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El Mercosur necesita cirugía

Sin descuidar la integración regional, los países deberían poder sacarse el corsé que se autoimpusieron y poder negociar acuerdos individuales con terceros

05 noviembre de 2018

Por Sebastián Senlle

El triunfo de Jair Bolsonaro ha vuelto a traer el tema al centro de la escena. Paulo Guedes, su anunciado “superministro” de Economía, fue explícito y declaró, horas después de la victoria, que la integración comercial de Brasil con el mundo será un eje de su gestión, pero que el Mercosur no será prioridad. “No seremos prisioneros de relaciones ideológicas: nosotros haremos comercio con todo el mundo”, sentenció.

Fundado a principios de los '90, el Mercosur cumplió 27 años en 2018. Su existencia ha logrado facilitar el flujo de personas entre los países miembros, crear un ámbito institucional en el que se canalizan diferencias institucionales y dejar en el olvido posibles hipótesis de conflicto bélico intrarregión. Pero muestra desde hace ya muchos años signos de agotamiento en el ámbito comercial. Ante un mundo que se ha ido integrando comercialmente en forma acelerada, el Mercosur se ha ido volviendo un reducto aislado, que complejiza la salida al comercio de sus miembros.

El punto más cuestionado es el que obliga a los países a negociar a través del bloque sus acuerdos comerciales con terceras partes. En su resolución del Mercosur 32/00 de junio del 2000, se deja establecido en el artículo 1° “el compromiso de los Estados Parte de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”. En su artículo 2°, establece que “a partir del 30 de junio de 2001 (un año después de esta resolución), los Estados Partes no podrán firmar nuevos acuerdos preferenciales o acordar nuevas preferencias comerciales en acuerdos vigentes en el marco de ALADI que no hayan sido negociados por el Mercosur”.

Aunque algunos análisis de sociólogos y politólogos creyeron ver en el triunfo de Donald Trump y su retórica inflamable una vuelta a un paradigma proteccionista, la realidad hasta ahora les ha dado la espalda: en 2017, según la OMC, el comercio global de bienes creció 4,7%, su mejor marca en seis años. En 2018, se estima que lo hará otro 4,4%. Desde 1990, el crecimiento promedio ha estado sistemáticamente por encima del 4%, desacelerándose al entorno del 3%

sólo en los años más difíciles de la crisis financiera 2008-2009. Los líderes políticos se vociferan, pero la sangre no llega al río: el mundo comercia cada vez más.

En este sentido, el estancamiento del Mercosur se hace patente. Las exportaciones extrazona llevan diez años sin crecer: sus miembros no logran venderle más al resto del mundo. Pero, para peor, tampoco crece el comercio al interior del bloque. Ambas cifras se encuentran estancadas.

Las exportaciones extrazona cerraron 2017 en recuperación, alcanzando los US$ 252.000 millones, 13% por encima de la marca de 2016, impulsadas por la tímida salida de la recesión de Brasil. Pero siguen sin poder encarar una trayectoria definida: las colocaciones al exterior del bloque del año pasado fueron 6% inferiores a las de 2014 y 16% inferiores a las del récord de 2015 (US$ 300.000 millones). En los últimos cinco años, lejos de crecer, se movieron a una tasa promedio de -2% anual.

Al comercio al interior del bloque no le va mejor: aunque también cerró 2017 con números en alza por la recuperación de Brasil (US$ 40.245 millones exportados), en los últimos años las ventas internas cayeron a una tasa media del 3% anual y se encuentran distantes de sus mejores marcas, lejos de poder encarar trayectorias sostenidas de incremento. En 2011, habían alcanzado su mejor marca, cuando superaron los US$ 50.000 millones.

Las importaciones tampoco crecen, lo que preserva una balanza superavitaria para el bloque. En 2017, el saldo entre importaciones y exportaciones extra-zona alcanzó un saldo positivo en US$ 56.000 millones, explicada fundamentalmente por el enorme superávit brasileño (US$ 67.000 millones), y compensando parcialmente por el rojo de la balanza argentina.

Pero, en lugar de ser motivo de orgullo, el escaso dinamismo de las importaciones refleja la pulsión mercantilista y el miedo a “salir al mundo” de los dos socios mayores. Mientras en el mundo, el Banco Mundial estima que el comercio exterior representa el 56% del PIB global, Brasil y Argentina se ubican al fondo de la lista, entre los países más cerrados, con el comercio significando en torno al 24-25% del PIB.

El Mercosur, como bloque, presenta exportaciones en torno a los US$ 1.000 per cápita, menos de la mitad de la marca promedio de los miembros de la Alianza del Pacífico, el otro bloque regional de mayor relevancia (US$ 2.324) y casi cuatro veces por debajo del registro exportador líder, en términos per cápita de Latinoamérica (Chile, con US$ 3.931).

El Mercosur muestra además una estructura interna poco ágil y resolutiva, con negociaciones que se demoran mucho más de la cuenta. El bloque lleva dos décadas intentando cerrar infructuosamente un acuerdo con la Unión Europea, y sólo ha podido llegar a acuerdos comerciales Acon socios aislados, como Egipto, Israel y Palestina.

La gobernanza interna del bloque también precisa revisar sus tiempos. “El código aduanero se aprobó en 2010, pero sólo entrará en vigor cuando lo internalicen todos sus países miembros. Van ocho años y sólo lo internalizaron dos”, ilustra el politólogo Andrés Malamud, graficando cómo las dilaciones son la regla, más que la excepción. El Parlasur es otro ejemplo: pensado como una suerte de asamblea regional al estilo del Parlamento Europeo, su creación fue decidida en 2005, pero trece años después aún no está completamente formado, lo que hace que sus resoluciones no tengan ningún carácter vinculante. Se estima que recién para 2020 podría estar realmente operativo. Contrasta con la Alianza del Pacífico, un bloque pujante conformado por Chile, Colombia, México y Perú, que fue creado en 2011 y ya muestra avances de institucionalización mucho más rápidos.

Al margen de la disconformidad ya expresada por Bolsonaro, también el gobierno de Macri ha venido dando muestras de que siente que el esquema. Venezuela, en crisis humanitaria, está suspendida del acuerdo, por ruptura del orden democrático. Uruguay y Paraguay han hecho sentir históricamente sus quejas por lo poco que sienten que el bloque los beneficia. Si ninguno de los países miembros se siente beneficiado por el funcionamiento actual del mismo, una reactualización de sus términos parece necesaria. Lo dicho no implica “volar por los aires” el Mercosur, del cual dependen muchos sectores de nuestra economía, en particular varios complejos industriales. El acceso privilegiado al mercado brasileño ha sido uno de los drivers de buena parte de la inversión extranjera directa que recibió nuestro país en los últimos años, especialmente en sectores como el automotriz.

Pero animarse a salir al mundo se hace necesario. Sin descuidar la integración regional, los países miembros deberían poder sacarse el corsé de fuerza que se autoimpusieron y poder negociar acuerdos individuales con terceros para aprovechar las oportunidades comerciales que se les presenten.

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