El Economista - 70 años
Versión digital

mie 24 Abr

BUE 16°C

Crecimiento orientado por la demanda

El cambio estructural de la industria.

01 agosto de 2012

(Columna de opinión de Matías Mancini, economista del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación -CIEPYC? de la Universidad Nacional de La Plata)

Tras la crisis del régimen de convertibilidad, el establecimiento de un tipo de cambio diferenciado a través de retenciones frente a una coyuntura internacional de elevados precios de materias primas (la cual incentiva una especialización que permita la obtención de rentas derivadas de la exportación de commodities agrícolas) y la implementación de políticas laborales y sociales que fortalecieron el mercado interno a medida que mejoraba el empleo han permitido sostener una expansión industrial que ha comenzado a revertir el proceso de desindustrialización iniciado en 1976. De esta manera, la industria se ha constituido en uno de los motores del crecimiento mostrando una tasa de expansión anual promedio de 8,2% entre 2003 y 2010, superior al crecimiento del PIB (7,6% promedio anual).

A su vez, este proceso se revaloriza cuando se observa lo acontecido en el resto de países de América Latina, en los cuales ha disminuido el peso de la industria en el PIB y en las exportaciones. En este marco de expansión industrial sobresale una característica que diferencia notoriamente el crecimiento industrial reciente con lo sucedido durante la Convertibilidad: la expansión conjunta del empleo y la productividad. Asimismo, se abre el interrogante sobre la existencia a partir de 2003 de cambios (o no) en la estructura sectorial al interior de la industria.

Respecto al primer punto, a diferencia de los ´90, cuando los aumentos de la productividad estuvieron asociados a respuestas defensivas de las empresas frente a la mayor presión competitiva, que se tradujeron en la racionalización de las plantas de trabajadores y la incorporación de innovaciones tecnológicas y organizativas ahorradoras de trabajo, desde 2003 se observa un crecimiento simultáneo de la productividad (37,6% entre 2003 y 2010) y el empleo industrial (30,1% en el mismo período) con evidentes impactos sociales. La conciliación entre la ampliación de las plantas de trabajadores y los aumentos en la productividad se basaron en la expansión ininterrumpida y sistemática de la demanda agregada, cuyo aporte más significativo vino dado por el consumo privado, aunque también hubo notorios crecimientos de las exportaciones y de la inversión, con la consiguiente ampliación de las capacidades instaladas.

Cambios en la matriz y límites

El segundo punto refiere a si el nuevo régimen macroeconómico iniciado en 2003 estuvo acompañado de un cambio en la matriz de la industria manufacturera en términos de la contribución de cada rama al valor agregado total de la industria. La importancia del cambio estructural surge del hecho de que no todos los sectores poseen idéntico potencial para establecer encadenamientos intersectoriales y permitir la difusión del progreso técnico hacia el resto de los sectores productivos.

Ciertas ramas juegan un rol clave como difusoras intersectoriales de tecnología al adaptar las nuevas técnicas a las necesidades de una extensa gama de sectores posibilitándoles un aumento de productividad. El aumento del peso de estas ramas en la estructura productiva contribuiría entonces a la superación de los dos condicionantes fundamentales al desarrollo económico: el estrangulamiento externo y la heterogeneidad de la estructura productiva. De la observación del aporte de cada rama industrial al valor agregado total de la industria, y de sus cambios entre 2002 y 2010, pueden obtenerse algunas lecciones.

Tras el régimen de convertibilidad, en el año 2002 la estructura industrial presentaba, además de un mayor grado de concentración en la mayoría de los mercados y un considerable grado de extranjerización, un claro sesgo hacia actividades basadas en el procesamiento de recursos naturales (siderurgia, industrias alimentarias y petroquímica), las cuales definían a su vez el patrón de inserción internacional de la economía. A excepción de las terminales automotrices, que se beneficiaron de políticas específicas al sector, el resto de los sectores se vio fuertemente perjudicado por la apreciación cambiaria y la apertura comercial, especialmente las manufacturas tradicionales (textil, cueros y calzados) y los productores de bienes de capital (maquinaria y equipo, aparatos eléctricos y equipo de transporte). Este patrón de expansión sectorial se revierte desde la salida de la crisis de 2001-2002.

En una primera etapa (2003-2007), los sectores intensivos en trabajo (textil, vestimenta, cueros y calzado) ven crecer su participación juntamente con las industrias de maquinaria y equipos y aparatos eléctricos, quienes ganan peso en la estructura industrial a la par que se observa una reducción del peso de los sectores líderes en la década previa.

Sin embargo, este nuevo patrón se detiene entre los años 2008 y 2009. Tanto el complejo textil como las industrias productoras de bienes de capital son las que más sufren en términos relativos el contexto de crisis internacional y la pérdida de competitividad-precio ante la paulatina apreciación cambiaria del tipo de cambio.

Excepciones y desafíos

No obstante, ciertas industrias de alta tecnología muestran una continua participación creciente durante todo el período, incluso desde el año 2008. Estas son la industria farmacéutica y la fabricación de instrumentos médicos. Conjuntamente, ambos sectores pasaron de representar el 9,3% del valor agregado industrial total en 2002 al 11,7% en 2010. El salto competitivo en estas ramas se comprueba en el significativo aumento de su coeficiente de exportación sobre valor bruto de producción, que pasa de tan sólo el 6% promedio entre 1993 y 1998 al 22,3% promedio entre 2003 y 2010.

De esta forma, pese a que la estructura productiva continúa concentrada en industrias ligadas a la explotación de recursos naturales, explicado principalmente por la industria alimentaria y de metales comunes (las industrias ligadas a recursos naturales representaron el 43,2% en 2002 y el 39,8% en 2010 del valor agregado industrial), el mayor peso de los sectores mencionados anteriormente, muestra la presencia de cambios, aunque incipientes, en el tejido industrial, y que deberían constituirse en la base para un incremento del peso de sectores con mayor dinamismo y potencialidad para difundir intersectorialmente el progreso técnico e inducir aumentos de productividad.

LaArgentina se encuentra en una situación favorable para profundizar su sendero en la dirección mencionada. Los avances logrados desde 2003 en lo que concierne a la recomposición del tejido industrial, revirtiendo su tendencia de los casi 30 años previos, han generado las bases necesarias, sobre todo con la creación de empleo, revitalización del mercado interno, sostenimiento de tasas estables de expansión y aumentos de la inversión, para avanzar en políticas sectoriales activas que permitan cambios más profundos en la transformación productiva, de manera tal de reducir la heterogeneidad estructural y el patrón de especialización signado por el aprovechamiento intensivo de los recursos agropecuarios, mineros e hidrocarburíferos, con el objetivo último de lograr mejorar la inclusión social.

(De la edición impresa)

últimas noticias

Lee también

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés