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Argentina y su crónica incapacidad para crecer

En los últimos setenta años, Argentina exhibe un módico crecimiento promedio del PIB per capita del 1,4% anual

13 junio de 2018

Por Sebastián Senlle Economista

Las últimas décadas han exhibido para Argentina una trayectoria muy pobre en materia de crecimiento, que la han rezagado en el contexto internacional y mantienen a su población en un estado de resignación y desilusión permanente con los resultados obtenidos. Pese a la extendida fe en los atributos de nuestro país (su extensión, su variedad de ecosistemas, climas y recursos naturales, sus recursos humanos con relativamente alta formación), la economía nacional ha sido incapaz de enhebrar procesos expansivos sostenibles y sostenidos.

Un vistazo rápido a las series de PIB per capita del Madison Project Database [1] (una de las series de tiempo más completas y confiables disponibles para efectuar comparaciones entre países en materia de crecimiento: en adelante MPD) arroja datos contundentes al respecto que permiten ponernos en perspectiva.

En los últimos setenta años (entre 1946 y 2016, último año incluido en la edición 2018 de MPD), Argentina exhibe un módico crecimiento promedio del PIB per capita del 1,4% anual (medido en dólares constantes de 2011). La cifra no sólo es inferior a la de emergentes asiáticos de rápido crecimiento en las últimas décadas (como Corea con un formidable 5,3%, China con 4,8%, Singapur con 4,4%, Hong Kong, con 4,2%, Malasia con 3,9% o Vietnam, con 2,7%) sino incluso a la de sus pares latinoamericanos (2,5% en Chile y Brasil, 2,1% en Colombia y 1,9% en Perú, por citar algunos ejemplos).

De hecho, un análisis más fino comprueba que Argentina acumula décadas de empobrecimiento relativo. Si tomamos los 51 países para los cuales se cuenta con información del PIB per capita de 1940 y evaluamos su performance hasta 2016, Argentina es el segundo que menos creció en el período (con un acumulado de +165%, contra, por ejemplo, +2820% de Corea), y el que más posiciones ha perdido, pasando del puesto 7° al 31° dentro de esta muestra (es decir, descendiendo 24 escalones). Ningún país de la región ni ningún otro emergente ha exhibido un andar tan errático.

Frente a estos datos, las hipótesis planteadas para explicar el “fracaso argentino” son múltiples y van desde un diagnóstico esencialmente fiscalista (focalizando en la persistencia de resultados deficitarios en el sector público en 48 de los últimos 54 años [2]) hasta otro de corte institucional, haciendo eje en la presencia de políticas económicas pendulares, en contraposición a programas de desarrollo de largo plazo. Si bien la mayoría de las líneas argumentales plantean argumentos atendibles, en este artículo haremos eje en otra hipótesis que tiene que ver con la declinante participación de nuestro país en el comercio internacional: Argentina parece no haberse preparado para competir, comerciar y desarrollarse en un mundo crecientemente globalizado.

El crecimiento de las exportaciones ha sido muy pobre: según datos del Banco Mundial (BM), desde 1960 se pasó de ventas al exterior por 7,6% del PIB a ventas por 12,7% del PIB. En el mismo lapso, las exportaciones han trepado a un ritmo sensiblemente mayor en todos los subgrupos de países considerados y han multiplicado 2,4 veces su peso en el producto mundial. El ratio actual de exportaciones sobre PIB de Argentina es inferior no sólo al de la media de los países desarrollados nucleados en la OCDE (27,9%) o la Unión Europea (43%) sino incluso al del promedio de Latinoamérica y el Caribe (21,7%), lo que comporta un panorama preocupante para un país que supo definirse como el granero del mundo (y que fantasea, en palabras del Presidente, con ser “el supermercado del mundo”).

La falta de una infraestructura adecuada para el comercio ha sido uno de los principales limitantes para el delineamiento de un perfil exportador más agresivo. Los reportes en materia de competitividad así lo demuestran: Argentina se ubica en el puesto 92/137 en la Edición 2017-2018 del Reporte de Competitividad Global (la publicación insignia del Foro Económico Mundial) [3]. En materia de infraestructura de transporte, uno de los indicadores considerados en el reporte, y uno de los principales determinantes de la capacidad exportadora de una economía, la Argentina exhibe un rezago alarmante no solo frente a países desarrollados y bloques de emergentes competitivos (como los países del sudeste asiático y del este europeo), sino incluso respecto a los países vecinos. Reexpresando la escala utilizada por el foro en una escala del 1 al 100, se observan en la Tabla 2.

El rezago argentino también se hace especialmente visible en indicadores relacionados con la eficiencia de los mercados de bienes (133/137) y de trabajo (132/137) y en desarrollo del mercado financiero (121/137), todas áreas sensiblemente vinculadas a la capacidad de financiarse, crecer y competir del sector exportador. Un panorama similar, apenas más alentador, resulta de tomar otro proxy alternativo, como el Indicador de Performance Logística del BM, que ubica a Argentina recién en la 66° colocación [4].

Largos períodos orientados, por acción u omisión, a un crecimiento de espaldas al mundo, con la filosofía á-la-Ferrer de “vivir con lo nuestro”, o de apostar a estrategias de integración inefectivas han dañado severamente las posibilidades de aprovechar las economías de escala y las oportunidades de innovación en la frontera tecnológica y de procesos organizativos que el escenario comercial global ha venido ofreciendo.

En este sentido, alterar este cuadro de situación con políticas que estimulen la productividad y la competitividad externa y permitan incrementar la participación en el comercio mundial (y, más específicamente, la performance exportadora de Argentina) aparece como un desafío ineludible. El menú de políticas disponibles es amplio, cubriendo cuestiones que hacen a la infraestructura y logística para el comercio, el tipo de cambio, la estructura impositiva y los incentivos microeconómicos, entre otros aspectos, e invita a la disciplina económica en Argentina a aunar esfuerzos y afinar la creatividad (máxime en un contexto en el cual se debe lidiar, al mismo tiempo, con urgentes ajustes presupuestarios para sanear el resultado fiscal), si se quiere revertir el errático camino de rezago recorrido durante décadas en la ruta del crecimiento.

[1] Madison Project Database 2018, Universidad de Groningen, disponible en: https://www.rug.nl/ggdc/historicaldevelopment/maddison/releases/maddison-project-database-2018

[2] Cachanosky, Nicolás, “Déficit consolidado de la Argentina: 1961-2015”, Metropolitan University of Denver (https://puntodevistaeconomico. wordpress.com/2015/12/19/a-cuanto-puede-llegar-el-deficit-fiscal-enargentina-en-el-2015/)

[3] Indicador de Performance Logística, Banco Mundial, edición 2016 (https://lpi.worldbank.org/international/global/2016)

[4] Base de datos del Banco Mundial, disponible en: https://data.worldbank. org/indicator/NE.EXP.GNFS.ZS

[5] Global Competitiveness Report, 2017-2018 Edition. Perfil disponible en: http://reports.weforum. org/global-competitiveness-index-2017-2018/countryeconomy-profiles/#economy=ARG

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