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Ante una recesión permanente y más presión impositiva

14 febrero de 2019

Por Mariano Fernández Profesor de Ucema

Luego de haber más que duplicado la presión impositiva en los últimos veinte años, la sociedad parece comenzar a reaccionar sobre la naturaleza abusiva de los impuestos en Argentina.

Los sectores registrados de la economía se han convertido en algo así como esclavos tributarios teniendo que soportar tasas nominales y reales de impuestos casi imposibles de evadir y eludir.

La mayor productividad de los mecanismos de control de la oficina de impuestos (lo único en el sector público que aumenta su productividad) ha puesto en jaque a las empresas que, ahora, afrontan mayores costos para eludir y evadir. Bancos y compañías financieras se han convertido en socios a la fuerza de la Afip trabando cualquier intento de acudir al financiamiento por parte de emprendedores y empresas con problemas económicos.

Hoy las oficinas de impuestos nacionales, provinciales y municipales se han convertido en acreedores privilegiados impidiendo la recuperación.

La situación macroeconómica no hace más que reforzar el desánimo de la sociedad. En los últimos ocho años hemos soportado cuatro recesiones 2012,2014, 2016 y 2018/19 que aún no termina. La economía de Argentina ha ingresado en un período de estancamiento con alta inflación del que sólo se saldrá con menos impuestos, menos regulaciones y una baja considerable del gasto público.

La inflación para 2019 parece no poder ubicarse por debajo del 30% y pese a la caída reciente de la tasa de interés, efímera para reactivar el crédito, las empresas enfrentan dos restricciones para obtener el financiamiento que las pueda mantener a flote.

Procesos tan inestables, como los que estamos viviendo, determinan una destrucción del stock de capital tan devastadora como si hubiéramos afrontado una guerra. Desde hace una década, la economía argentina no puede generar ahorro neto que se canalice hacia una mayor más variada oferta de bienes y servicios, todo esto, sin que los políticos ajusten al sector publico que en términos reales ha mantenido su participación alta en términos del PIB.

La falta de imaginación política, para decirlo de una manera amable, ha determinado que el costo del peso del Estado, en una economía que no crece, lo pague el que produce riquezas, es decir el sector privado, el hombre de a pie que todos los días compromete su esfuerzo laboral y su capital para poder sobrevivir.

No hay que ser especialista en economía para notar, en toda la Argentina, que el comercio, los servicios y el trabajo brillan por su ausencia. Si miramos la calle, es notable apreciar que las publicidades políticas han sustituido a las de bienes y servicios.

Día a día, es posible ver con más frecuencia indigentes caminando las calles, revisando la basura y buscando ganarse la vida con actividades de muy baja productividad.

Hoy y luego de que muchos hayan creído en los últimos tres años que un cambio era posible han ingresado en el terreno del desánimo porque queda claro que el cambio anunciado fue sólo un slogan publicitario para acceder al poder.

En los últimos meses diversas asociaciones civiles, como Nosotros los Contribuyentes y muchos individuos han encontrado que sus reclamos de años han comenzado a hacer eco en la sociedad. El clima de desesperanza ha determinado que diversos grupos convoquen a una marcha para el 21 de marzo frente al Congreso, bajo las consignas #BajenElGasto y #BajenLosImpuestos.

Estas manifestaciones de desencanto no deberían pasar inadvertidas por la clase política. La sociedad está comenzando a comprender que no existe tal cosa como “un almuerzo gratis” y que las aventuras de gasto se pagan del bolsillo de los contribuyentes

Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la Ucema

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