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Los desafíos de Bolsonaro en la arena internacional

La política exterior será uno de sus grandes desafíos y no la tendrá fácil: su misión central será acercarse a EE.UU., cuidar la relación con otros socios (Argentina, entre ellos) y pilotear las tensiones internas

18 enero de 2019

La política exterior será uno de los grandes desafíos de Jair Bolsonaro y no la tendrá fácil. Por un lado, no tiene el leverage que tiene su par de EE.UU. (y modelo a seguir) ni tampoco puede lograr resultados por decreto. Lógicamente, operar en la arena internacional depende de otros y generar desenlaces favorables es más complejo.

Hasta ahora, y más allá de los dardos con Nicolás Maduro (Brasil y Venezuela comparten frontera), Bolsonaro está avanzando tímidamente y con gradualismo. Por ejemplo, no sacó los pies del plato del Acuerdo de París de 2015 y cerca suyo dijeron que seguirán comprometidos con lo firmado. Tampoco trasladó la Embajada de Brasil en Israel a Jerusalén, como sugirió en la campaña e hizo EE.UU. en 2018. Debió recular, también, con la posibilidad de instalar una base militar de EE.UU. en Brasil por la resistencia de sus Fuerzas Armadas. Es cierto, apenas van poco más de 15 días de Gobierno y no hay que apresurarse con conclusiones.

En una interesante columna publicada en Americas Quarterly's (AQ), el académico Oliver Stuenkel (Fundación Getulio Vargas) detalló los desafíos que tendrá el nuevo líder de Brasil en 2019.

Asegurar beneficios mutuos reales de la asociación estratégica con EE.UU. Los lazos bilaterales con el gran país del Norte son la pieza central de la nueva política exterior de Brasil. Para ganarse a los críticos, dice Stuenkel, Bolsonaro debe demostrar que es capaz de transformar fundamentalmente la naturaleza de la relación y proporcionar evidencia de cómo Brasil se beneficiará por acercarse a Washington. Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo y Trump es un presidente transaccional. “Tiene pocos incentivos para crear la asociación a largo plazo con la que sueña Brasil”, señala Stuenkel. La decisión de Trump de no ir a la inauguración de Bolsonaro (envió a Mike Pompeo, su secretario de Defensa), dice Stuenkel, demuestra lo difícil que será establecer un verdadero “bromance” (expresión anglófona que sugiere una suerte de romance fraternal) entre ambos. ¿Por qué no hay incentivos? “Desde el punto de vista de Trump, existen importantes limitaciones en la relación. Abrir EE. UU. a productos brasileños como el acero y la soja perjudicaría a su propio electorado antes de lo que promete ser una campaña de reelección épica en 2020. Incluso si Trump quisiera ayudar a Bolsonaro, es poco probable que supere la resistencia de una Cámara de Representantes, ahora dominada por demócratas, quienes recientemente han expresado sus críticas al nuevo presidente de Brasil”, argumenta Stuenkel. Sin embargo, hay algunos progresos potenciales que pueden lograrse y generar cierta cofradía. Por ejemplo, ofrecer unilateralmente una exención de visa a los turistas de EE. UU. (algo que ya se está pensando en Itamaraty). “Brasil también podría buscar una cooperación más profunda en la lucha contra la delincuencia transnacional, fortalecer la protección de las fronteras y establecer una coordinación más estrecha en el ámbito del antiterrorismo”, agrega Stuenkel. Ese último tema podría ganar relevancia si Brasil traslada su embajada en Israel a Jerusalén. Eso, dice Stuenkel, “podría convertir a Brasil y sus ciudadanos en el extranjero en un posible objetivo (del terrorismo)”. También Brasil puede solicitar el apoyo explícito de EE.UU. cuando se trate de su candidatura en la OCDE, tal como hizo Trump con Argentina. “En gran medida, la política exterior de Bolsonaro se medirá por el progreso que haga con respecto a los lazos con EE.UU.”, resume Stuenkel.

Liderazgo regional y Venezuela El segundo desafío clave de la política exterior de Bolsonaro será recuperar el papel de organizador de la agenda en la crisis venezolana luego, dice Stuenkel, “de ser un mero espectador desde 2013”. Allí, el nuevo mandamás brasileño podría ir más rápido y la vara del éxito será la capacidad para alinear a la región y aumentar la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro. “Esa estrategia requiere una diplomacia sistemática y paciente que sólo se puede lograr si otros sienten que Brasil está comprometido con la cooperación regional en otras áreas también. Seguir esa política será mucho más complicado si Macri no logra la reelección en Argentina a finales de 2019. Además de alinear las posiciones sobre cómo lidiar con el régimen de Maduro, los pasos posibles serían liderar una estrategia regional para asignar e integrar a los migrantes venezolanos y cómo proporcionar más ayuda humanitaria al país”, expresa el académico de la FGV.

Alinear la tropa interna El Gobierno de Bolsonaro deberá enhebrar coaliciones legislativas puertas afuera y, también, alinear intereses internos porque su propio equipo es una coalición. Según Stuenkel, están los nacionalistas religiosos, los militares y los “free-traders”, como el superministro Paulo Guedes. Las fuerzas antiglobalistas y religiosas pro-Trump ha tenido más habilidades de “agenda-setting”, en detrimento de los generales y los economistas, que consideran la retórica del canciller Ernesto Araújo como una amenaza para sus planes. “Superar estas tensiones será difícil, pero Bolsonaro tendrá que hacer más para señalar a los observadores externos que estos se abstendrán de intervenir en el intento de liberalizar la economía de Brasil”, señala Stuenkel.

Argentina, China y la UE Cuidar a los aliados también será clave, y allí figuran, por distintos motivos, Argentina, China y la Unión Europea (UE). “Bolsonaro tendrá que explicarle a Macri cómo prevé el futuro de la relación bilateral (dado que romperá con la tradición y visitará Chile primero), y cuál será la postura de Brasil con respecto al Mercosur”, dice Stuenkel. La visita de Estado de Macri fue positiva y hay cierta sintonía ideológica (cuanto menos, sobre el Mercosur), pero sólo eso: los ritmos pueden variar y los intereses, también. No queda claro cuál es la prioridad que Bolsonaro asigna a la negociación con la UE (clave para Macri) y, en rigor, parece más interesado en hacer un acuerdo con EE.UU. Quizás un TIFA, como el que firmó Uruguay, que está algunos escalones debajo de un TLC clásico. “Dada la posición de Bolsonaro sobre el cambio climático, un tema muy apreciado por los gobiernos europeos, los lazos con la UE tendrán que replantearse sobre la base de esta divergencia política”, dice Stuenkel. “Un viaje temprano a China ayudará a superar el escepticismo que se ha apoderado de Pekín cuando se trata de Brasil”, agrega. Asimimo, será crucial evitar una fuga de cerebros en Itamaraty. Si bien es natural que los embajadores deban ocupar los puestos clave que simpatizan con la visión del mundo del Presidente, advierte Stuenkel, el hecho de dejar de lado a tecnócratas calificados solo porque expresaron críticas durante la campaña debilitaría la política exterior brasileña.

Los BRICS En noviembre, Bolsonaro recibirá a sus pares de los BRICS en Brasil y demás invitados. “Para que la reunión sea un éxito, Bolsonaro deberá ofrecer una visión de cómo le gustaría que se vean los BRICS en el futuro, y cuáles serán las ideas clave que Brasil ofrecerá durante su presidencia temporal de BRICS de un año de duración, que comenzó en enero”, concluye Stuenkel.

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