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Macri pisa el acelerador en el frente fiscal y el Gobierno estudia con detenimiento las partidas de gasto

18 mayo de 2018

Por Matías Carugati Economista jefe de M&F Consultora &  Florencia Hernández Economista de M&F Consultora

En medio de las tensiones cambiarias, la inflación no dio tregua. Los precios de abril subieron 2,7% mensual, con el esperado empuje de regulados (5,3%) y una preocupante persistencia de la inflación núcleo (2,1%). Si el objetivo oficial parecía muy difícil de alcanzar antes de lo vivido en estas semanas, el desenlace de las tensiones cambiarias lo vuelve directamente incumplible. El impacto de la devaluación sobre los precios, las expectativas y las paritarias va a sentirse en los próximos meses, volviéndose a ajustar la evaluación sobre el escenario macro. De considerar una inflación por debajo del 20% como un éxito hace algunos meses, pasamos a ver una inflación de entre 20% y 25% como un resultado positivo hace pocas semanas. Dada la experiencia reciente, finalizar el año con una inflación similar a la del 2017 podría considerarse aceptable.

El pesimismo en materia de precios no cede. En las próximas semanas veremos cuánto de la devaluación se traslada a precios, en un contexto de pérdida de credibilidad en la política monetaria e incertidumbre general sobre la marcha de la economía. Las proyecciones ya venían corrigiéndose al alza en los últimos sondeos del REM (22% en abril) pero, frente a la escalada del dólar, son muchas las consultoras que dudan de que la inflación cierre el año por debajo del 24,8% de 2017. El propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, reconoció que vamos a un escenario de menor crecimiento y mayor inflación al esperado. El traspaso de la devaluación a precios es posible que además impacte sobre los salarios, lo que agregaría más presiones inflacionarias. De todas formas, el efecto final depende de si se mantiene cierta estabilidad cambiaria, del sendero futuro de las tasas de interés, de lo que suceda en materia de

actividad y, en menor medida, del contexto internacional.

El BCRA finalmente se impuso, con ayuda de Finanzas. Después de dos semanas de volatilidad y esfuerzos para frenar el avance del dólar, el BCRA jugó varias cartas fuertes. Se dejó a un lado la estrategia de intervenciones por goteo y se apostó por un techo en $/US$ 25, además de relajar el cómputo de encajes bancarios para liberar fondos que pudieran suscribir Lebac. La tercera línea de acción vino por el lado de Finanzas, que colocó con éxito dos bonos en pesos a tasa fija entre inversores extranjeros. El combo dólar firme, tasa elevada y confianza del exterior (al margen de las suspicacias por “favores” al ministro de Finanzas, Luis Caputo) fue suficiente para convencer al mercado local de que no había margen para seguir pulseando contra el BCRA.

El día después de mañana. El BCRA deberá redoblar los esfuerzos para minimizar el daño sufrido y sortear las turbulencias que puedan sobrevenir. A medida que la corrida cambiaria quede en el espejo retrovisor, habrá mayor margen para normalizar la política monetaria y reorientarla hacia su objetivo principal: la inflación. La recuperación de la credibilidad será clave, lo que deja muy poco margen para nuevos errores. Los próximos pasos son clave y las dudas principales son saber hasta cuándo se mantendrá sin cambios la tasa de referencia, si este nivel resulta efectivo para combatir la inflación y si traerá costos en materia de actividad.

Mauricio Macri pisa el acelerador en el frente fiscal. El Presidente hizo autocrítica en una conferencia de prensa, reconociendo que el sobreoptimismo los llevó a definir metas muy difíciles de cumplir y que el 28-D terminó generando problemas de coordinación entre el equipo económico y el BCRA (que ahora será el único responsable por bajar la inflación). Además, admitió que el problema central que enfrenta el país es el déficit fiscal y que, si bien el camino elegido para reducirlo es el acertado, hay que agilizar el proceso de consolidación. Eso pre anunciaría algo que desde el sector privado se reclama hace tiempo (y que el FMI también podría pedir): un ajuste fiscal más rápido. En esta línea, el Gobierno estudia con detenimiento las partidas de gasto, viendo donde se puede recortar, y abrió negociaciones con los gobernadores peronistas, para trabajar con tiempo la aprobación de un Presupuesto (el del 2019) más austero. Por ahora, parecería que la estrategia de fondo sigue siendo la misma. Las circunstancias obligan al gradualismo a ir al trote en vez de dejarlo caminar. El Gobierno ciertamente pagará costos por acelerar el ritmo, incluso sin saber si con ello alcanzará la línea de llegada.

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