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YPF: Impacto político

Diferencias entre el PRO, la UCR y el FAP.

23 abril de 2012

La decisión de expropiar YPF y pasar la mayoría accionaria al Estado generó diversas reacciones. Sin lugar a dudas tendrá consecuencias en el plano económico pero también sacudió el escenario político. El Gobierno llevó adelante una medida que tiene amplio apoyo popular, lo cual le permitió recuperar la iniciativa. Pocas cosas pueden contribuir más al relato oficialista que la estatización de YPF. Por eso, lo que gana en términos de construcción de un discurso político para el futuro es más de lo que se pierde por poner en evidencia las contradicciones y falencias del Gobierno en la materia.

Al describir la situación energética, algunos funcionarios parecían estar hablando como si la política seguida hasta ahora les fuese ajena. Ya en ocasión de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso se esperaba una definición presidencial en la materia. Teniendo en cuenta experiencias anteriores ?como el comienzo de las críticas a Clarín que abrieron el camino para la ley de Medios?el desenlace era previsible desde el momento en el cual la Presidenta empezó a cuestionar a YPF. La decisión también refleja un realineamiento dentro del Gobierno. En muchas ocasiones primaron las respuestas de corto plazo pero ahora predomina una visión de tipo más estructural que impulsa Axel Kicillof. Y no cabe duda que esta iniciativa integrará la lista de reformas que el kirhnerismo sostendrá que cambiaron el país.

Hay en este caso, al igual que en la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, una mezcla de necesidad y convicción. Por un lado está la necesidad de recursos y de cuidar los dólares que ahora escasean pero también se impulsan cambios en los cuales muchos kirchneristas creen. Como suele ocurrir en la Argentina, el debate sobre la oportunidad de esta medida quedará abierto por muchos años. El Gobierno impulsó una medida que colocó en un lugar incómodo a la oposición que en el Congreso terminará votando mayoritariamente, aunque más no sea en general, por el proyecto del Poder Ejecutivo. Eso será una ayuda frente a las críticas que provienen del exterior porque demostraría que es una iniciativa que tiene un amplio respaldo político. A su vez, la situación externa no parece ajena al momento elegido para tomar la decisión política porque la Argentina y su Gobierno están en una situación de fortaleza frente a la atribulada España.

Los opositores

En el terreno opositor la iniciativa causó impacto. Como era de esperar, Hermes Binner salió a apoyar el proyecto dado que el socialismo votó casi todas las leyes importantes que impulsó el Gobierno en los últimos años. Pero la novedad es que trató de forzar a todos los legisladores del FAP para que voten de la misma manera. En proyectos relevantes como el del Banco Central, el FAP tuvo a la hora de votar las tres conductas posibles: a favor, en contra y abstención. Binner creyó que en este tema, si el espacio pretendía ser visto como algo duradero, tenía que votar de la misma manera. Por ahora parece haberlo logrado, pese a que no era el camino que prefería Margarita Stolbizer, que propiciaba el rechazo.

Una vez más, el PRO se convirtió en la fuerza que más claramente confronta con el Gobierno. Lo hace aún sabiendo que la mayoría de la sociedad ve con buenos ojos la iniciativa oficial. Hay también en ese caso una mezcla de conveniencia y convicciones. Efectivamente el macrismo no cree en las estatizaciones, pero además se siente políticamente cómodo al convertirse en la única fuerza que se posicionó en la vereda de enfrente del kirchnerismo en este tema.

En la UCR el debate fue intenso. Pero prevaleció la idea de acompañar, en general, la iniciativa del Ejecutivo. Pero marcará sus diferencias en el tratamiento en particular. Como no tiene posibilidades de modificar una coma del proyecto, la lectura que quedará es que la UCR votó con el oficialismo. De esa manera, el radicalismo pretende ser coherente con sus posiciones históricas en la materia, aun a costa de perder perfil opositor. Tampoco caben dudas de que las últimas elecciones pesaron en la decisión. El arrepentimiento por el acuerdo con De Narváez y la ruptura con el socialismo llevó a que muchos radicales sostuviesen que la derrota electoral fue consecuencia del “giro a la derecha”. Y vieron en este debate una buena oportunidad para intentar lavar esa culpa que pesa sobre los sectores radicales que se consideran progresistas.

(De la edición impresa)

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