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Lo que no hizo el Estado, lo hizo el mercado

05 diciembre de 2018

Guido Lorenzo Economista Jefe de LCG

Muchas veces se ha escuchado hablar de los desequilibrios macroeconómicos y no se especifica a cuales nos referimos. Creo que más allá de ciertos precios relativos que estaban, y algunos siguen estando, desalineados, coincidimos en que los desequilibrios macroeconómicos son el resultado de una economía que consume por encima de lo que produce, es decir, una economía con déficit de cuenta corriente.

El ahorro nacional es la suma de las decisiones de consumo e inversión del sector público y privado residente. La actitud de algunos economistas, con las que algunos funcionarios se mostraron conformes, es que corrigiendo el desequilibrio del sector público, el sector privado iba a encontrar el propio. El déficit de cuenta corriente, en ese caso, no es un problema y la convergencia fiscal iba a solucionar los problemas.

Lo que sucedió en 2018 es que la economía no soportó el desequilibrio externo creciente incluso con un déficit fiscal que se iba corrigiendo hacia la baja. El sudden stop obligó a corregir el tipo de cambio real y es gracias a esto que se pudo presentar un programa mediante el cual el cobro de Derechos de Exportación, que son socialmente aceptados, logran la convergencia fiscal.

La causalidad fue inversa. El déficit externo ayudó a reordenar las cuentas públicas. Al parecer, no es suficiente en Argentina con lograr el equilibrio fiscal. Hace cinco años el déficit fiscal primario era similar al del 2018, y la actividad también lo era, pero la cuenta corriente demandaba un endeudamiento de US$ 5.000 millones en aquel período mientras que en 2018 alcanzaría los US$ 30.000 millones.

Parados ahora a la vera del 2019 es interesante reflexionar sobre este punto. El equilibrio del sector público es deseado y de hecho es una fuente de estabilidad dado que es un agente que no gasta por encima de sus necesidades. Sin embargo, esta no es la única. Argentina, por ser una economía bimonetaria, tiene que lidiar con el problema del nivel y la volatilidad del tipo de cambio nominal . Concentrarse en el equilibrio fiscal cero y pensar que el sector privado puede resolver todos los problemas sin costos en términos de actividad, empleo e inflación sería equivocado.

El actual esquema acordado con el FMI tiene ese sesgo fiscalista y las exportaciones son necesarias para cubrir el bache fiscal, pero el tipo de cambio puede flotar libremente pareciendo que esto no tendrá consecuencias a nivel agregado.

La banda de flotación actual es lo suficientemente grande (30%, de hecho) para generar inestabilidad, el poder de fuego del BCRA está ex ante acotado y la posibilidad de que existan fluctuaciones fuertes en el tipo de cambio puede acelerar la inflación y sus expectativas. El riesgo no es simétrico debido a que el mercado ahora se coordinó hacia el piso de la zona de intervención y no parece ser por mayor demanda de dinero sino, nuevamente, por operaciones de carry trade. Algo que vuelve a incomodar si el sector privado no logra corregir el déficit externo y nuevamente se sienta sobre el tipo de cambio.

En caso de que una presión alcista sobre el tipo de cambio acelere la inflación, por más ancla monetaria que se imponga, la inflación, cuando no es anticipada, genera costos adicionales que aquella que se prevé.

En 2019, la meta fiscal está descontada que se va a cumplir, pero hay que tener en cuenta que es gracias a la depreciación del peso. Una de las lecciones de esta crisis es que no se puede crecer sostenidamente a base de atraso cambiario, y sería un error dejar que eso ocurra. De ahí la relevancia acerca de un punto clave, que es cómo el BCRA va a ajustar las zonas de intervención.

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