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Venezuela camina a una encrucijada

La encrucijada plantea dos caminos: acudir o no a votar el próximo domingo

18 mayo de 2018

Por Pablo Ivankovich Ortler y Johann Belisario Acevedo

El 20 de mayo, los venezolanos se enfrentan una vez más al dragón de las urnas y el cielo no parece escampar. La oposición ha probado todos los caminos, ninguno los conduce a Roma, y se han quedado prácticamente sin alternativas. Como grito desesperado de auxilio,  la oposición está llamando a la abstención de los ciudadanos. La encrucijada plantea dos caminos: acudir o no a votar el próximo domingo. Esto puede convertirse en el desperdicio del último aliento o una muestra de desobediencia civil con consecuencias que distan de ser diáfanas.

El llamado a la abstención se sustenta en una verdad absoluta: la elección es un fraude. La cancha está tan inclinada a favor de Nicolás Maduro, que no hace falta siquiera levantarse para que los goles entren solos

El llamado a la abstención se sustenta en una verdad absoluta: la elección es un fraude. La cancha está tan inclinada a favor de Nicolás Maduro, que no hace falta siquiera levantarse para que los goles entren solos y, por si fuese poco, el árbitro, el Consejo Nacional Electoral (CNE), es un colaborador más del desigual encuentro. Por ello, lo razonable sería abstenerse a participar en la contienda.

No obstante, un ejemplo sencillo como la reciente elección de magistrados en Bolivia, donde más del 50% de los electores emitieron votos nulos y 15% se abstuvo de votar, nos hace cuestionar si perder la oportunidad de luchar en el terreno electoral genera algún beneficio. En el caso boliviano, pese a la impresionante muestra de desconocimiento del pueblo a las elecciones judiciales, Evo Morales no dudó en validarlas y Maduro, en complicidad con su árbitro comprado, no vacilará en hacer lo mismo.

Para entender por qué los venezolanos llegaron a esta situación, es importante pensar brevemente en algunas circunstancias que ha logrado sortear la dictadura. Primero está la economía. Muchos pensaron que el colapso de la economía empujaría a Maduro fuera del Gobierno. No solo no lo hizo sino que, además, le concedió un relato de guerra económica para justificar el hambre de su pueblo. Las sanciones externas tampoco funcionan, y Raúl Castro tiene unos habanos y ron para apostar con quien lo discuta. Luego tenemos el levantamiento civil, que suele ser más efectivo. Sin embargo, en Venezuela, hasta la fecha no ha generado más que venezolanos asesinados o presos políticos. Desde 2001, toda protesta civil se reprime con más violencia que la anterior. La más reciente, del 2017, dejó centenares de muertos y presos políticos. Los golpes militares podrían seguir, pero son muy costosos en el Siglo XXI, donde la regla es la democracia. Además, los gobiernos autoritarios saben cada vez más lo importante que es mantener a los altos rangos militares contentos y asegurarse el poder in extenso.

Abstenerse es facilitarle a Maduro lo que quiere: una victoria sencilla y sin problemas

Así, parece quedar en soledad el principio angular de la democracia. El dilema es, entonces, votar o no votar. Abstenerse es facilitarle a Maduro lo que quiere: una victoria sencilla y sin problemas. Es dejarle el arco vacío para que haga cuantos goles quiera. Paralelamente, no hacerlo consolidaría el desconocimiento del pueblo al Gobierno venezolano y la ratificación de no prestarse a legitimar un proceso electoral que lleva a cuestas muertos, presos políticos, inhabilitados, hambre y destrucción de todo un país.

El caso de acudir a votar se encuentra en los resultados que arrojan las encuestas. Maduro es altamente impopular, lo que desde otra perspectiva le da una ventana de oportunidad a la oposición de vencer en el terreno democrático electoral. Porque a Maduro sólo le quedarán dos caminos: alterar los resultados ostentosamente o admitir su debilidad electoral. Cualquiera de las dos, lo debilitará dentro del PSUV, en el país y, muy probablemente, en el plano internacional.

Sin menor importancia se plantea otro asunto fundamental (el contrincante de Maduro), después de la decisión de la mayoría de los partidos políticos de oposición a no inscribir candidatos.

Henri Falcón se posicionó como candidato ante una mayoría de los líderes opositores vetados o encarcelados. Falcón fue alcalde del Municipio Irribarren y gobernador del Estado Lara, y en este último cargo resultó electo una vez como candidato del chavismo y luego como candidato que respaldaba la oposición. Durante los últimos años ha tenido vaivenes que hacen que votar por él sea muy dudoso. Sin embargo, aunque ex militar y ex chavista, está claro que no es Maduro. Recientemente vimos como Lenín Moreno de Ecuador cortó las aspiraciones autoritarias de Rafael Correa pese a ser su elegido personal. El mismo Juan M. Santos en Colombia fue ministro de Defensa de Alvaro Uribe y firmó la paz con las FARC. ¿Podría en Venezuela un simpatizante chavista apartarse del desastroso camino de Maduro y dar una esperanza a los venezolanos?

Lo que es un hecho es que, para llegar a Roma, en Venezuela habrá que cortar maleza

Idealmente, un verdadero adalid de la democracia debería ser el contendiente de Maduro en una elección libre y limpia, pero esa opción ya no está sobre la mesa y a los venezolanos les quedan pocas horas para resolver la estrategia de cara a la inminente batalla. Para colmo de males, más allá del corolario del próximo domingo, la omnipotente Asamblea Nacional Constituyente convocada por Maduro sigue en funcionamiento en Venezuela, de manera que el resultado de cualquier decisión sólo podrían conocerlo aquellos que gozan del don de predecir el futuro. Lo que es un hecho es que, para llegar a Roma, en Venezuela habrá que cortar maleza.

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