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Abracemos a la volatilidad

A corto plazo vamos a tener que aceptar convivir con la volatilidad. El mercado financiero reacciona rápido a las novedades económicas y, particularmente, políticas. Además, la competencia electoral arrancó temprano y va a ser un año muy largo.

22 febrero de 2019

Por Matías Carugati Economista Jefe de M&F Consultora

El ajuste de las cuentas externas continúa. Los datos del balance cambiario (BCRA) muestran que el déficit de cuenta corriente sigue reduciéndose, principalmente por la mejora en la balanza comercial de bienes y servicios. Las exportaciones recién están tomando envión y las importaciones siguen comprimiéndose, lo que aporta (aún más) evidencia de que las depreciaciones son contractivas. O sea, la mejora de la cuenta corriente es, en cierta medida, coyuntural. Habrá que ver cuando la economía se recupere qué pasará con las importaciones. Sostener un tipo de cambio competitivo y pasar reformas proexportación serán relevantes a mediano plazo para evitar una nueva crisis externa. Sobre todo porque la cuenta de intereses va a mantenerse abultada, dado el alto porcentaje de deuda en moneda extranjera.

Argentina consigue financiamiento (público). El sector público continúa ingresando (en términos netos) divisas suficientes para cubrir el rojo de la cuenta corriente y el drenaje de la cuenta capital privada. Siendo más claro, es el endeudamiento del sector público lo que hoy aporta las divisas para compensar las salidas por otros canales. Ello es insostenible. En efecto, hoy ya lo es dadas las dificultades que enfrenta el país para emitir deuda en el exterior. Paradójicamente, de no ser por la asistencia del FMI la situación podría ser (y podría haber sido) mucho peor. Tal vez no se vea tan urgente, pero en algún momento el FMI va a dejar de prestarnos para pasar a cobrar junto con otros acreedores, lo que acrecienta la importancia de cambiar el signo de las cuentas externas.

Pensando más en la coyuntura, la apertura de la cuenta capital es un riesgo que habrá que sobrellevar. Si la experiencia de 2018 sirve de algo, que sea para aprender que la reversión de los flujos de capitales (sudden stop) puede ser muy dañina aún con un tipo de cambio flotante. La dolarización de carteras se acentuó en los primeros meses de 2018 y, sobre todo, durante el comienzo de la crisis cambiaria. Y los flujos de portafolio (hot money), que habían ingresado en buena cantidad durante 2017, revirtieron el sentido en 2018. Los flujos de capitales son inestables y, ausentes medidas prudenciales robustas (hoy es impensado el regreso de mínimas medidas de control), sólo queda ser responsables en el manejo de la política económica para evitar nuevas tormentas. Cualquier señal negativa (¿28-D?) puede funcionar como evento coordinador. Es cierto que la dolarización de carteras es alta y que los inversores redujeron su exposición en pesos, pero todavía hay dinero invertido en activos locales que “puede correr”.

Los efectos de la libre movilidad de capitales se ven con claridad sobre el tipo de cambio. En términos multilaterales, el tipo de cambio hoy está en un nivel parecido al promedio de las últimas dos décadas. Tras una sobrerreacción inicial, el tipo de cambio encontró (y sostuvo) un nivel más competitivo. Sin embargo, los últimos días muestran que la cotización no se mueve según las necesidades de la economía real, sino por factores más ligados a lo financiero. Es el problema de flotar. La incertidumbre política y los shocks pueden introducir volatilidad para que el tipo de cambio se mueva dentro de una (ancha) Zona de No Intervención (ZNI), a pesar de que los fundamentos macro no lo justifiquen. El esquema monetario-cambiario está diseñado para flotar lo más cerca posible del límite inferior de la ZNI, pero no descartamos que haya saltos repentinos mientras esté dentro de ella. El mecanismo automático (suba de tasa de interés) puede no ser suficiente para compensar el incentivo a dolarizar en un día o semana puntualmente sensible. Y esos movimientos, si tienen suficiente fuerza, luego repercuten sobre la economía real.

A corto plazo vamos a tener que aceptar convivir con la volatilidad. El mercado financiero reacciona rápido a las novedades económicas y, particularmente, políticas. La competencia electoral arrancó temprano, se sostiene casi todo el año en las provincias y se dirime al final con una segunda vuelta. Va a sobrar tiempo para shocks inesperados. Lo que no va a sobrar es margen para errores. La política económica está diseñada para una emergencia que aún no terminó. Pensar en modificaciones de fondo con la experiencia pasada en la memoria, y con las particularidades de este 2019, es tan ingenuo como irresponsable.

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