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Las perspectivas para el año electoral

La evidencia sugiere que el efecto político de la actividad en el corto plazo suele ser más importante que las evaluaciones sesudas de la gestión completa.

11 diciembre de 2018

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

Existe una preocupación no menor respecto de qué sucederá con la economía el año entrante, y con buenas razones, pues se juegan las elecciones presidenciales en un contexto que luce relativamente parejo para los dos contendientes principales: el peronismo y Cambiemos. Los pronósticos del último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA indican en promedio una caída en torno a 1% del PIB, pero con una amplitud importante, que va desde -2,5% a +1,7%.

Si bien no siempre es verdad que “es la economía, estúpido”, la evidencia disponible sugiere que el efecto político de una actividad económica pujante en el corto plazo suele ser más importante que las evaluaciones sesudas de la gestión completa, y también que las perspectivas elaboradas que consideran el mediano y largo plazo. En otras palabras, lo que ocurre con la economía en los últimos meses suele ayudar bastante a la decisión del voto final.

En un país como Argentina, sacudido por los vaivenes del Stop & Go, estas no son buenas noticias. Las fluctuaciones tan amplificadas pueden reavivar la confianza en el Gobierno rápidamente, o bien apagarla en pocos meses. Como resultado, los competidores están muy al tanto respecto de lo que suceda con los últimos datos macroeconómicos. La política económica también se suele ocupar del asunto, invirtiendo a veces en medidas que privilegian el corto al largo plazo.

A fin de capturar lo que podría ocurrir en 2019, debemos distinguir los datos puramente estadísticos, de los indicadores que registra el “termómetro social”. La estadística dura dice que 2019 deberá recuperar con crecimiento durante el año un efecto arrastre negativo de entre dos y tres puntos porcentuales. Por tanto, es posible que a fin del año próximo los números registren una leve contracción del PIB. ¿Significaría esto una oportunidad electoral para la oposición?

No necesariamente. Este efecto estadístico no importará demasiado si la economía se comienza a expandir rápidamente a partir del segundo trimestre, cuando una buena cosecha compense (seguramente con creces), la sequía de este año. Si bien la participación en la producción total del agro no es determinante, el relajamiento de la restricción externa significa siempre una buena noticia para el funcionamiento de la economía local. El campo trae dólares, y con ellos una mayor tranquilidad en la balanza comercial y el endeudamiento, dando espacio para una relativa apreciación cambiaria que, como ya mencionamos en otras notas, da lugar a una expansión rápida de todos los sectores económicos, en especial de la construcción y de los servicios. Si en 2019 se pone en marcha esta suerte de “multiplicador externo”, el año que viene la economía podría exhibir tasas de crecimiento anuales significativas.

Por supuesto, visto desde una perspectiva temporalmente más amplia la economía no habrá exhibido durante los últimos cuatro años una performance demasiado positiva. Desde 2011 la economía argentina fluctúa, pero en términos netos no crece. Y sin embargo, este puede ser un aspecto menor si es cierto que el electorado se manifiesta de acuerdo a la sensación térmica económica de los últimos meses. La percepción psicológica de mejora de la situación familiar de corto plazo puede abatir la evaluación más general y “racional” de que en realidad estamos simplemente volviendo a tener los mismos ingresos que un par de años atrás.

Así como hay sesgos económicos, también los hay políticos. Y los humanos reales no suelen comportarse ni como homo economicus, ni como homo politicus. Los involucrados en la contienda electoral suelen estar al tanto de estos fallos para aprovecharlos al máximo. Para elaborar diagnósticos realistas sobre las próximas elecciones, los analistas y consultores deberán también considerar esta circunstancia.

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