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"Dudo que lleguemos a 2% de crecimiento"

Entrevista a Javier González Fraga.

30 mayo de 2012

Javier González Fraga, economista y candidato a vicepresidente por la Unión Cívica Radical (UCR) en las últimas elecciones, dialogó con El Economista sobre la coyuntura económica local.

¿Cuáles son las explicaciones del dólar paralelo y cómo cree que va a evolucionar?

El dólar saltó ahora, así como podría haber saltado hace tres meses o dentro de tres meses. El salto se dio en este momento por una suma de errores del Gobierno que pusieron toda la tensión en el dólar.  Con todos los controles que se aplicaron, quienes no estaban pendientes del dólar pasaron a estarlo y el mensaje que se fue instalando es que estaba muy barato el dólar oficial. Hubo otras circunstancias que terminaron de enrarecer el clima, como la de YPF, en los sectores más ligados a la inversión.  Y también algunas otras cuestiones que no tienen que ver con el Gobierno como la devaluación de real brasileño, del peso chileno y del euro frente al dólar. De repente, empezó a recuperar valor el dólar en el mundo y acá estaba tremendamente barato.  De todas maneras, insisto, el problema no es el dólar, sino la inflación.  La Argentina es, por lejos, el país que más ha devaluado su moneda en la región.  El tema es que la hemos devaluado al doble que los demás países pero con una tasa de inflación cuatro veces mayor. O sea que, en términos reales, se apreció muchísimo nuestro tipo de cambio si lo medimos con un índice de inflación serio y real. Por eso digo que el problema es la inflación.  El dólar es la consecuencia de esa suba de precios.

La brecha entre el dólar oficial y el paralelo, ¿no agravará aún más el problema inflacionario?

Sin dudas. Una brecha del 25%, como la que estamos teniendo, empieza a cambiar la referencia.  Los importadores, ante el riesgo de no poder reponer la mercadería, buscan salirse de su mercadería pero al tipo de cambio paralelo y también hay una invitación a la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de importaciones.  Cuando el Gobierno desdobló de hecho el mercado de cambios prohibiendo la compra de particulares, creía que con eso frenaba la huída de capitales. Pero cuando tenés una brecha de 25%, la huída de capitales te viene por otras cuentas. Por ejemplo, si un turista llega a la Argentina y le pregunta al portero de un hotel dónde hay un banco para vender dólares, el portero le dice 'vendámelos a mí, que se los pagó 50 centavos más'. Los miles de rentistas que hay en la Argentina y venden dólares para vivir, hoy van a las cuevas y no a los bancos.  O sea que hay desvíos y filtraciones por varios lados.  Esto explica porque las reservas sólo subieron U$S 1.000 M mientras el superávit comercial fue de U$S 6.000 M en el primer cuatrimestre.  Es difícil pronosticar qué pasará.  Diría que pasará lo que el Gobierno quiera que pase, pero debe saber que no puede manejar la cantidad y el precio, al mismo tiempo.  Si quisiera bajar el paralelo, lo hace muy fácil: vende U$S 2.000 M y el paralelo desaparece.

Un mecanismo que usó en otras épocas.  ¿Por qué no ahora?

Desconozco.  Si quisieran mantener el tipo de cambio en el nivel actual, podrían hacerlo.  Obviamente, con un costo sobre las reservas.  En junio de 1990, cuando era Presidente del BCRA, se armó una corrida estimulada por los bancos y decidimos poner a la venta el 40% de las reservas.  Por supuesto que no logramos vender nada, pero quedó claro nuestra convicción de que ese era el tipo de cambio y que estábamos dispuestos a vender. Después volvió a pasar muchas veces.  Vos tenés que poner la plata donde ponés la boca. Si, como dicen los funcionarios, $ 4,50 es un buen precio, si te pagan $4,51, vendé. Luego recuperarías las reservas seguramente.  Ahora bien, si vas a perder reservas a $ 4,50 y dentro de unos meses llegás a la conclusión, que muchos economistas compartimos, que el tipo de cambio está apreciado, sí vas a tener un problema.  Pero, ojo, la solución no pasa por devaluar sino por controlar la inflación.  Devaluar en este contexto de anarquía de expectativas inflacionarias, donde algunos dicen que estamos al 20% y otros al 30% o más, es tirar nafta al fuego. Por eso, antes que encarar la cuestión cambiaria, el Gobierno debe encontrar una solución para la inflación.

El senador Aníbal Fernández dijo éstos días dos frases sobre el tema: “Sería un suicidio liberar el dólar. La flotación administrada del dólar es manejada en función de los intereses de los argentinos” y “la Argentina tiene que empezar a pensar en pesos”. ¿Qué piensa?

No comparto totalmente la primera frase.  Toda mi vida he estado a favor de una flotación sucia. Por supuesto que no estoy a favor de una liberación total, pero entre una liberación total y estar totalmente alejado de la realidad hay una gama muy grande.  Entonces, coincido en parte en que hay que administrar la flotación pero no en un contexto en el cual el dólar está 30% por debajo de lo que cree el mercado y en el que, además, tu socio comercial principal está devaluando rápidamente. Eso no es una administración inteligente.  Con respecto a la segunda frase, por supuesto que estamos de acuerdo en pensar en pesos. Pero la forma de lograr que los argentinos nos olvidemos del dólar es una política de estabilidad, es decir, inflación baja.  Si la inflación sigue duplicando la tasa de interés, es obvio que el dólar se convertirá en una alternativa de inversión. Nadie quiere perder la mitad de sus intereses reales. Quisiera agregar que el mayor obsesionado con el dólar parece ser el Gobierno.  Si tenés U$S 46.000 M en reservas podrías tranquilizar el mercado fácilmente.  Creo que la obsesión del Gobierno en no perder reservas ha sido lo que nos llevó a esta situación.  Por eso, el primero que debería dejar de pensar tanto en dólares es el propio Gobierno.

Es un escenario complejo y sin opciones económicas neutras, como dicen los economistas.  Una opción implica perder reservas y otra seguir deteriorando la competitividad cambiaria.

Yo ya lo decía en la campaña. Para mí la situación no es más compleja de lo que era hace seis meses.  El cambio es que ahora nos dimos cuenta.  En una campaña que se caracterizó por la fiesta, los fuegos artificiales y una sensación de 'está todo bien', la economía ya se estaba enfriando. Por supuesto, la población aún no percibía esto. Me he cansado de hacer pronósticos de crecimiento de 2% para este año y, ahora que casi todos comparten esa visión, ya ni siquiera creo que lleguemos al 2%. La situación social empezará a deteriorarse pues el Gobierno se quedará sin plata para repartir. Más que repartir plata, va a repartir inflación.  Además de la inflación, los otros dos indicadores que me preocupan son la no generación de empleo y la caída estrepitosa en la inversión. El nivel de empleo está comenzando a retraerse y la inversión bien medida, es decir, sin obra pública y otras cosas que no constituyen inversión dura y productiva, está cayendo.  La inversión en maquinaria agrícola o de bienes de capital están descendiendo a más de 40%.

Decía que tus proyecciones de crecimiento son más pesimistas que hace unos meses. ¿Por qué?

Muchos sectores están entrando en recesión. La sequía terminando afectando mucho más de lo que se admitía al comienzo.  Ha golpeado la desaceleración de Brasil, cuya industria cayó 2%, y explica porque la exportación de autos y muchos otros productos hacia ese mercado están cayendo. El mundo no está ayudando, el clima tampoco ayudó y, encima, hay una caída de la inversión que, por supuesto, también golpea en la demanda. Esto está empezando a impactar en los gastos de la gente, desde los consumos populares hasta los restaurantes y los taxis, que son los primeros en verse afectados. También creo, como dicen muchos dirigentes agropecuarios, que así como la reactivación llegó del interior a las grandes ciudades, la recesión también llegará desde el interior a las grandes ciudades. Estuve recorriendo el interior y allí el clima es otro.  Hace tiempo que están cuidando el peso y hay mucha más cautela y austeridad.  Hay problemas en sectores importantes del agro, desde aquellos que producen trigo y maíz hasta los que exportan vinos y limones.  En la segunda mitad de este año el impacto en las grandes ciudades va a ser mucho más claro.

Hablaba recién de la importancia de controlar la inflación.  ¿Ves al Gobierno avanzando en esa dirección o, por el contrario, lo ves más preocupado en mantener una tasa alta de crecimiento, aún a costa de una mayor inflación?

Sin duda, me parece que están pensando en la segunda opción.  Creo que el plan es llegar a las legislativas del año que viene con fuerza, lograr el 40% de los votos y quedar cerca de los 2/3 necesarios para imponer una reforma constitucional. Para ello, evitarán hablar de temas problemáticos, entre ellos, la inflación, pues deberían modificar su política en el INDEC.  No hay manera de seguir sosteniendo esa mentira.  Llevamos 65 meses desde que se empezó a trampear el Indice de Precios. La inflación acumulada y escondida por el INDEC es de alrededor de 80 puntos.

El dólar está ganando posiciones en muchos lugares del mundo, entre ellos, Brasil.  ¿Qué implica esto para el país?

Es una mala noticia. La Argentina disfrutó del dólar débil.  Cuando uno hablaba del viento de cola en los últimos años, no era porque al mundo le iba bien.  De hecho, le iba pésimo. Pero en ese contexto pésimo, sucedían dos cosas que le venían bien al país. Se apreciaban todas las monedas, lo que disimulaba nuestra propia apreciación y subían los precios de los commodities. Ahora, el dólar está más fuerte y varios países han comenzado a devaluar.  Dilma Rousseff, a diferencia de Lula, tiene una decisión clara de recuperar rentabilidad en el sector industrial.  Creo que lo va a lograr, y eso es una buena noticia para la Argentina, pero en el mediano plazo. El corto plazo es distinto: en los últimos 6 meses, devaluaron 25% en términos reales contra nosotros y ya no va a ser tan comprador de nuestros productos.

Cuando arranca una nueva gestión, siempre hay cambios y nuevas orientaciones.  Más aún, si hay cambios de nombres y nuevas figuras en el equipo económico. ¿Cuánto ha cambiado desde octubre a esta parte la estrategia en el plano económico?

Creo que sí, aunque los cambios empezaron un poco antes. Hay un corrimiento, digamos, hacia la izquierda.  Hay más coincidencias entre el relato y las acciones. La presencia de directores estatales en los directorios de las empresas, lo de YPF y los rumores de nuevas intervenciones del Estado configuran un claro corrimiento.  Ya no existe más el capitalismo de amigos que describió Roberto Lavagna hace 5-6 años.  El Gobierno se ha distanciado bastante de los banqueros y muchos empresarios con los que solía tener buenos vínculos.

Por último, ¿cómo está viendo la situación del sistema financiero?

Bien, creo que el sistema financiero disfruta de un muy bajo nivel de endeudamiento público, que les ha dado, a diferencia de otras épocas, más holgura en las decisiones. Hay una mayor cautela hoy en día y todos están procurando mantener la buena calidad de sus carteras. La rentabilidad también ha sido alta en los últimos años.  El bajo nivel de endeudamiento y la salud del sistema financiero han sido dos de los puntos más positivos de los últimos años.

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