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Intervención monetaria

Esta vez le toca a Europa.

10 agosto de 2012

(Columna de opinión de Germán Fermo, Ph.D., consultor económico, Director de la Maestría en Finanzas de la UTDT y autor de www.gfermo.blogspot.com)

El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, hace tiempo viene jugando un inteligente y eficiente haciendo de poquer con el mercado que consiste simplemente en insinuar mucho y hacer muy poco. Sin dudas, esta es una atribución que puede tomarse un banquero central cuando se ganó la confianza del mercado. Y Bernanke, después de la caída de Lehman Brothers en septiembre del 2008, ha tenido una firmeza y una consistencia sustancial en materia de política monetaria: se ha convertido lisa y llanamente en el ancla de riesgo de este mercado.

Bernanke encaró una estrategia de política monetaria ultraacomodativa (en inglés, dovish) que no sólo llevó a las tasas de corto plazo a 0% sino que, además, como medida adicional para estimular la economía e impactar en las expectativas implementó dos rondas muy agresivas de compra de bonos contra la emisión de dólares (Quantitative Easing I y II). De esta forma, el mercado le compró a Bernanke la noción de que si algo verdaderamente se complica podrá contar con la Fed como sostenedora en última instancia del nivel de precios de los activos financieros. Esta noción de un banco central siempre listo para evitar una tragedia al estilo de la de septiembre 2008 es lo que en la jerga de mercado se conoce como put gratis. Este concepto simplemente significa que cuando algo realmente se complica, aparece Bernanke frenando un ciclo a la baja y generando reflación de activos financieros vía emisión neta de dólares.

El problema es que ahora Bernanke enfrenta dos aspectos que posiblemente debiliten el impacto de esta estrategia a futuro. Primero, la Fed viene jugando la misma carta de póker desde hace cinco años y sobreutilizando su bala monetaria. Segundo, la Fed no puede hacer mucho cuando el problema está del otro lado del Atlántico.

Ahora, le toca el turno a Europa de poner su casa en orden. El jueves de la semana anterior Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), anunció su decisión de política monetaria y, además, como es costumbre del BCE dio una conferencia de prensa en donde claramente decepcionó a un mercado que esperaba algún anuncio contundente. Primero, se dejó la tasa de referencia en 0,75%. O sea, con países como España y Grecia con tasas de desempleo que superan el 20% el BCE siquiera se anima a bajar agresivamente sus tasas. Segundo, si bien Draghi hizo referencia a intervenir en el mercado de bonos de los PIIGS no quedó claro cuándo lo haría y, por sobre todo, cómo lo haría. En este último aspecto es importante saber si las intervenciones serían esterilizadas o no. Cuando una compra de bonos se esteriliza no se crea dinero en forma neta por lo que no sería un “QE” al estilo americano.

Lo cierto es que todavía el mercado no tiene una sola pista de cómo procederá el BCE en las próximas semanas y lo sorprendente es que ante la decepción el mercado sólo se negativizó por una horas para luego ralear formidablemente. El IBEX español, por ejemplo, subió 6% al día siguiente.

Si bien queda claro que una tragedia “a lo Lehman” muy probablemente sea imposible a la luz de las intervenciones potenciales de los distintos bancos centrales del G10, también es cierto que el 2012 es un año con dos problemas importantes a los que el mercado ha ignorado con excepción del mes de mayo: la desaceleración global y la crisis de deuda europea. A pesar de la reacción de los mercados en estos últimos días, que parecerían hasta desmesurados en relación al estado de la economía global y a la crisis de deuda europea en particular, Europa sigue sin tener una estrategia clara de resolución de su deuda. Y, hasta tanto no la tenga, no sorprendería volver a ver situaciones de alto estrés en las curvas de la Europa comprometida.

Lo que Europa no hizo y debería hacer consiste en tres pasos. Primero, debería escoger un nivel que considere apropiado para los rendimientos de los PIIGS. Por ejemplo, los títulos de España a diez años en 4%. Segundo, debería intervenir agresivamente en el mercado de bonos y emitir todo lo que sea necesario para llevar las tasas a ese nivel de rendimientos, tal como ha hecho la Fed. Tercero, debería mantenerse indefinidamente en la punta compradora (el bid, en inglés) de los bonos para garantizar que esos rendimientos permanezcan invariables y, de esa forma, desalentar cualquier intento de “sortear” la deuda.

Estos tres pasos deberían ser ejecutados en forma integral y atacando simultáneamente a todas las curvas de los PIIGS. De lo contrario estas medidas sólo generarían euforia temporaria para sucumbir a meses de implementadas tal como ha venido siendo el caso desde mayo del 2010 cuando nos enteramos de que Grecia era un problema. Y aun haciendo todo bien desde el lado monetario, Europa deberá además encarar reformas sustanciales desde el lado fiscal que estabilicen la relación deuda/PIB de muchos soberanos comprometidos. Para alcanzarlo se necesitará cirugía general desde el lado fiscal. Las intervenciones monetarias tienen un gran impacto en el corto plazo pero en el largo son ineficaces. La emisión de dinero no soluciona los problemas. A ellos hay que atacarlos en forma real y desde el lado fiscal.

Por lo cual, aun bien implementados, los anuncios del BCE deberían ser comprendidos como el comienzo de un largo camino de ajuste al que deberá atenerse Europa. De ahí que tanto festejo con tanto por hacer todavía resulta bastante incomprensible. El mercado de acciones en EE.UU., por mucho menos, llegó a estar 22% debajo de su nivel actual.

(De la edición impresa)

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