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Sin crédito, sólo las grandes empresas crecen

Desafío a largo plazo.

18 octubre de 2011

(Columna de opinión de Miguel Braun, economista y director ejecutivo de la Fundación Pensar)

Con un préstamo de $ 1.200 millones otorgado por el Banco Argenbank, la empresa avícola argentina AVEX abrirá cuatronuevas plantas y multiplicará por cinco su producción. Creará 2.000 empleos y agregará valor a la producción de maíz de Córdoba. Podría haber pasado. En cambio, pasó esto: La flamante multinacional Brasil Foods (BRF), nacida de la fusión entre las firmas Perdigâo y Sadia, anunció el lunes pasado la compra en el país de las compañías Avex y Dánica. Sin crédito, sólo los millonarios pueden emprender. Sin crédito, sólo las empresas que ganan mucha plata pueden expandirse. Sin crédito, habrá cada vez mayor predominio de las empresas extranjeras en nuestro país.

La semana pasada visité la planta de Avex en Río Cuarto, y también pasé por Bio4, una empresa que está construyendo una planta de bioetanol. Las dos plantas convierten maíz en algo más valioso: pollo y etanol. Son empresas creadas con capitales argentinos y por emprendedores argentinos, que además de agregar valor, crean trabajos de calidad, bien pagos y en blanco. El costo de transportar maíz de Río Cuarto al puerto de Rosario es más o menos un cuarto del precio final. Por eso, Río Cuarto es un lugar ideal para proyectos industriales que agreguen valor a la producción primaria. El costo del flete como porcentaje del precio de algo más valioso será mucho más bajo.

Empresarios, analistas, funcionarios, todos ven como camino al desarrollo argentino agregarle valor a la producción agropecuaria. El know-how está, los emprendedores también. Lo que falta es crédito. El crédito al sector privado en la Argentina es menos de 15% del PIB, contra 60% en Brasil y más de 100% en Chile. El BiCE, supuesto banco de desarrollo, es según su presidente el mayor prestamista a mediano y largo plazos, con cerca del 80% del crédito a más de cinco años. Pero este año con suerte llegará a una cartera de 1.000 millones de pesos: una gota de agua en el desierto financiero.

¿Por qué no hay crédito? La principal causa inmediata es la inflación y la incertidumbre cambiaria. Con 20-25% de inflación y un peso que todos creen se va a devaluar, los empresarios no se quieren endeudar en dólares y los bancos no quieren prestar en pesos, y ambos tienen razón. El primer paso entonces es pasar a un esquema monetariocambiario estable y creíble. Otra razón es la recurrente insolvencia del Estado, que como antesala de las recurrentes crisis, manotea los depósitos de los argentinos en los bancos. La última confiscación de depósitos fue hace diez años, pero la reciente estatización de las AFJP profundizó la sensación de que en nuestro país ahorrar en un banco es un negocio de alto riesgo. Hoy la deuda neta del Estado es baja, menos de 20% del PIB, pero llevará varios años de estabilidad despejar el miedo del depositante argentino.

También hay que bajar la carga tributaria sobre el sector formal y simplificar las regulaciones para incentivar la operatoria en blanco. Sólo una empresa que puede mostrar su verdadero flujo de fondos consigue acceder a un crédito a largo plazo. Mientras tanto, el Gobierno podría apoyar los esfuerzos privados para obtener crédito actuando como garante u obteniendo créditos de organismos internacionales a tasa baja para redireccionar al sector privado. Todo esto debería hacerse en un marco de transparencia y supervisión parlamentaria para evitar abusos.

Somos uno de los países más competitivos del mundo en la producción agropecuaria. Podríamos dar un salto al desarrollo creando empleos de calidad para todos agregándole valor a esta producción. No está sucediendo al ritmo que podría porque no tenemos crédito, y no tenemos crédito por nuestra histórica insolvencia e inestabilidad macroeconómica. Es hora de dejar de mentir sobre la tasa de inflación y bajarla. Es hora de pensar en serio en lo que necesitan los

empresarios para invertir y crear trabajo. Es hora de dejar de gastar la plata de nuestros impuestos en subsidios regresivos y direccionar los esfuerzos del Estado hacia la producción genuina.

(De la edición impresa)

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