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La inversión productiva, en deuda

Un asunto recurrente.

01 noviembre de 2011

La inversión crece y acompaña el crecimiento. No hay dudas. Al menos eso indican las estadísticas oficiales y privadas. Sin embargo, el reclamo es constante y de todos los frentes: “Para resolver sus problemas de competitividad, inflación, y pobreza, la Argentina necesita más y más inversión”. ¿Por qué no alcanzan los niveles de inversión mensual que están realizando las empresas en el país a pesar del fuerte crecimiento que se registra? ¿Qué tasa de inversión necesita la Argentina? En 2010, la inversión bruta interna fija (IBIF) ascendió a $ 317.417 millones (a precios corrientes) registrando un crecimiento anual de 21,2% que permitió más que recuperar el retroceso de 2009 cuando la economía se frenó bruscamente afectada por los coletazos de la cisis financiera internacional. La inversión incluso acumula un crecimiento el 92,4% en el período 20o3-2010, 13 puntos porcentuales de crecimiento más de lo que registró el Producto Interno Bruto (PIB) en ese período, lo que marca que, al menos estadísticamente, la inversión más que acompañó el crecimiento del país en la mayor parte de los últimos nueve años.

Para 2011, las cosas se mantienen en el mismo camino. Los datos oficiales al primer trimestre del año (según el INDEC) indican que la inversión creció 19,5% frente a igual período del año pasado, en tanto mediciones privadas realizadas mensualmente por la consultora de Orlando Ferreres revelan que en los primeros tres trimestres del año la inversión va creciendo a un ritmo promedio de 14,1% anual. Es decir, la inversión acompaña el ciclo expansivo.

Dudas

¿Pero alcanzan o no alcanzan esos niveles de inversión? Desde el Ministerio de Producción, no se cansan de repetir que la tasa de inversión actual de la Argentina es la más alta de los últimos 30 años. La tasa que toman para demostrarlo es la que se obtuvo a fines del año pasado. En el tercer y cuarto trimestres de 2010 la inversión, en la medición a precios constantes, superó al 24% del producto (aunque en la medición a precios corrientes es más de un punto porcentual inferior). Durante la convertibilidad, o más específicamente en el período 1993-2000, la tasa de inversión había sido de 19% promedio anual, es decir, 5 puntos porcentuales inferior.

Conclusión: en perspectiva histórica, la tasa actual mejoró significativamente. Pero aún así, no parece suficiente. Al menos en el entender de muchos especialistas y empresarios que reclaman, justamente, más inversión. Siguiendo con el análisis meramente cuantitativo o estadístico, si en lugar de tomar sólo un año (2010) se toma todo el período (2003-2010), las cosas cambian. La tasa promedio de inversión anual apenas ronda el 20,3% del PIB en ese tiempo, es decir, sólo 1,3 puntos porcentuales por encima de la registrada en el modelo anterior (década de los '90) con lo cual, en materia de inversión las cosas no muestran un cambio tan significativo. Se podría sacar el año 2003, cuando la economía recién se recuperaba de la crisis y la situación tampoco cambia demasiado: la tasa de inversión sube a 21,2% del PIB, todavía mostrando una distancia chica en relación a la anterior.

Claro que en los '90 eran grandes inversiones y fusiones de empresas internacionales que creaban poco empleo, y desde 2003 prevaleció la inversión pequeña, de capital nacional, que genera puestos de trabajo y distribuye el ingreso. Y eso, claramente, no es un cambio menor.

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Para 2011 la inversión se mantiene en línea con 2010: según la Inversión Bruta Interna Mensual (IBIM) que mide Ferreres, en septiembre se invirtieron U$S 8.294 millones y, de este modo, la participación de la inversión en el PIB a precios constantes ronda el 24,1%, medido sin estacionalidad. Una característica de este año es que la inversión en maquinaria y equipo es el rubro de mayor crecimiento, expandiéndose en septiembre un 14,8% anual. Esta suba fue explicada tanto por el dinamismo de la inversión en equipo nacional, que creció 14,9% anual, como por el incremento de la inversión en equipo importado (14,7%), estimulada fundamentalmente por la apreciación real del tipo de cambio. Claro que acá aparece un tema crónico en la Argentina, como es la consideración de productos típicos de consumo como los celulares dentro de la categoría bienes de capital, que infla la tasa de inversión en maquinaria y equipos y desvirtúa el análisis porque muestra que anda muy bien algo que todavía tiene algunas dificultades (la inversión).

No por nada el pedido de impulsar la inversión aparece en la agenda de todas las entidades industriales y en la de los economistas que analizan y diagnostican el rumbo del país. Recientemente, desde la Unión Industrial Argentina (UIA) recomendaron continuar el rumbo pero atendiendo más la inversión productiva. Y, en buena medida, esa fue la misión que se encomendó Mercedes Marcó del Pont cuando asumió como titular del Banco Central. Su propuesta era lanzar líneas de créditos accesibles a pequeñas y medianas empresas (Pymes) para incrementar la inversión y, con ella, la oferta de bienes de manera que permita contener los precios. Algo así como la alternativa sana e ideal para evitar propuestas del estilo 'enfriar la economía' en el camino de atacar la inflación.

Para eso, se lanzaron los promocionados Fondos del Bicentenario, casi $8000 millones para financiar a Pymes. Pero en los hechos, la situación no parece cambiar mucho. Si bien la inversión crece y se ubica en niveles históricos, tal como dicen desde el Ministerio de Producción, no alcanza. Y acá aparece un punto central en el debate de cuánta inversión se necesita en la Argentina: la realidad es que se invierte mucho, pero la mayor parte de esa inversión, sigue canalizada en construcción residencial y no en inversión productiva o reproductiva. Hacia septiembre pasado, la inversión en construcción representaba el 66% de la inversión total de la Argentina, según datos de Ferreres, cuando el promedio del periodo 1993-2001 indica que el porcentaje de inversión que iba a construcción promedió el 60,4%. Los datos del Ministerio de Economía son más generosos, y marcan que lo que se está dirigiendo a construcción ronda el 60%, aunque igual es mucho.

Es decir, la inversión en la Argentina crece, pero la mayor parte está canalizada hacia construcción, en parte porque la misma dinámica del país hace que hoy sea la opción de inversión más rentable y una alternativa que genera mayores ganancias en dólares y de menor riesgo que las inversiones financieras. Así, a la pregunta, ¿qué caudal de inversiones al año necesita el país para sostener con fortaleza su sistema productivo? Posiblemente no haya una sola respuesta. Pero una cosa es segura: para darle competitividad genuina al sistema productivo y lograr un crecimiento más sano, se necesita reforzar bastante más la inversión productiva de lo que actualmente se hace. Y eso difícilmente se logre mientras los bancos no financien a tasas viables la producción y mientras el Gobierno no impulse un sistema tributario que aliente y no expulse al productor.

(De la edición impresa)

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