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¿Faltan empleos de calidad? Sí, pero?

Los empleos de calidad, son el elixir de la política económica, son importantes, pero también lo son los de baja calidad

13 febrero de 2019

“En nuestro tiempo, gobernar es crear trabajo”, dijo Juan Domingo Perón décadas atrás (y no hablaba del empleo público). Hoy, esa premisa sigue siendo válida. Aunque las redes de contención social para quienes no trabajan se hayan ampliado, no resuelven el problema: lo anestesian simplemente. Pero el desafío tiene sus vericuetos. El elixir es el famoso “trabajo de calidad”, es decir, que sea registrado, muy bien remunerado, con alta productividad e integrado globalmente.

Sin embargo, sólo una porción (menor en Argentina, por cierto) tiene un empleo de esas características. La porción mayor tiene empleos no registrados, con bajos salarios, poco productivos y sin interacción global. Se genera, así, una dualidad que no es fácil de solucionar con métodos estándares.

Habla Rodrik

“Lógicamente, solo hay tres formas de reducir el desajuste”, dice Dani Rodrik en una nueva columna. La primera estrategia, y la que recibe la mayor parte de la atención de la política, es la inversión en habilidades y capacitación. Si la mayoría de los trabajadores adquieren las habilidades y capacidades requeridas por las tecnologías avanzadas, ese “dualismo” se disipará a medida que los sectores de alta productividad se expandan a expensas del resto. “Tales políticas de capital humano son, por supuesto, importantes, pero incluso cuando tengan éxito, sus efectos se sentirán en el futuro. Hacen poco para abordar las realidades del mercado laboral en la actualidad. Simplemente no es posible transformar la fuerza laboral de la noche a la mañana. Además, siempre existe el riesgo real de que la tecnología avance más rápido que la capacidad de la sociedad para educar a los participantes de la fuerza laboral”, advierte el experto turco.

“Una segunda estrategia es convencer a las empresas exitosas para que empleen más trabajadores no calificados. En los países donde las brechas de habilidades no son enormes, los gobiernos pueden (y deben) empujar a sus empresas exitosas para aumentar el empleo, ya sea directamente o a través de sus proveedores locales. Los gobiernos de los países desarrollados también tienen un papel que desempeñar para afectar la naturaleza de la innovación tecnológica. Con demasiada frecuencia, subsidian las tecnologías que reemplazan la mano de obra y el uso intensivo de capital, en lugar de impulsar la innovación en direcciones socialmente más beneficiosas para aumentar, en lugar de reemplazar, a los trabajadores menos calificados”, dice y se explaya: “Es poco probable que tales políticas hagan mucha diferencia en los países en desarrollo. Para ellos, el principal obstáculo será que las tecnologías existentes no tengan suficiente espacio para la sustitución de factores: utilizar mano de obra menos calificada en lugar de profesionales calificados o capital físico. Los exigentes estándares de calidad necesarios para suministrar cadenas de valor globales no se pueden cumplir fácilmente reemplazando las máquinas con trabajo manual. Esta es la razón por la que la producción integrada globalmente en los países con más mano de obra, como India o Etiopía, se basa en métodos relativamente intensivos en capital”.

¿Resultado? “El remedio estándar para mejorar las instituciones educativas no produce beneficios a corto plazo mientras que los sectores más avanzados de la economía no pueden absorber el exceso de oferta de trabajadores poco calificados”, dice Rodrik y propone una tercera vía.

La tercera vía

“Resolver el problema puede requerir una tercera estrategia, que es quizás la que recibe la menor atención: impulsar un rango intermedio de actividades económicas que requieren mucha mano de obra y poca capacitación”, dice. El turismo y la agricultura no tradicional son los principales ejemplos de tales sectores que absorben mano de obra. “El empleo público (en la construcción y la prestación de servicios), largamente despreciado por expertos en desarrollo, es otra área que puede requerir atención”, agrega Rodrik y dice que se puede hacer más aún.

“Tales actividades intermedias, principalmente servicios no transables realizados por pequeñas y medianas empresas, no estarán entre las más productivas y, por eso, rara vez son el foco de las políticas industriales o de innovación, pero aún pueden proporcionar empleos significativamente mejores que las alternativas en el sector informal”, dice y señala que la política, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, se preocupa demasiado por impulsar las tecnologías más avanzadas y promover las empresas más productivas, “pero el hecho de no generar empleos buenos de clase media tiene costos sociales y políticos muy altos”. Reducir esos costos, remata, “requiere de un enfoque diferente, orientado específicamente hacia el tipo de trabajos que están alineados con la composición de habilidades que prevalece en una economía”. Son sectores que el Gobierno debe cuidar, estimular y no “pedirles resultado” porque, generando empleo, ya están haciendo mucho.

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