El viernes se reunieron en Roma los jefes de Estado de los cuatro grandes de Europa: Alemania, Franca, Italia y España. La noticia más relevante que surgió del encuentro es que se implementará un paquete de estímulo de 130.000 millones de euros que apunte, precisamente, a estimular la economía. El paquete, que ahora debe ser discutido con los socios menores de la Unión Europea (UE), representa 1% del PIB de la eurozona. Si bien faltan precisiones sobre el paquete de rescate, muchos analistas creen que es un giro interesante en la manera en que Europa, y especialmente Alemania, están encarando la crisis ya que entienden que la falta de crecimiento es la explicación central del agravamiento de la misma. Este año se espera que el PIB de la eurozona se contraiga 0,3%. En Grecia, la caída superará el 4,5% y en España e Italia rondará el 1,5%. Pero también los países más “seguros” de la eurozona están sintiendo los bríos recesivos: hay indicadores que muestran que la economía alemana está estancada.
La semana pasada también hubo otra noticia, pero proveniente del Banco Central Europeo (BCE): el Consejo de Gobierno decidió adoptar medidas adicionales para incrementar la disponibilidad de activos de garantía para las entidades de contrapartida a fin de mejorar su acceso a las operaciones y reforzar la provisión de crédito a los hogares y a las sociedades no financieras. En concreto, significa flexibilizar las condiciones para prestar dinero a los bancos comerciales de la zona del euro pues el BCE redujo el rating mínimo exigido cuando los bancos depositan determinados activos como colateral a la hora de pedir liquidez al banco.
Todas las miradas apuntan a la cumbre de jefes de Estado del próximo 28 y 29. Allí se verá, dicen los analistas, no sólo el real alcance de la flexibilización de la postura alemana sino, más importante, los contornos de la nueva arquitectura bancaria y fiscal de la eurozona. Los líderes europeos saben que sólo decisiones firmes y decididas cambiarán el rumbo.
