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Sector energético

¿Cómo resolver los desequilibrios?

17 agosto de 2012

La reciente intervención del mercado energético es un paso más luego de la expropiación de YPF y sigue abriendo el debate energético en la Argentina, en un mercado dominado por la escasez de oferta y los desequilibrios de precios. El sistema energético es decisivo para el crecimiento y bienestar de una economía y de sus habitantes.

Una oferta energética sustentable desde lo productivo y lo ambiental es imprescindible para que la producción y la inversión se desenvuelvan en un contexto de previsibilidad y planificación adecuados. Asimismo, esta oferta debe compatibilizarse con la demanda de energía, de modo de no generar desequilibrios en un mercado básico para el funcionamiento de otros mercados productivos.

La Argentina se enfrenta al desafío de diseñar una nueva matriz energética, dados los déficit registrados en la oferta nacional de hidrocarburos, electricidad y combustibles que ostenta en la actualidad. Estos desequilibrios han surgido por una combinación de excesos de demanda y rigideces de oferta motivados por decisiones de políticas energética y tarifaria desde 2002 hasta la fecha. El camino pasa, como ocurre en el mundo, haciendo hincapié en el relevante aporte que puede realizar un nuevo marco regulatorio del gas y petróleo, en las posibilidades de la energía hidroeléctrica y, en el aporte menor pero relevante, de las energías renovables.

Así, con un autoabastecimiento de oferta energética en el largo plazo, se puede promover el desarrollo económico y humano, con otras políticas, pero sin quedar el resto de los sectores productivos dependientes de las necesidades energéticas.

Así lo entendió Arturo Frondizi en 1958, y logró el autoabastecimiento petrolero. Hoy retrocedimos 50 años.

Soluciones imperfectas

Los mercados con exceso de demanda y estrecheces de oferta terminan en desequilibrio. El resultado en este caso ha sido un desequilibrio entre oferta y demanda energética y de combustibles. Por el lado de la oferta, la capacidad de inversión del propio Estado y de las nuevas empresas energéticas nacionales no ha sido suficiente hasta la fecha, mientras las grandes multinacionales han postergado planes de inversión por no contar con un marco regulatorio actualizado. La demanda de energía, sobre todo de consumo privado, en la que persisten las tarifas bajas, no ha cesado de aumentar en la década y hasta comienzos de 2012.

La respuesta política a la crisis de oferta energética ha sido la sustitución de la menor producción nacional por importaciones. De este modo, energía eléctrica desde Brasil, fuel-oil desde Venezuela, gas desde Bolivia o la que viene por barco desde ultramar han sido algunos de los instrumentos utilizados para paliar el déficit de oferta. Dicha situación está generando un déficit comercial externo en combustibles y energía cuando, en principio, existen las posibilidades de que el país se autoabastezca, en el mediano plazo, con una adecuado set de incentivos. En materia de oferta de naftas, es notorio el creciente desacople entre la demanda por parte del parque automotriz y la capacidad de reposición del combustible por parte de las refinerías, con episodios de escasez cada vez más recurrentes.

Desde un punto de vista macroeconómico, la actual situación llevó ?junto a otros motivos? al déficit comercial energético y es uno de los motivos del déficit fiscal del Sector Público Nacional, que llegó a $ 30.663 millones en 2011, por el gasto público en subsidios a la energía y transporte, que sumó $ 56.000 millones. La balanza comercial energética, por primera vez desde 1987, registró un déficit en 2011 de U$S 2.931 millones (INDEC). En 2012, se estima que el déficit sería de US$ 10.000 millones.

Alternativas

Los cambios en la matriz energética implican procesos de largo plazo, que requieren voluntad política, estrategia, planificación y previsibilidad. Una política energética que busque aumentar sustancialmente la oferta de energía, debería tener tres objetivos: autoabastecimiento, diversificación y competitividad, con un contenido productivo y social. Un nuevo marco regulatorio para el petróleo y el gas, y una redefinición de las relaciones entre las provincias petroleras y la Nación, parece imprescindible para comenzar a cambiar los incentivos. Por su parte, los nuevos yacimientos de shale oil son una incógnita por el momento.

La normalización de los precios del mercado de hidrocarburos y combustibles es un primer paso, tendiendo a su igualación al precio internacional, a lo que seguirían, sin dudas, una mayor explotación de cuencas nuevas y tradicionales en hidrocarburos, lo que generará un renovado dinamismo productivo. Se deberían eliminar gradualmente los subsidios a los segmentos de consumo residencial en un plazo de tres o cuatro años, y asegurar una tarifa social efectiva como medio de acceso de toda la población careciente a la oferta energética.

Se debería subsidiar a la demanda y no a la oferta. El subsidio a la demanda debe ser focalizado hacia la población pobre, y no hacia la demanda generalizada ?subsidio universal? como durante estos años.

La energía hidroeléctrica podría tener un nuevo impulso, tanto en la región del NOA, como en Cuyo y en la Patagonia, donde ya han sido relevados por la Secretaría de Energía en 2006 una serie de proyectos rentables, muchos de los cuales podrían ser impulsados. Las posibilidades de generación de energía renovable también deben ser tenidas en cuenta con mayor importancia. Se puede fomentar estas fuentes como un complemento de sustitución parcial de los combustibles fósiles. Las posibilidades de generación de energías renovables en toda la geografía del país son reales, y muchas ya están en funcionamiento.

Estas fuentes de energía pueden ser relevantes para acompañar el desarrollo productivo de las economías regionales, generando mejores condiciones de vida en el interior, fomentando el empleo local y el desarrollo regional. Existen una serie de posibilidades para normalizar el mercado energético, modificando los incentivos de los agentes participantes de manera sustancial para poder estimular la oferta nacional y lograr el autoabastecimiento, como lo lograra Frondizi 50 años atrás.

(De la edición impresa)

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