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Pacto Vidal-Massa para bloquear a Cristina, como sea

Vidal, con menos superpoderes electorales, se sentó con Massa a pactar el desdoblamiento de las elecciones de intendentes en la provincia de Buenos Aires

18 julio de 2018

Por Daniel Montoya Analista y consultor político @DanielMontoya

“Le haré una oferta que no podrá rechazar”. Mediante esta frase, el capo mafia más famoso del cine, Vito Corleone, le asegura un papel protagónico a su protegido, el cantante Johnny Fontane. El rótulo de “oferta” es metafórico: el padrino no propone, sino que impone. En esta ocasión, garantizará su promesa a través de una invitación especial a quien asigna los papeles de la película: la cabeza sangrante de su caballo preferido.

Hasta hace pocos meses, ese era el tono más probable de cualquier negociación entre María E. Vidal y Sergio Massa. Sin ir muy lejos, a diciembre del año pasado, la gobernadora podía mojarle la oreja al tigrense con sus dos batacazos electorales, más su récord de casi tres años al frente de todas las mediciones nacionales de imagen, cualquiera fuese el encuestador. Ni hablar del antecedente histórico de ser la primera gobernadora provincial que “está poniendo en vereda a todos los machos de la provincia” (Macri dixit).

¿Qué sentido tenía un acuerdo estratégico con un Massa en declive después de su ya viejo golpe electoral de 2013 y ya en trayectoria de perder en 2019 su condición de árbitro legislativo tanto en el Congreso como en la Legislatura provincial e, inclusive, hasta en su pago chico de Tigre que apenas logró defender en la legislativa de 2017 con el último gong de una urna de votantes extranjeros residentes en el delta?

Más aún, era un secreto a voces hasta hace pocos meses, que Vidal estudiaba el momento para darle el golpe de gracia a Massa, fichándolo al intendente Julio Zamora, la pieza renovadora más emblemática en una zona norte que está pintada de amarillo desde el conurbano hasta las áreas rurales de San Nicolás en la órbita del tridente de ex peronistas Passaglia, hoy vidalistas bisoños.

En octubre del año pasado, la asimetría política era visible. Vidal venía de ganarle una legislativa a Cristina, cargándose sobre la espalda tres pesados ladrillos electorales como Esteban Bullrich, Gladys González y Graciela Ocaña, a la par que Massa pasaba del 43% de 2013 al humilde 11% de 2017. En ese escenario político de prosperidad y buenas noticias, el PRO no solo fantaseaba con la loca idea de extender su gestión nacional por 24 años a través de la fórmula 8+8+8 para el tridente Macri-Vidal-Larreta sino también de expandirse en el conurbano profundo al compás del Metrobús, el asfalto y las tuneleras que, además de las obras sanitarias, tenían la función de moverle el piso a la saga de “torvos intendentes del conurbano” (Luis Tonelli dixit), que mantienen su predominio territorial desde hace décadas. Tal el caso de La Matanza, Avellaneda, Lomas de Zamora, Florencio Varela, Ituzaingó y Berazategui, entre otros. Sin embargo, la crisis financiera y de balanza de pagos, la tradicional restricción externa argentina que la gestión Macri adjudicaba a un pasado ya superado de administraciones peronistas, radicales y militares, metió una vez más la cola.

Peor aún, esta última forzó a la conducción económica a la movida desesperada de tocar las puertas del castillo del conde Drácula, el FMI y en la peor modalidad de extracción de sangre posible: el crédito Stand-By. ¿Qué mejor tratamiento de rejuvenecimiento podía tener Cristina que la simpática pero cruenta sonrisa de madame Lagarde?

Según una encuesta reciente de Reyes Filadoro en la provincia de Buenos Aires, el 26% que entendía que la expresidente podía unir al peronismo a fines del año pasado, y hoy se expandió a 40%. Ello generó las condiciones para que una Vidal que prevé que su nombre en la boleta no tendrá en 2019 los superpoderes que lograron darle vida a Bullrich, se siente hoy con el debilitado Massa a pactar el desdoblamiento de las elecciones de intendentes en la provincia de Buenos Aires. Este acuerdo de carácter defensivo tiene muchas consecuencias inmediatas. En primer término, sacrificar los planes de expansión amarilla en el conurbano que solo podría darse a base de tracción de arriba, combinada con el empuje de la tremenda juguetería de obras y transporte sustentada en dólares baratos que volaron en horas a Estados Unidos bajo el lema flight to quality. En ese aspecto, a través de este pacto, Cambiemos se convierte en Restauremos ya que los comicios locales ahora quedarán librados a las relaciones de fuerzas locales, ya que la balanza, salvo alguna situación muy puntual, siempre termina inclinándose para el lado de los oficialismos. “Una apuesta por el statu quo”, diría en una columna reciente publicada en El Economista el ex concejal por San Isidro y álter ego espiritual de Facundo Manes, Jorge Alvarez Nuñez.

En un contexto generalizado de voto castigo, este arreglo que supone un adelantamiento electoral, quizás le posibilitaría a Cambiemos mantener algunos territorios conquistados o ratificados en la elección anterior (caso La Plata, San Isidro, Vicente López, Tres de Febrero, Lanús, Morón o el menos probable Pilar). Por otra parte, en lo que toca a Massa, este convenio le permitirá pavonearse (qué otra cosa le gusta más al tigrense), con los intendentes peronistas que corren peligro con una Cristina avasallante empujando candidatos locales “made in La Cámpora” traccionados por su figura o, en forma alternativa, llevarle a los dirigentes locales una poderosa herramienta de negociación a la hora de consensuar espacios políticos, así como eventuales cargos en el futuro gabinete nacional o provincial.

Ahora sólo falta conocer la letra chica de este pacto que, por si solo, emitirá una señal política especialmente temida en algunos círculos financieros y políticos internacionales, Wall Street por ejemplo. El desdoblamiento de las elecciones locales implica un reconocimiento demasiado anticipado del riesgo de derrota y de reversión del ciclo político. ¿Tanto miedo genera Cristina para semejante acuerdo que el propio Néstor Kirchner rechazó de plano en tiempos de adversidad política?

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