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FMI: Europa

Y la estabilidad financiera.

23 abril de 2012

“Las presiones sobre los bancos europeos persiste, porque sigue presente el riesgo soberano, hay bajo crecimiento, grandes necesidades de refinanciar deuda (roll-over, en inglés) y la necesidad de los bancos de reestablecer colchones de capital para recuperar la confianza de los inversores”, dice el Informe de Estabilidad Financiera que difundió el Fondo Monetario Internacional (FMI) esta semana. Por un lado, el FMI destacó los logros del último tiempo.

“En los últimos meses se han adoptado importantes medidas de política sin precedentes para atajar la crisis en la zona del euro. A nivel nacional, Italia y España están aplicando políticas más firmes; se ha llegado a un nuevo acuerdo respecto de Grecia, e Irlanda y Portugal están avanzando adecuadamente en la implementación de sus respectivos programas. Es importante destacar que las decisivas medidas tomadas por el Banco Central Europeo (BCE) han servido para respaldar la liquidez bancaria y aliviar las dificultades de financiación, mientras que los bancos están reforzando sus reservas de capital conforme a las directrices de la Autoridad Bancaria Europea. Por último, se han tomado medidas para fortalecer los mecanismos de gobierno económico, promover la disciplina fiscal y reforzar el cortafuegos (fire-wall, en inglés) a nivel de la zona del euro”, sostuvo José Viñals, director del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital, en la presentación del trabajo.

La sensación es que los riesgos se han contenido parcialmente, y no solucionados. Por eso, la amplia mayoría del informe se centró en los riesgos a la baja (downside risks, en inglés), que siguen siendo muchos. Eso explica que haya vuelto a emerger la volatilidad en las últimas semanas. La propia directora gerente del organismo, la francesa Christine Lagarde, había dicho que “lo peor de la crisis ya pasó”. En efecto, aún puede ser cierta la apreciación (en la que también coincidieron líderes, como el italiano Mario Monti), ya que el nivel de riesgo no ha llegado a los niveles más altos del segundo semestre de 2011. Pero, es obvio, nadie se animaría a darla por terminada hoy, dadas las noticias que provienen de las economías más débiles. Hay varias fuerzas en juego.

El temor del FMI es que “el desapalancamiento de los bancos europeos sea sincronizado y de amplia escala” puesto que, en ese escenario, se podrían resentir la oferta de crédito, el nivel de actividad económica y el precio de ciertos activos. Uno de los escenarios planteados es que los bancos importantes de la Unión Europea (UE) deban desprenderse hasta finales de 2013 de unos U$S 2,6 billones o 7% de sus activos. El organismo sugiere que se debería avanzar hacia “mayor integración financiera y económica de la eurozona”. Menos crédito equivale a menos crecimiento. Sin crecimiento, pagar deudas puede ser imposible (por más buena voluntad que haya). Por eso, “sería prematuro afirmar que hemos salido de la crisis, porque no se ha logrado aún garantizar una estabilidad duradera. De hecho, los acontecimientos de las últimas semanas son un recordatorio de que la actitud de los mercados puede cambiar rápidamente y reavivar las tensiones de financiación soberana, dejando a muchas entidades soberanas y sistemas bancarios atrapados en un círculo vicioso”, agregó Viñals.

Quizás para no pecar de vuelta de anticipar un escenario de crisis, el informe del FMI le da mucho despliegue a la posibilidad de que la situación económica de los países más débiles (básicamente, los discriminados PIIGS) empore. Como diciendo, esta vez avisé. Es que al desapalancamiento del sector financiero y también de los privados, los países le han agregado un ajuste fiscal para controlar el nivel de endeudamiento público que está produciendo que la recesión sea aún más profunda. Y, sobre todo, creando dudas sobre la efectividad de encarar todos éstos ajustes de manera simultánea y planteando el problema que los economistas denominan de “inconsistencia temporal”. ¿Será posible resolver todos estos desafíos a la vez?

El informe también mostró su preocupación por la menor oferta de activos considerados seguros. A causa del menor apetito por el riesgo, los activos considerados seguros son cada vez menos y, por lo tanto, aquellos a los que aún se los considera de esa manera, verán subir sus cotizaciones. “Eso tiene implicancias negativas para la estabilidad financiera global”, señaló el FMI.

Para la economía global es un tema de suma importancia. Si bien la economía europea es cada vez menos influyente y, como dicen algunos analistas, el mundo se ha acostumbrado a crecer sin el motor europeo, un agravamiento de la crisis tendrá, inevitablemente,consecuencias globales.

“Los mercados de deuda soberana permanecen frágiles, producto de posiciones fiscales complicadas y el retiro parcial de inversores tradicionales. Financiar la deuda pública será una cuestión compleja para muchos países de la eurozona”, dice el FMI. La pregunta es cuántos seguirán el camino de Grecia, Irlanda y Portugal, que ya han accedido a líneas de asistencia financiera tras perder su acceso a los mercados. El problema es que las próximas víctimas, que podrían ser España e Italia, son demasiado grandes para ser rescatadas.

Además de esta advertencia, el FMI le hizo un flaco favor a la credibilidad del plan de ajuste del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. Las proyecciones del organismo son que el rojo fiscal de este año no será de 5,3%, como acordó Madrid con Bruselas, sino de 6% del PIB. Recién llegará al 3% (objetivo que espera para 2013), tope que imponía el Tratado de Maastricht, en el año 2018. Aun así, la semana pasada el país ibérico logró colocar deuda a 10 años a una tasa de 5,7% en una subasta más demandada de lo esperado.

En los próximos meses habrá que monitorear de cerca lo que ocurra en el sistema bancario, en los mercados soberanos y en las perspectivas de la economía real. Si los temores crecen, éstas tres variables se complicarán y, muy probablemente, el BCE y el propio FMI deban volver al centro de la escena. Si vuelve la calma, en cambio, podrían bajar las tasas de interés soberanas, achicarse la necesidad de desapalancamiento del sector financiero y colocarle un piso a las perspectivas de crecimiento.

(De la edición impresa)

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