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La amenaza latente de la restricción externa

Los desafíos por delante.

21 septiembre de 2012

(Columna de opinión de Paula Belloni y Andrés Wainer, investigadores del Area de Economía y Tecnología de la Flacso y del Conicet)

Luego de la crisis del año 2001, con la devaluación y el establecimiento de un tipo de cambio “competitivo y estable”, la Argentina entró en un ciclo de recuperación y crecimiento sostenido que tuvo un fuerte impacto en el desempeño de las distintas variables de la economía. En relación al sector externo, la devaluación de la moneda y los cambios en el patrón de crecimiento a partir de 2002, junto a la mejora en los términos de intercambio, favorecieron a los sectores productores exportadores del país posibilitando la reversión del déficit de cuenta corriente que había predominado durante la vigencia del régimen de convertibilidad.

A partir de un intercambio comercial con saldo favorable y de la mejora en las cuentas públicas, se produjo una importante acumulación de reservas internacionales que posibilitó el desplazamiento de los problemas de restricción externa que recurrentemente había presentado la economía argentina. Pero a partir de 2007, y con la excepción del 2009, el superávit de cuenta corriente se ha ido achicando hasta extinguirse en 2011.

Esta evolución del sector externo, junto a un deterioro del superávit fiscal y un contexto internacional menos favorable en los últimos años, genera dudas sobre el abastecimiento de divisas necesario para sustentar los altos niveles de crecimiento económico. Este resultado de la cuenta corriente es producto, en gran medida, de la contracción del excedente comercial a partir de 2010, debido al creciente déficit del sector manufacturero y al estado crítico de ciertos sectores como el energético, cuyas importaciones alcanzaron en 2011 un valor de US$ 9.400 millones. Y también, del incremento de las rentas de inversión (remisión de utilidades al exterior e intereses de la deuda externa): el año pasado estas últimas cerraron con un saldo negativo de US$ 10.757 millones, mientras que el saldo comercial alcanzó un valor de US$ 11.310 millones.

Sin embargo, vinculado a estos fenómenos se esconde un viejo problema estructural que se ha profundizado bajo el modelo de la posconvertibilidad: la extranjerización de la economía en un contexto de fuerte concentración económica. Entre otros elementos, el creciente peso del capital extranjero en la economía local se asocia con al menos tres procesos principales que tienen fuertes repercusiones en la cuenta corriente de la economía argentina.

El desequilibrio industrial

Un creciente déficit comercial manufacturero: las grandes empresas extranjeras (que operan con amplias facilidades ante la vigencia de la Ley 21.282 de Inversiones Extranjeras sancionada en la última dictadura cívicomilitar) se han fortalecido como sólidas plataformas productivas vinculadas a actividades favorecidas por el dólar alto y el alza del precio de los commoditties como las extractivas (agronegocios, minería y energía), manufacturas alimentarias y ciertas industrias elaboradoras de insumos básicos (acero y aluminio).

Esto se ha producido en detrimento del resto de las actividades manufactureras, que presentan constantes saldos negativos en la balanza comercial ?aun cuando operan bajo regímenes de privilegio como la armaduría automotriz?, producto de su bajo nivel de competitividad relativa y de la dependencia tecnológica. En la mayoría de los casos exportadores, se trata de producciones oligopólicas, con escasas articulaciones internas, poco demandantes de mano de obra, con bajos salarios en términos internacionales y elevados registros de explotación de la fuerza del trabajo. Una fuerte dependencia técnica de bienes de capital e insumos importados que las filiales extranjeras traen del exterior: a pesar de que el valor de las importaciones se ha encarecido en moneda local a partir del 2002 ?básicamente por el tipo de cambio alto, no se ha producido un cambio estructural en la relación entre el crecimiento del producto y la dependencia de las importaciones, especialmente con aquellas con mayor valor agregado y contenido tecnológico.

En un escenario signado por un débil proceso sustitutivo ante la casi total ausencia de políticas industriales activas y coordinadas, las compras de bienes y servicios importados se han incrementado considerablemente al calor del fuerte crecimiento económico. Esto es cierto, especialmente, en las importaciones de bienes de capital e intermedios, fuertemente vinculadas a la lógica de producción de las empresas extranjeras. Un incesante crecimiento de las remesas de utilidades por parte de las empresas transnacionales que operan en el país: la salida de divisas por este motivo pasó de un saldo neto (salida neta) de US$ 633 millones en 2003 a uno de US$ 7.330 millones en 2011. Dicha estimación debe ser considerada como de mínima, ya que este valor se incrementa aún más si se considera la fuga de divisas que ?por otros medios? realizan dichas empresas (pago de royalties y honorarios, subfacturación de exportaciones, sobrefacturación de importaciones, pago de intereses a empresas relacionadas, etcétera.

La restricción externa

Si bien hasta el momento no se ha hecho presente el mecanismo de stop and go (“pare y siga”), esto no supone que la histórica restricción externa haya sido finalmente superada. La dilatación del clásico estrangulamiento externo parece deberse fundamentalmente al mencionado incremento de los precios de los principales productos que exporta la Argentina y, en menor medida, al sostenimiento de un tipo de cambio “alto”, aunque cada vez menos competitivo dada la dinámica inflacionaria interna. Por el contrario, los procesos vinculados a la lógica productiva del capital extranjero (la alta elasticidad importaciones/producto y el incesante crecimiento de la magnitud de las remesas de utilidades por parte de las empresas trasnacionales que operan en el país) presionan negativa e incrementalmente sobre el resultado de la cuenta corriente.

Desde ya que no se trata, como lo planteaban algunos teóricos del “desarrollismo” medio siglo atrás, de alcanzar un nivel de sustitución de importaciones cuasi absoluto, pero tampoco parece suficiente que, como hasta el momento, las crecientes importaciones se vean compensadas temporalmente con exportaciones.

Primero, porque las evidencias precedentes sugieren que, en la medida en que se siga achicando el excedente en el comercio exterior y/o incrementando la remesa de utilidades por parte de las filiales transnacionales, el mantenimiento del equilibrio en cuenta corriente corre serios riesgos.

Segundo, más importante es que, aunque se logre mantener dicho equilibrio y se evite en lo inmediato un nuevo “estrangulamiento externo”, nada de esto garantiza el desarrollo económico per se, ya que las exportaciones siguen estando concentradas mayormente en sectores con poco valor agregado y/o bajo contenido tecnológico, mientras que las importaciones, a excepción de los combustibles, revisten mayormente el carácter opuesto.

El freno a las importaciones y la recuperación relativa del superávit comercial en los primeros meses del 2012 parece tener más que ver con la desaceleración de la economía en un contexto de crisis mundial y con algunas medidas temporales orientadas a resolver ciertos desequilibrios macroeconómicos de carácter coyuntural, que con una reversión de los legados críticos de la economía argentina. En efecto, no se vislumbra un cambio significativo del carácter periférico y dependiente de la economía argentina.

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