan cuestiones subjetivas, como la baja autoestima o el fuerte compromiso con las obligaciones familiares.

En las economías emergentes, el panorama es bastante parecido. Entre 31 y 38% de las Pymes están total o parcialmente en manos de mujeres. Pero la proporción es sustancialmente mayor en los emprendimientos de pequeña escala (entre 32 y 39%) que en los de dimensiones medianas (entre 7 y 21%).

Apuesta a futuro

¿Por qué se espera tanto del impacto que puede tener el ingreso al mercado de mil millones de mujeres? Para empezar, hay que tener en cuenta el efecto multiplicador que se observa cuando grandes masas de población se incorporan a la economía global, como ya se vio en los casos de China y la India. El flujo de nuevos consumidores y trabajadores expande notoriamente los mercados de bienes y servicios. Claro que, a diferencia de lo que ocurrió con los gigantes asiáticos, estas mujeres están dispersas por todo el mundo, de modo que su influencia tendrá un carácter global más nítido. Y finalmente, aunque no menos importante, las mujeres que cuentan con un ingreso propio tienden a destinar más recursos que los hombres a la educación de sus hijos, lo que a su vez representa una importante inversión a futuro.

Recuadro I: La excpeción china

Entre aquellos magnates que, en todo el mundo, generaron por sus propios medios una fortuna superior a los US$ 1.000 millones, sólo 14 (menos del 10%) son mujeres. Pero resulta llamativo que, de ese exiguo grupo, la mitad proviene de China. En la más extensa nómina de millonarias, el predominio del coloso asiático es aún más evidente. ¿Qué factores promueven el éxito de las emprendedoras chinas en comparación con sus pares del resto del mundo? Estas son algunas de las razones más citadas en relación con este fenómeno: Un ambiente socioeconómico que alienta a las mujeres a educarse y armar un negocio propio; habilidades gerenciales adquiridas en las estructuras de grandes organizaciones estatales o privada; redes de contactos, establecidas a través de sus carreras profesionales, que facilitan el acceso a los recursos financieros para independizarse; y mayor flexibilidad del marco regulatorio del mercado.

Recuadro II: Ranking mundial de equidad de género

El listado elaborado por el Foro Económico Mundial que se resume en estas páginas muestra qué grado de igualdad exhibe cada país en cuanto a las condiciones de vida de su población femenina. No resulta sorprendente que en el cuadro de honor de los diez primeros, la mitad de las posiciones aparezcan ocupadas por los prósperos y socialmente avanzados estados nórdicos.

Es llamativo, en cambio, que Lesoto, un pequeño enclave africano, se instale en el octavo lugar. Esto se explica por la histórica migración de los hombres para trabajar en las minas de la vecina Sudáfrica, lo que dejó a las mujeres a cargo de áreas vitales en el escenario socioeconómico, como la administración pública y la educación. Llama la atención, también, que Estados Unidos, el líder global, se ubique en la modesta 17ª posición, apenas tres lugares por encima de la atribulada Cuba. Y más contradictoria aún es la situación de Japón, una potencia global que sin embargo desciende al 98° lugar en esta área.

Y así como podría argumentarse que los nórdicos cuentan con la ventaja de ser estados relativamente ricos y escasamente poblados, lo que favorecería la tendencia a la equidad, tal hipótesis se derrumba frente a casos como Kuwait, un pequeño reino bendecido por la abundancia de la renta petrolera, que sin embargo se sitúa muy abajo, en el lugar 105° del ranking de la igualdad.

La Argentina se instala en un puesto relativamente avanzado (el 28°), pero está lejos de ostentar el liderazgo en la región, que le corresponde a Cuba (20°), seguida por otros estados insulares (Trinidad- Tobago y Bahamas). En el puesto 26° aparece Costa Rica y en el 27° Nicaragua. Guatemala exhibe el peor desempeño de la región y se ubica en el puesto 112°. Los dos gigantes económicos de América Latina muestran, por su parte, un pobre desempeño en materia de equidad de género. Brasil se ubica en la 82ª posición y México aún más abajo: en la 89ª.

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