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Estados Unidos: todo mejor

Menos el mercado laboral.

24 mayo de 2012

Dos académicos estadounidenses, Nir Jaimovich y Henry Siu, de la influyente Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, una organización privada, fundada en 1920, de donde surgieron veinte premios Nobel de Economía), indagaron en el vínculo entre dos fenómenos típicos de las últimas décadas en el mercado laboral de su país. Por un lado, la lenta recuperación de los empleos tras el fin de la recesión. Los datos oficiales sobre el tema son elocuentes: en abril, el número de desocupados (12,5 millones de personas) y la tasa de desempleo (8,1%) mostraron una situación de virtual estancamiento. Junto con esto, los autores del estudio destacan la desaparición, lisa y llana, de oportunidades de trabajo en ocupaciones típicas de los estratos medios del universo laboral, un proceso que ha dado en denominarse polarización del empleo.

La vinculación de ambas situaciones, señalan Jaimovich y Siu, responde a dos hechos comprobables. Para empezar, dicen, la polarización no es un proceso gradual: prácticamente toda la pérdida de oportunidades de trabajo en los segmentos medios se presenta durante una retracción económica. Y, por otro lado, las recuperaciones económicas con desempleo persistente se explican por lo que ocurre en estos sectores medios. Esto tiene que ver con la tendencia, observable desde la década de 1980 en Estados Unidos, a la concentración del empleo en los dos extremos de la escala de las calificaciones laborales: los puestos que requieren elevada preparación y aquellos que no involucran prácticamente ningún entrenamiento formal. En esencia, se trata de la continua eliminación de puestos de trabajo en tareas rutinarias, que cada vez más pueden automatizarse para ser ejecutadas por máquinas.

En las últimas tres recesiones estadounidenses, señalan Jaimovich y Siu, la tasa de empleo continuó declinando durante años a pesar de que los índices de actividad se habían recuperado. Y estos baches se presentaron, casi con exclusividad en los sectores medios de la fuerza laboral. Esto coincide, por otra parte, con el comportamiento de las inversiones empresarias en tecnología informática (robótica, equipos de computación, software), que tras una recesión experimentan aumentos muy superiores a los que se registran en otras áreas. Los autores citan, en apoyo de su tesis, lo ocurrido tras las recesiones de 1970, 1975 y 1982. En todos estos casos, el empleo volvió a crecer durante el primer semestre posterior al fin de la crisis. Pero las nuevas tendencias comenzaron a manifestarse a mediados de la década de 1980. Durante las recesiones de 1991, 2001 y 2009, la expansión que siguió al fin de la retracción del PIB, no fue acompañada por una similar recuperación de los puestos de trabajo. En 1991, el empleo continuó cayendo durante 18 meses y no volvió a recobrar su nivel previo a la crisis hasta cinco años después. En 2001, los puestos de trabajo continuaron disminuyendo durante veinticuatro meses y no habían alcanzado a recuperar su índice anterior cuando se produjo la crisis de 2009, sin que todavía se haya logrado retrotraer la situación al panorama previo.

En definitiva, argumentan los autores, las llamadas reactivaciones con desempleo no son simplemente períodos de pérdida (o crecimiento muy lento) de oportunidades de trabajo, seguidos por una recuperación que se demora más de lo esperado, sino que se concentran en la caída de la demanda en ocupaciones rutinarias y esta caída no termina de compensarse, ni siquiera a mediano plazo. Se trata, sencillamente, de oficios que tienden a desaparecer

Volver a invertir

Es que, según se ocupan de destacar analistas económicos y del sector informático, desde mediados del siglo pasado no se registraba en Estados Unidos una disposición tan vigorosa de las empresas a adquirir maquinaria y software combinada con una notable reticencia a ampliar su plantel de personal. Y no se trata sólo de la antigua tendencia a sustituir el trabajo por capital. Aquí interviene también la política oficial de impulsar el desarrollo tecnológico del sector privado a través de fuertes beneficios impositivos. A lo que hay que sumar, desde luego, las bajas tasas de interés para financiar la renovación de equipos.

La contratación de personal, en cambio, muestra un comportamiento nada entusiasta. En el último semestre, las empresas han incorporado a sus planteles un promedio mensual de 142.000 trabajadores, la mitad de lo que se necesitaría para bajar de manera significativa la tasa de desempleo. Es cierto que, según lo demuestra la Historia, las inversiones que aumentan la productividad finalmente impulsan la creación de nuevos empleos y mejoran los niveles de vida de los trabajadores. Pero no es menos cierto que, mientras tanto, la eficiencia mejorada tiende a postergar las decisiones de contratar nuevo personal. En esta oportunidad, además, parece agudizarse más que nunca la brecha entre ambos procesos. Desde que la economía estadounidense empezó a crecer nuevamente, en 2009, las inversiones en equipos informáticos y software aumentaron 31% (un ritmo de renovación que no se veía desde hace tres décadas).

En cambio, la incorporación de personal en el sector privado apenas se incrementó en 1,4% en el mismo período. Y esta debilidad en la recuperación del empleo sólo se asemeja a la que se registró tras la recesión de 2001. Erik Brynjolfsson, un economista del Massachusetts Institute of Technology, ofrece una interesante explicación para el fenómeno. Desde su perspectiva, las compañías estadounidenses comenzaron a reforzar apreciablemente sus planes de tecnificación para ahorrar mano de obra a mediados de la década de 1990. Pero fueron las dos recesiones las que convencieron a los ejecutivos de las bondades de esta política.

Enfrentados a la necesidad de reducir personal, pudieron comprobar que podían elevar luego rápidamente su producción, a medida que el mercado lo demandara, sin necesidad de incorporar trabajadores. “Es como si la economía hubiera acumulado un gran potencial de ahorro de mano de obra al que no se había recurrido hasta que la recesión obligó a hacerlo”, explica Brynjolfsson en su libro “Wired for Innovation: How Information Technology is Reshaping the Economy”.

Escasez de expertos

Y no se trata simplemente de que la sustitución de trabajo por capital resulte ahora más accesible y conveniente. La escasez de mano de obra calificada es algo más que una queja ocasionalmente escuchada entre los gerentes de recursos humanos.

Según un estudio de la filial de Minneapolis de la Reserva Federal, un tercio del desempleo en Estados Unidos se explica por la discrepancia entre las calificaciones profesionales que demandan las empresas y las que pueden exhibir los trabajadores. Y en una encuesta realizada por la consultora McKinsey entre 2.000 empresas estadounidenses, el 40% manifestó que tenían puestos vacantes desde hacía más de seis meses, que no lograban ocupar porque no encontraban a los candidatos adecuados. “Y el déficit no se limita a áreas en las que solicitan ingenieros, científicos o expertos en informática”, advierte Mc Kinsey en un informe sobre el tema. “A través de nuestras entrevistas pudimos comprobar que también falta personal con diversos niveles de educación: soldadores, enfermeras o técnicos nucleares, por ejemplo”. Esto es lo que explica que muchas compañías ?y no sólo las más grandes? opten, cada vez más, por implantar sus propios programas de capacitación, para generar la preparación adecuada del personal existente o de nuevos empleados.

Sorprendentemente, las empresas privadas son hoy, en Estados Unidos, la principal fuente de educación para adultos. La acelerada incorporación de tecnología, que impregna hoy a toda la economía, acrecienta el tamaño del desafío. Sólo Japón supera a Estados Unidos en la utilización de robots en sus industrias. Las inversiones en estos equipos aumentaron 41% durante el último año. Lo cual, sin duda, se refleja en los avances de los índices de productividad. En el último año, la producción por hora trabajada en el sector no agrícola aumentó 6%, en tanto que las horas efectivamente trabajadas sólo se elevaron 1,5%. Y no se trata sólo de las políticas de promoción del gobierno para reequipar el aparato productivo. La recesión misma operó a favor de la adquisición de tecnología, a través de una guerra de precios que, como señalan algunos medios especializados, colocó al sector en una situación parecida a la del mercado inmobiliario: el último año fue inmejorable en materia de oportunidades para los compradores. Lo cierto es que, según estudios especializados, lo que en 1950 se fabricaba con el trabajo de 1.000 personas ahora apenas demanda 185. Por otro lado, en 1979, en pleno auge de la industria fabril norteamericana, 19 millones de trabajadores pertenecían a ese sector. Hoy, sólo llegan a 12 millones.

Quién es quiénen el mundo laboral

Jaimovich y Siu ordenan las categorías laborales en tornode dos ejes: el intelectual, que distingue a las actividades cognitivas de las manuales, y el de la rutina, que define a las ocupaciones que requieren respuestas propias, flexibilidad y capacidad de resolución de problemas frente a aquellas en las que sólo se exige cumplir con un procedimiento ya establecido. En este esquema, las ocupaciones cognitivas no rutinarias abarcan tareas gerenciales, profesionales y técnicas (por ejemplo, cirujanos, directores de obras, analistas financieros, programadores de software). Las tareas cognitivas rutinarias ocupan un espectro que va desde los cajeros de bancos, hasta empleados de correo y administrativos en general. En cuanto a los trabajos manuales rutinarios, están incluídos aquí los obreros de la industria, operadores de maquinaria, albañiles, metalúrgicos y peones de frigoríficos. Pero también hay ocupaciones manuales que requieren criterio propio, sobre todo en el área de servicios: porteros, jardineros, o asistentes de los centros de salud.

(De la edición impresa)

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