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El ocaso de las galerías

El último informe de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) dice que, en 2017, se contaron 942 locales cerrados en las galerías de la Capital

08 mayo de 2018

Por Delfina Torres Cabreros 

El ruido de autos, colectivos y zapatos taconeando sobre la vereda envuelve a la avenida Santa Fe en el zumbido habitual de los lunes por la tarde. La gente camina apurada entre obligaciones y apenas unos pocos se detienen a mirar vidrieras mientras esperan que el semáforo les otorgue paso. En este contexto de agitación los carteles que promocionan el interior de la Galería San Nicolás, al 1400 de la avenida, son más un estorbo que una invitación. Nadie atina a meterse en ese pasillo que se abre entre una cerrajería mínima y una casa de ropa, y quien lo hace no encuentra mucho: una sastrería, un sex shop, un bar de subsuelo y una tapicería con su taller montado en el medio del pasillo principal, que ya nadie recorre. Lo que sobran son locales vacíos y silencio. La Galería San Nicolás es, como tantas otras, un quiste deshabitado en la ciudad de Buenos Aires.

Apenas un par como la Galería Jardín o la Bond Street lograron resistirse con una oferta temática al mal que arrasa desde hace años con las galerías comerciales de la ciudad y las convierte en una continuidad de corredores fantasma. La causa de tal situación no es sólo una baja en el consumo ni la competencia imparable de la venta por internet, sino también un cambio de hábitos e incluso de época. Según agentes inmobiliarios especializados en retail, las galerías son un modelo comercial obsoleto que no tiene posibilidades de resurgir. La opción es simple: mutar o morir.

El último informe de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) señala que en 2017 se contaron 942 locales cerrados en las galerías de la Capital, lo que implica un aumento del 65% de vacancia en dos años. “A la gente le gusta comprar en locales a la calle. No entra en una galería. Eso funcionó en otra época o en el interior donde, por ejemplo, hay galerías que siguen en pie porque la gente las utiliza para cruzar de una calle hacia la otra”, dice Marcelo Zuliani, director de Retail en Colliers International. Según sus números, el 75% de las ventas minoristas se concretan en locales sobre la vereda.

El concepto de un pasaje cubierto acompañando a ambos lados por comercios surgió en Europa con la sociedad post Revolución Industrial. Según reseña la compañía internacional de diseño y consultoría Ecosistema Urbano, la aparición de la burguesía trajo con ella la semilla de la sociedad de consumo y empezó a modelar la forma de los centros urbanos contemporáneos. Los antecedentes más recordados de estos nuevos espacios donde la vida social y el comercio se superponían son las galerías parisenses del Siglo XIX. Poco queda hoy de ese glamour europeo emulado por los porteños. Basta adentrarse apenas unos metros por los pasillos comerciales que asoman sus bocas en las avenidas más concurridas para verlos convertidos en lugares venidos a menos y desiertos, en ocasiones cerrados con rejas.

¿Y si a la gente le gusta comprar en locales a la calle por qué funcionan los shoppings? “Porque tienen anclas de marcas importantes ?explica Zuliani?. Pero el centro comercial necesita un tamaño que le permita reunir muchas marcas de peso, no el tamaño de las galerías que conocemos que a lo sumo tienen doble frente. Un shopping tiene una pisada de más superficie: de 5.000, 6.000, 10.000 metros”. De acuerdo a la opinión del experto, una reconversión posible para las galerías es unificar los locales para transformarlos en otros muchos más grandes y con salida a la calle.

La obsolescencia de las galerías es, de algún modo, el reflejo de un cambio de tendencias permanente que vuelve limitado en el tiempo el éxito de cualquier modelo comercial. Incluso el concepto de shopping, que creció en Estados Unidos al calor del sueño americano y vivió un pico de popularidad en los '90, se ve hoy cuestionado.

Según un informe de la compañía Ecosistema Urbano “hoy es necesario pensar en el ciudadano/cliente no como un mero consumidor al que intentar vender cuanto más mejor, sino como alguien que puede disfrutar al tener una experiencia diferente mientras visita el centro”. Según Zuliani, el modelo que hoy se impone es el de “lifestyle center”, que consiste en un conjunto de oficinas y viviendas con un zócalo comercial y de paseo debajo, ajustado a las demandas de esa misma gente que vive o trabaja en el lugar. “Esto en Estados Unidos funciona muy bien y acá se ve un poco en Puerto Madero”, apunta. La intención es creer en el “negocio de cercanía” y diluir los límites entre interior y exterior haciendo que el espacio cerrado sea más permeable, más conectado física y conceptualmente con su entorno inmediato.

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