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La utilidad de la inflación núcleo

En una economía con una inflación gobernada por las expectativas, la inflación núcleo ya no es un indicador definitivo para la política monetaria

20 noviembre de 2018

 Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Cuando cursaba mi primera materia de Economía en la UBA, la profesora explicaba la idea básica de la interacción entre oferta y la demanda. Eran los años '80 y la inflación era “la” patología de la economía argentina, y uno esperaba que el curso nos ilustrara al respecto. Tratando de enmarcar este fenómeno en el esquema de oferta y demanda, concluí que Argentina debía sufrir de inflación por una demanda excesiva. Pero inmediatamente pensé que esta interpretación era imposible. ¿De dónde salía semejante capacidad de gasto en un país tan pobre? Una inflación desbocada debía reflejar un gasto desbocado, y esto simplemente no se acomodaba a mis juveniles experiencias de la realidad.

Mi carrera continuó pero el diagnóstico tradicional de la inflación, aun cuando se sofisticó un poco, no se alteró en lo esencial. Según la visión ortodoxa, la inflación nace de un exceso de cantidad de dinero que se traslada a los precios por la vía de una demanda de bienes excesiva en relación con una oferta insuficiente para cubrirla. En esta explicación, el BCRA y sus decisiones cumplen un rol esencial.

Si esta es la justificación principal del fenómeno inflacionario, es fundamental para el BCRA contar con una medición de la inflación consistente con esta idea. Resulta muy importante distinguir la inflación por exceso de demanda de aquella que podría tener que ver con otros aspectos, y que no están bajo el control estricto de las autoridades monetarias. Este es uno de los objetivos detrás de la estimación de la llamada inflación núcleo del Indice de Precios al Consumidor del Indec.

¿Cómo hacer para distinguir la inflación por “excesiva demanda agregada” de otra que no tiene que ver con este fenómeno? Lo que hace el Indec es calcular un índice que excluye dos grupos de bienes: los estacionales y los regulados. Los precios estacionales son muy volátiles pero la razón no suele ser la demanda sino las condiciones de oferta, que cambian fuertemente de acuerdo a la estación del año. Los precios regulados, mientras tanto, son definidos por el Gobierno y no siempre se asocian con el gasto de la economía.

Es hora de reconocer que mi comprensión de la inflación en mis primeros años en la facultad no era la más adecuada. La inflación por “exceso de demanda” es más fácil de identificar en economías relativamente estables. En Argentina la inflación tiene mucho de inercial, lo que significa que buena parte de la inflación de hoy se debe simplemente a que hubo inflación ayer. La inflación no es solo un fenómeno de desequilibrio en el mercado de bienes o de dinero, sino que depende de un conjunto de expectativas que se forjan de acuerdo a la inflación reciente observada. Cada actor que define la suba de un precio no sufre ninguna demanda demasiado elevada, sólo desea mantenerse en línea con el resto de los precios de la economía que también se elevaron.

La consecuencia de este estado de cosas es que la inflación núcleo en Argentina no parece ser demasiado útil para identificar abusos de la demanda agregada. Su cálculo es de todos modos necesario porque se necesita un indicador que elimine las variaciones excesivas y de corto plazo (usualmente denominadas outliers), permitiendo una aproximación más suavizada y tendencial de la dinámica de precios. Pero en una economía con una inflación gobernada por las expectativas, la inflación núcleo ya no es un indicador definitivo para la política monetaria. Como las expectativas importan, el BCRA lleva adelante y publica el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM).

Los y las economistas han estudiado con entusiasmo cómo crear desde el BCRA las condiciones macroeconómicas para estabilizar la economía modificando las decisiones de gasto de los agentes. Pero la profesión casi no tiene pistas acerca de cómo actuar para afectar las expectativas, igual de importantes a la hora de domar la inflación inercial. La psicología social es un límite que el academicismo tradicional casi no se atrevió a cruzar.

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