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Alternativas frente a la negociación salarial que se viene.

15 febrero de 2012

(Columna del economista Martín Apaz)

Se acerca la época de las convenciones colectivas para 2012, y las ideas y vueltas entre trabajadores/sindicatos, empresarios y autoridades ya se hacen sentir. Cada uno de estos grupos tiene sus intereses para llevar a las negociaciones que se avecinan. Los trabajadores esperan que la masa salarial real (es decir, el poder adquisitivo de los hogares) siga aumentando fuerte, los empresarios reclaman que los aumentos salariales no excedan el 20% (a la par de lo que se espera por estos días en materia inflacionaria para 2012) y las autoridades necesitan que se llegue a un delgado equilibrio que permita que aumente la masa salarial real (y, por ende, pueda seguir creciendo el consumo), por un lado, y que no genere demasiada presión sobre los costos de las empresas (y, por ende, que acelere la dinámica de la inflación), por otro.

Antes de avanzar con los escenarios que pueden materializarse de cara a las negociaciones paritarias de 2012, vale la pena realizar un breve repaso del esquema utilizado en los últimos años (al menos desde el abandono de la convertibilidad), y que ha permitido que las negociaciones se realicen sin demasiada conflictividad año tras año. Entre el segundo trimestre de 2002 y el cuarto trimestre de 2011, la masa salarial (cantidad de empleados multiplicado por la remuneración que percibe cada uno de ellos) nominal creció 635%, a un promedio de 23% por año. Puesto de otra manera, y en términos generales, el costo salarial nominal de las empresas creció a ese ritmo en los últimos casi diez años. Pero el promedio de los precios creció, en idéntico período, mucho menos que eso (293% desde principios de 2002 o 15% promedio por año).

Sin embargo, y a pesar que los precios crecieron bastante por debajo de lo que lo hizo la masa salarial, los empresarios lograron que la “ecuación” de rentabilidad les cierre gracias al fuerte aumento de las cantidades vendidas que se produjo durante los últimos años. En efecto, las ventas en términos reales subieron 83% desde 2002 (6% promedio por año). Si analizamos la dinámica conjunta de los precios y de las cantidades vendidas desde 2002, se observa que ésta prácticamente calcó la trayectoria que tuvieron los costos salariales nominales durante los últimos casi diez años. En definitiva, el incremento de las cantidades vendidas permitió durante los últimos años compatibilizar los objetivos de los trabajadores (asociados a que aumente fuerte la masa salarial real) y de los empresarios (asociados a que los niveles de facturación no pierdan terreno frente al nivel de los costos salariales).

El problema ante a las negociaciones que se acercan es que, a diferencia de lo que sucedió en el pasado, los márgenes para un fuerte aumento de las cantidades vendidas no serían tan amplios durante 2012. Ciertamente, ya sea por los efectos de la sequía (cuyo impacto final sobre los niveles de la cosecha gruesa aún está por determinarse), la incertidumbre internacional, la desaceleración del crecimiento en Brasil y/o los límites que impone la capacidad instalada, las cantidades vendidas crecerían a un ritmo mucho más moderado durante los próximos trimestres. Esta situación obligaría, quizás como pocas otras veces desde que la administración Kirchner llegó al poder allá por mediados de 2003, a tener que optar entre alternativas costosas (ya sea desde lo político o desde lo económico). Una primera opción es, dado un aumento de las cantidades vendidas de entre 1%/2%, intentar evitar que los precios aumenten por encima del 20% en 2012. En este caso, el aumento salarial nominal promedio de la economía no debería superar el 22%. Este es el límite máximo de incremento que permitiría lograr simultáneamente una tasa de inflación menor al 20% y mantener los altos niveles de empleo que existen actualmente. Esta sería la alternativa “desinflacionaria”.

Otro camino es, dado el aumento de las cantidades vendidas de entre 1%/2%, convalidar las demandas sindicales de aumentos salariales nominales en torno al 25%/30%. La mala noticia es que esta convalidación de los reclamos gremiales podría acelerar la tasa de inflación hasta 30% durante este año. Esta sería la inflación que equilibraría los elevados incrementos salariales con los altos niveles de empleo que existen actualmente. Esta sería la alternativa inflacionaria. La última opción sería intentar cumplir simultáneamente con el objetivo desinflacionario (aumentos de precios no superiores al 20%) y con los reclamos sindicales (incrementos de salarios nominales no inferiores al 25%). En este caso, la variable de ajuste para el sector empresario estaría por el lado de la cantidad de empleados. Es decir, podrían producirse despidos en pos de intentar contener el aumento de los costos salariales (compensando excesivos aumentos nominales de salarios con reducciones de la nómina de trabajadores). Esta sería una alternativa recesiva.

En resumen, se vienen tiempos movidos en términos de negociaciones salariales. Es que, a diferencia de otros años, a las autoridades les resultará mucho más difícil compatibilizar los objetivos de trabajadores/sindicatos y empresarios. Ir a un esquema que permita contener la suba de los precios internos podría implicar un enfrentamiento político con algunos gremios. Ir a un esquema que satisfaga las demandas sindicales implicaría correr el riesgo de una aceleración inflacionaria. Las próximas semanas serán testigo de las preferencias de las autoridades frente a ambas alternativas.

(De la edición impresa)

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