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El regreso del problema de la doble transferencia

Rémoras "ochentistas".

28 agosto de 2012

(Columna de opinión de Ramiro Albrieu, economista del CEDES)

Luego de varios años de desafiar los registros históricos, hacia el año 2011 parecíamos retornar hacia cierta normalidad argentina. Nos referimos, claro, a los déficit gemelos: el resultado financiero del sector público nacional registró un rojo cercano a 1,7% del PIB mientras el saldo de cuenta corriente fue prácticamente nulo, aunque en el último trimestre se movió hacia un déficit cercano a los US$ 360 millones.

Frente a este nuevo escenario, el Gobierno reaccionó en forma disímil: con fuertes políticas de intervención en el mercado de divisas, de manera que el primer semestre de 2012 el superávit comercial se incrementó marcadamente, y con una profundización del rojo en las cuentas fiscales.

Podemos resumir lo ocurrido en el primer semestre de la siguiente manera. Las cuentas del Gobierno se mueven hacia el déficit y ello se debe a dos factores: empeora el resultado primario y se acrecienta el peso del servicio de la deuda. En particular, cobra importancia el pago de la deuda externa; de hecho, el Gobierno estuvo transfiriendo divisas en concepto de pagos de deuda por US$ 4.000 millones de dólares. Para evitar una caída equivalente en las reservas, las políticas de control sobre las compras de divisas del sector privado generaron la mejora del saldo comercial que mencionamos más arriba. El costo, por supuesto, no ha sido menor: las importaciones de bienes de capital colapsaron y ello probablemente influyó en que la desaceleración de la economía argentina haya sido muy superior a la observada en otros países de la región.

Claro que, a diferencia de lo que ocurre en países como Chile o Venezuela, en la Argentina el superávit comercial es generado por el sector privado, de manera que el sector público debe buscar la forma de apropiarse de dólares que prima facie no le pertenecen. Y es en esa compra del superávit privado de dólares por parte del Gobierno en la que reside una parte importante de la resistencia a la baja en la inflación. Nos referimos, por supuesto, a la dinámica del impuesto inflacionario, en tanto se transforma en una fuente importante de emisión monetaria.

La breve descripción anterior remite a la macroeconomía de los ochenta. De hecho, el peso de los pagos externos y sus efectos sobre la economía se asociaba a la “transferencia externa”, mientras que el dilema sobre cómo el sector público se hacía de los dólares del sector privado se refería a la “transferencia interna”. Ambos, en conjunto, daban lugar al problema de la “doble transferencia”, que explicaba a un tiempo la dispar (y desafortunada) dinámica de precios y cantidades.

Sólo que, al comparar la situación actual con la de hace tres décadas, hay una pequeña diferencia. En aquella oportunidad los fundamentals macroeconómicos eran muy débiles: existía un sesgo al déficit comercial en un entorno de términos de intercambio deprimidos y exportaciones estancadas, mientras que la deuda pública transitaba rutinariamente por senderos insostenibles. Nada de eso ocurre en la actualidad: los términos de intercambio se encuentran en máximos históricos y el sector público es incluso acreedor del resto del mundo. A pesar de esta diferencia, no hay señales de que esta particular “movida ochentosa” desaparezca en un horizonte cercano.

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