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La suba del dólar y la inflación, ¿qué dice la evidencia empírica?

Para reducir la inflación, la única receta es la reducción del déficit fiscal y un control del crecimiento de la base monetaria

31 mayo de 2018

Por Eric Grosembacher UCEMA

La Ley de Presupuesto aprobada hace solo cinco meses preveía un tipo de cambio promedio de $19,80 para el 2018, a la vez que, en diciembre del año pasado, el BCRA se proponía una meta de inflación del 15%. Pero la realidad se precipitó lejos de lo esperado: a causa de la crisis cambiaria de comienzos de mayo, el dólar hoy supera los $25 y no hace falta ser un especialista para creer que la inflación se ubicará muy por encima de aquella meta.

En lo que va del año, el dólar acumula una suba del 36%. Surge entonces el gran interrogante. ¿Qué efecto tendrá en el nivel de precios?

Observemos lo sucedido durante las últimas dos devaluaciones. En diciembre de 2015, bajo la gestión de Alfonso Prat-Gay como ministro de Economía, la devaluación fue del 35% al finalizar con el cepo cambiario, y la suba de precios en 2016 alcanzó el 41%. En enero de 2014, mientras Axel Kiciloff se desempeñaba en el cargo, hubo una devaluación del 23%. En aquella ocasión, la inflación del año llegó al 38%, según el IPC CABA.

En economía, el traspaso de una suba del dólar a los precios es conocido como pass-through. Según el trabajo de investigación publicado por Castiglione (2017) y premiado por el BCRA, en el que estudia el pass-through de dólar a precios en Argentina a partir de la evidencia empírica entre 2015 y 2017, se estima “una relación de largo plazo de aproximadamente 38% entre tipo de cambio y precios al consumidor que demoraría hasta tres años en arribar, mientras que en el plazo de un año la misma sería de 17%”. El trabajo es consistente con estudios previos para el caso argentino.

Como dato, cabe destacar que el mercado de futuros de dólar de ROFEX estima un dólar de $29,50 para diciembre. De alcanzarse este valor, se completaría una depreciación cambiaria cercana al 50% en el año: un valor similar a la del 2015.

Por otro lado, si bien la literatura académica predice que un régimen de metas de inflación como el adoptado por el BCRA podría reducir el traspaso a precios de una depreciación, es condición necesaria que cuente con credibilidad. En este sentido, la poca autonomía del BCRA evidenciada públicamente y el incumplimiento de las metas pasadas juegan cada vez más en contra.

En definitiva, lo lógico es esperar que, como piso, la inflación del 2018 sea de 25%, con un techo que dependerá de las decisiones que tome el BCRA y la variación en el tipo de cambio. Será, por lo tanto, igual o mayor a la inflación del año pasado, en el mejor de los casos.

Para reducir la inflación, la evidencia empírica es contundente: la única receta es la reducción del déficit fiscal y un control del crecimiento de la base monetaria. Un régimen de metas de inflación que utiliza como único instrumento la tasa de interés es una combinación explosiva.

El desafío, a partir de ahora, será el de reducir el gasto público y recuperar la independencia del BCRA. Por el momento, se están repitiendo los errores cometidos durante la década kirchnerista, con el riesgo de disparar nuevamente la inflación y sembrar las semillas de otra crisis.

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