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Fallaron los instrumentos y también la comunicación

Para que la política económica logre los objetivos deseados necesita instrumentos y comunicación, y el Gobierno falló en ambas

29 agosto de 2018

Por Joel Vaisman Economista

Que el dólar haya alcanzado el récord de $33-34 no es sorpresa. Más allá de demostrar que nuestra economía no es competitiva, y que no hay señales concretas que intenten revertir la situación, hay una causalidad coyuntural que retroalimenta la situación. No se llega a una devaluación acumulada del 70% en nueve meses solo por rigideces.

Para que la política económica logre los objetivos deseados, ésta debe ser transmitida bajo dos canales: mediante un instrumento económico, y, en simultáneo, uno comunicacional. Desde que comenzó 2018, en el primer caso no se logra, aún, comprender cuál el mecanismo de política monetaria que el Gobierno realiza. Y, en el segundo caso, los mensajes siempre dirigidos hacia “los mercados” no logran convencer a ningún interlocutor.

Errática política monetaria

Cuando nos referimos a un mecanismo de transmisión de política económica, estábamos hablando de una herramienta. Durante el régimen de Metas de Inflación implementando en su momento por Federico Sturzenegger en el BCRA, la idea principal era que, mediante el manejo de la tasa de interés, poder controlar la política monetaria para combatir la inflación.

En mayo y junio, la actual conducción económica (Nicolás Dujovne y Luis Caputo) ratificaron el esquema de Inflation Targeting ante el FMI, pero con un esquema de subasta de dólares. Una incongruencia: si la herramienta de transmisión es la tasa de interés, no deberían existir variaciones de reservas producto de intervenciones en el mercado cambiario.

Un esquema híbrido entre un sistema con una herramienta “rota”, la tasa de interés, y débiles intervenciones para contener al dólar (US$ 100 millones o US$ 200 millones, sin calmar nunca al mercado).

Si el esquema fuera realmente el de pisar el tipo de cambio, debería hacerse como en 2008. En su momento, Martín Redrado, quien entonces conducía el BCRA, enfrentó la corrida producto de un verdadero estallido internacional (la economía argentina, en ese momento, tenía, más allá de un comienzo inflacionario, fundamentals sólidos). No existía un esquema de Metas de Inflación, pero sí uno de flotación administrada del dólar.

La respuesta fue mostrar el poder de fuego de Reconquista 266: una intervención de US$ 1.000 millones. En ese entonces, Redrado había dado instrucciones a los operadores del BCRA de ofrecer dicho monto. Todo en base a un razonamiento muy sencillo: dado que había un incremento en la demanda de dólares, que ponía presión a la cotización de la divisa norteamericana, había más que incrementar la oferta, para generar un gran exceso, que no solamente planchara las expectativas, sino que las bajara.

Lo logró, con éxito, y los medios en todo el mundo reflejaron el poder de fuego. Los mercados se dieron cuenta que no sería tan sencillo especular contra el peso. Y si lo tenían que hacer, tenían que estar dispuestos a enfrentarse a la conducción del BCRA.

Mercados no receptores

Justamente, los mercados financieros, aquellos que fueron frenados por una política del BCRA diez años atrás, hoy observan que no tienen nadie dispuestos a jugar una pulseada. Hasta el momento, descuentan que, si piden dólares, el BCRA abre la canilla. Y que el Gobierno está dispuesto a tomar más deuda con organismos internacionales para garantizarlo.

El primer mensaje del Presidente, cuando avisó que recurriría al FMI, transmitió a los mercados que la economía argentina estaba en necesidad de un rescate. Y ahora, el nuevo corto de dos minutos de ayer, pidiendo adelantamiento de los fondos, solamente logró espantar más a los inversores, que no miran al país con ganas de permanecer largamente, sino con intenciones especulativas.

Si la política monetaria no es convincente, su comunicación es aún peor. Es por ello por lo que los Credit Default Swap (CDS), seguros contra un potencial default de activos argentinos, se disparan. No convencen.

La política comunicacional se centra en los mercados, parte ínfima de la población, que ante determinados acontecimientos reacciona muy sensiblemente vendiendo acciones y bonos criollos. El resto de la población, el 95% o más, no recibe noticias, salvo las de ajuste, que son para “calmar al 1%” de los mercados.

De continuar con estos mecanismos de transmisión (uno errático y, el otro, erróneo), de política económica, aún si existiera un inversor con ganas de abrir una fábrica en Argentina, a la hora de proyectar sus ventas potenciales, éstas serían tan bajas que lo llevarían a abstenerse de tan solo intentarlo.

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