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¿Hacia dónde va China?

El rumbo del Nº2.

13 octubre de 2011

Asia seguirá siendo, en términos económicos, el continente más dinámico del mundo. Según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), se expandirá 6,2% este año y 6,6% el entrante. Puntualmente, el país que más crecerá será, nuevamente, China. El organismo prevé que la segunda economía del mundo crecerá 9,5% y 9% en 2011 y 2012, respectivamente. Con respecto a junio, el FMI redujo en 0,1% y en 0,5% sus proyecciones. El crecimiento de China será levemente inferior al promedio de 2000-2007, que fue de 10,5% anual. Es lógico: el mundo entero crecerá menos que en ese período. En líneas generales, puede decirse que el escenario base del FMI para China es bastante optimista, al menos en el corto plazo. Es más: todo indica que las “tasas chinas” de crecimiento han quedado atrás para siempre. Según el organismo, la desaceleración (que ya se manifiesta en varios indicadores) se debe a dos motivos. Primero, a la adopción de políticas monetarias y fiscales más estrictas, con el objetivo de ponerle un techo a la inflación. Segundo, a un menor empuje de la demanda externa. Aún no se sabe cuánto afectará la crisis a sus exportaciones. Los principales drivers de crecimiento serán el consumo interno y la inversión.

Bulls vs. bears

Usando la terminología economicista, se puede decir que China tendrá un aterrizaje suave. El economista Stephen Roach, del banco de inversión Morgan Stanley, cree que la desaceleración no debe ser una sorpresa para una economía muy dependiente de sus exportaciones. Si EE.UU. y la Unión Europea, sus principales mercados de exportación, están entre estancados y cerca de la recesión es de esperar que China acuse algún tipo de impacto. Pese a ello, Roach cree que “los temores a un aterrizaje brusco de China son totalmente exagerados”. El motivo, según el economista, es que no se prevé un colapso del comercio mundial como el que se registró luego de la caída de Lehman Bros. Pero, como es habitual, no todos los economistas piensan lo mismo.

Así como hay bulls (optimistas) y bears (pesimistas) a la hora de evaluar la trayectoria de los mercados y otras variables, ese mismo comportamiento se replica en lo concerniente a la economía china. Uno de los bears más renombrados es Nouriel Roubini. Según Roubini, China se desacelerará más de lo que cree, por ejemplo, el FMI. Su advertencia, empero, es más de mediano plazo. El economista cree que el Gigante Asiático sufrirá un aterrizaje brusco en 2013 cuando ya no puede continuar aumentando la inversión (actualmente está cerca del 50% del PIB). “Ningún país puede ser tan productivo como para reinvertir 50% de su producto y no enfrentar, eventualmente, un problema de exceso de capacidad o una cantidad importante de préstamos incobrables”, escribió en un artículo unos meses atrás. ¿Sufrirá China una burbuja en el sector inmobiliario o un problema crediticio severo que reduzca el crecimiento y debilite a sus bancos? Nadie tiene la respuesta. Por las dudas, Roubini ya tiró la piedra.

El largo plazo

Mirando el largo plazo, también es posible encontrar economistas, analistas y especialistas que tienen visiones contrapuestas sobre la trayectoria de China. Esta mirada se centra, más que en los desafíos de corto plazo, en los factores estructurales de su economía. Además de Roach, hay otros economistas que le ponen varias fichas a China. Uno de ellos es el Nobel Robert Fogel, que sorprendió a muchos cuando publicó un artículo en Foreign Policy intitulado “$123.000.000.000.000”. Según Fogel, ese será el valor bruto de la producción china en el 2040. Además, cree que el PIB per capita será de U$S 85,000 dólares anuales (¡más del doble del que tendrían los europeos!).

Otro bull de China es Arvind Subramanian. “La potencia inevitable”, es el título de un ensayo de Arvind Subramanian publicado recientemente. El concepto clave del ensayo es la dominancia. Según el autor, China tiene las condiciones requeridas para ser “dominante” sobre el desenlace de las futuras negociaciones internacionales en las que esté involucrado, es decir, de “su habilidad para lograr que otros países hagan lo que ellos quieran o de prevenirlos de hacer algo que los perjudique”. Tres factores lo explican: el PIB, el comercio y la posición financiera con el mundo. El PIB es el indicador más nítido del peso económico de un país: en base a este atributo legitima sus pedidos, por ejemplo, de tener un rol más acorde a su tamaño en los organismos multilaterales. El comercio también lo convierte en dominante: su economía es más abierta que la de EE.UU. La gran demanda importadora de China y su rentable mercado interno en constante expansión le permiten, asimismo, ofrecer el acceso a su  mercado con una lógica de premios y castigos. En cuanto a su posición financiera, China es un acreedor neto. Su política de acumulación de reservas la convirtió en un país con mucha liquidez, que lo vuelve atractivo en momentos de crisis. Esta liquidez le permitió, a fines de 2010, anunciar que aumentaría la participación de los bonos europeos en sus abundosas reservas. Semanas atrás, el primer ministro Wen Jiabao ratificó que su apoyo a Europa está supeditado a que la UE declarando a China “economía de mercado”, según estipula la Organización Mundial de Comercio, a la que China ingresó en 1991. Es un ejemplo sintomático de un país que quiere, y siente que merece, influir más en la arena global.

Para el 2030, Subramanian calcula que la economía china representará el 20% del PIB mundial (EE.UU. bajaría a 15%) y pronostica que la distribución del poder se asemejará más a una unipolaridad, con eje en China, que a una multipolaridad. Para ese entonces, el PIB per capita será de U$S 33.000 millones. Es una proyección optimista: hoy no supera los U$S 8.000 anuales.

Antecedentes

Pero también hay quienes creen que a China le costará cada vez más mantener este nivel de crecimiento. “Los modelos económicos tienden a no considerar que a medida que los países crecen, el crecimiento se hace más dificultoso”, escribió el sociólogo Salvatore Babones, de la Universidad de Sydney, en un artículo reciente. El ejemplo que utiliza es Corea del Sur: “Le tomó 30 años, de 1960 a 1990, lograr que su PIB per capita pase de ser un treceavo del de EE.UU. a un tercio. Luego le insumió otros 20 años pasar de un tercio a la mitad del PIB per cápita de EE.UU.”. A su vez, apunta otros dos factores estructurales que pondrán un techo al crecimiento chino: el deterioro del medio ambiente (y su escasez de recursos naturales) y una demografía poco expansiva. La población económicamente activa, como porcentaje del total, será cada vez menor. Es decir, se convertirá en una sociedad vieja. Es por ello que los pronósticos sobre población calculan que en los próximos años la India se convertirá en el país más poblado del planeta. Los economistas tienen una expresión para está dificultad: la trampa de los ingresos medios (middle-income trap). El motivo por el cual los países tienen una dificultad para seguir creciendo luego de alcanzar un nivel de ingresos medio (esto es, cuando superan los U$S 10-15,000 per capita) es que los incrementos en la productividad son más difíciles de lograr. La mejor solución ante este desafío es potenciar el mercado interno, una asignatura que las autoridades chinas reconocen que deben encarar.

Más allá de que cuál será su tasa de crecimiento o de cuándo pasará a EE.UU. como principal economía del mundo, China es y será cada vez más un actor global, con creciente influencia en los asuntos globales. Aun si sufriera una crisis en los próximos años, la época de ostracismo (de hecho, fueron siglos) de la dinastía Qing y del maoísmo han quedado atrás, lo que obliga a prestarle mayor atención a su economía y a escuchar y leer tanto a los bears como a los bulls.

(De la edición impresa)

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