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Los temores de Néstor

Y la estrategia del Gobierno.

01 junio de 2012

La crisis de 2001 dejó muchas enseñanzas. Néstor Kirchner, en su momento, tomó nota de aquellas circunstancias que debería evitar en el futuro si pretendía conservar el poder. Una de ellas es no perder el control de la calle; la otra, asegurarse de que no haya sobresaltos en el mercado financiero. Tener dificultades en esos planos equivale a que se genere una imagen de falta de gobernabilidad.

En América Latina, varios presidentes dejaron anticipadamente el poder ? sin necesidad de esperar el veredicto de las urnasporque sus adversarios lograron arrebatarle el dominio del espacio público. Por eso, rápidamente, Kirchner buscó establecer una alianza con las principales organizaciones piqueteras que tenían entonces una capacidad de movilización de la que hoy carecen. Un acuerdo posterior con Hugo Moyano y otros dirigentes gremiales, a medida que fueron recuperando capacidad de presión como consecuencia del aumento del empleo, completaron el esquema de alianzas para tener la capacidad de movilización popular del lado del Gobierno.

Precisamente el momento de mayor debilidad política del kirchnerismo fue cuando por motivo de la 125 las entidades agropecuarias le ganaron las calles y las rutas de todo el país. La otra gran lección se refiere al mercado financiero. Kirchner aprendió que cualquier corrida sobre los depósitos o en el mercado cambiario como consecuencia de la incertidumbre económica, potencian el malhumor social, particularmente, en el caso de los volátiles sectores medios. Y actuó en consecuencia.

En nueve años de kirchnerismo no se tomaron medidas ?ni en el plano impositivo ni el de la legislación del sector? que pudiesen alterar significativamente las reglas de juego del sistema financiero pese a que el discurso progresista del Gobierno llevaba a suponer lo contrario. Y las pocas veces que en las que se inició una corrida cambiaria, Kirchner decidió abastecer al mercado con todos los dólares necesarios y en poco tiempo la situación se calmó. Esa estrategia rindió sus frutos y los argentinos volvieron a confiar en los bancos, lo cual parecía una utopía a comienzos de 2002.

El sistema financiero local está sólido y no cabe esperar que vaya a haber cambios en el comportamiento de los ahorristas con excepción de aquellos que tienen depósitos en dólares. Pero la estrategia que está siguiendo ahora el Gobierno ante una presión en el mercado cambiario es otra. Ya no se piensa en abastecer la demanda sino en restringirla. No es un cambio producto de una nueva concepción ideológica sino del deterioro de algunas variables económicas.

En primer lugar, la tasa de inflación que, combinada con una moderada devaluación nominal, llevó al dólar a un valor que los agentes económicos perciben como insostenible. Los controles contribuyeron a que se amplíe la brecha con el dólar paralelo que tendrá efectos negativos sobre la tasa de inflación. Desde el Gobierno se sostiene que poco más del 10% de la población, compra dólares. Pero ese dato no relativiza el problema sino que lo agrava dado que implica una enorme ganancia para un sector minoritario de la población lo cual empeora la distribución del ingreso. Más allá del discurso pesificador, los que apostaron al dólar en los últimos meses, volvieron a ganar.

(De la edición impresa)

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