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La importancia de llamarse Lula

Una figura política clave.

19 octubre de 2012

Es difícil encontrar a un político, hoy en día, que sea querido por sus compatriotas. Más raro aún es que sea valorado en otros países. Sin duda, el ex presidente de Brasil integra ese selecto grupo.

Una ovación lo recibió el miércoles cuando ingresó al salón principal del Sheraton Hotel de Mar del Plata, sede del 48º Coloquio de IDEA. Los dirigentes políticos y sindicales presentes, en su mayoría opositores al kirchnerismo, se acercaban para una foto o poder cruzar unas palabras con quien fuera ungido como la persona del año en 2010 por la revista Time. Su popularidad lo ha convertido en una especie de “comodín”. Todos quieren una foto con él.

Quien atemorizaba a los mercados a poco tiempo de ascender al poder, allá por 2003, se ha convertido casi en un gurú económico y fue recibido con un gran entusiasmo por los más de 700 empresarios congregados en la ciudad balnearia para el tradicional encuentro sectorial. “Cuando decidimos que la temática del Coloquio iba a ser el desarrollo sustentable y la importancia de la generación de acuerdos entre el sector público, el privado y los sindicatos, invitar a Lula nos pareció una gran idea. Sabe de lo que habla, ya que en Brasil este tipo de articulaciones han funcionado, y muy bien. Además, haber sacado 25 millones habitanes de la pobreza y haber expandido la clase media en 37 millones de personas era un proceso del cual podríamos aprender. Si bien no es un país igual a la Argentina, algunas experiencias de lo ocurrido en Brasil podrían trasladarse aquí. ¿Por qué genera tanto entusiasmo? Por su carisma, por su manera clara de hablar y por su historia de vida”, explicó a El Economista Ignacio Stegmann, presidente de 3M Argentina y del 48º Coloquio.

En su discurso, Lula no se salió del libreto y se dedicó a criticar la respuesta a la crisis de los países centrales. En vez del “tsunami financiero” que utilizó la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, Lula eligió la expresión “avalancha de liquidez” y dijo que ello causó problemas en los precios relativos en los mercados emergentes. Lula, además, pidió cambios en la gobernanza mundial que reflejen el mundo multipolar actual.

Elogió, en cambio, las políticas aplicadas durante su gestión y la de Rousseff, pese a que Brasil está prácticamente estancado desde que asumió su delfín político en enero de 2011. Una de las partes más aplaudidas de su discurso fue cuando mencionó que “la inflación en Brasil sigue controlada”. Valoró el ascenso de Brasil al sexto puesto en el ranking de economías más grandes (“estaremos en el puesto número cinco antes de lo que muchos creen”), pero olvidó mencionar el fenomenal “viento de cola” del que gozó Brasil y del hecho de que, dentro de la región, el Gigante Sudamericano continúa siendo uno de los que menos crece. Para este año, por ejemplo, se espera un alza del PIB de sólo 1,5% contra un promedio regional de 3% o más.

Sobre la relación bilateral con la Argentina, dijo que creció mucho y apeló a la épica refundacionista que suele utilizar el kirchnerismo: “En materia de integración, Néstor y yo, y ahora Cristina y Dilma, hicimos en diez años más de los que otros hicieron en cincuenta años”. El comercio bilateral pasó de US$ 7.000 millones en 2003 a casi US$ 40.000 millones en 2011. Este año, sin embargo, bajará a alrededor de US$ 35.000 millones, admitió Lula sin dar explicaciones. Pero no sólo fluyen los bienes a través de las fronteras, sino las inversiones. Lula le sugirió a los empresarios brasileños (“para evitar que les griten imperialistas por las calles de Buenos Aires”) a unirse con socios y empresas argentinas y crear compañías binacionales.

Asimismo, reconoció que Brasil, por su peso, tiene el rol de liderar el proceso de desarrollo regional, algo que muchos analistas le cuestionan: “Brasil no puede ser una isla rodeada de países pobres”. Como el Rey Midas, todo lo que toca el ex tornero mecánico que soñaba con trabajar en una fábrica cordobesa se convierte en oro. Si bien reconoció que, en su adolescencia no le gustaba la política, Lula seguirá siendo uno de los políticos, sino el más, relevante de América Latina del Siglo XXI.

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