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Inflation targeting, la pieza que no encaja en el modelo

A la hora de hacer política macroeconómica, más aún en una economía en transición, existen objetivos múltiples

17 mayo de 2018

Por Guido Lorenzo ACM

A la hora de hacer política macroeconómica, más aún en una economía en transición, existen objetivos múltiples. La necesidad de bajar la inflación, mejorar el tipo de cambio real, disminuir el déficit de cuenta corriente, cerrar la brecha fiscal, mejorar la distribución del ingreso, etcétera. El arte de hacer política macroeconómica está en parte a atender a estos objetivos encausando la economía a un sendero de convergencia.

Desde luego que las herramientas de política no alcanzan para atender a todos los objetivos y por eso, a veces, hay que priorizar. La política del inflation targeting, por ejemplo, priorizó y puso a la inflación como objetivo primario de la política monetaria en Argentina desde septiembre de 2016 en un contexto en el cual el déficit de cuenta corriente se mostraba abultado, lo que evidenciaba un fuerte atraso del tipo de cambio real que, del otro lado de la identidad macroeconómica básica, se veía espejado en un fuerte desequilibrio de las cuentas públicas.

Dicho régimen de inflation targeting, incluso con una falsa libre flotación, debido a que los dólares que ingresaban por cuenta capital para financiar el déficit fiscal eran comprados por fuera del MULC al precio de mercado por el BCRA, no pudo y no puede evitar que el peso se aprecie en el corto y en el mediano plazos. Ese atraso del tipo de cambio genera una tensión, y profundiza el déficit de cuenta corriente. Por otro lado, no flota lo suficiente al alza porque se teme el traslado a los precios y, por lo tanto, la libre flotación como piedra angular no es tan clara.

Además, en forma completamente descoordinada, la política fiscal hace sus esfuerzos en la dirección contraria, disminuye los subsidios económicos e incrementa las tarifas de los servicios públicos que en la mayoría de los casos son costos o bienes de consumo de asalariados, lo que genera tensiones en los precios y entra en contradicción con el objetivo de la política monetaria.

El fracaso del régimen es doble: se profundiza el atraso del tipo de cambio real, no se corrige el desequilibrio externo y tampoco se cumplen los objetivos de metas de inflación

El fracaso del régimen es doble: se profundiza el atraso del tipo de cambio real, no se corrige el desequilibrio externo y tampoco se cumplen los objetivos de metas de inflación. Sobre este punto algunos opinarán que la clave pasa porque, justamente, la credibilidad de las metas de inflación hacen que se reduzca la inflación esperada. En primer lugar, no pasó y, en segundo lugar, no es esperable que suceda, y no porque Federico Sturzenegger no la tenga y otro sí, sino porque el cambio de régimen que vino con el Gobierno de Cambiemos no fue tan drástico como para generar una variación tan brusca en las expectativas de los agentes. El modelo mental sobre el que forman expectativas no es muy distinto al que prevalecía años atrás. Por supuesto que la implementación del cambio de régimen de metas del 28D no ayudó, pero se magnifica ese evento. Lo que falló no fue una conferencia de prensa. Lo que falló y va a seguir fallando es el intento de adoptar el régimen de metas de inflación en una economía con un déficit de cuenta corriente que ronda los 5 puntos del PIB.

Lo que falló no fue el 28-D: lo que falló y va a seguir fallando es el intento de adoptar el régimen de metas de inflación en una economía con un déficit de cuenta corriente que ronda los 5 puntos del PIB

Cuando se plantea esto, algunos se asustan y piensan que la alternativa es la fijación del tipo de cambio. Nada más lejos. El BCRA podría, de hecho, tener un objetivo de tipo de cambio real y algunos dirán que la inflación no descenderá debido al elevado pass through de tipo de cambio a precios, es cierto, pero invertir la relación y esperar a que baje mágicamente la inflación con atraso cambiario nos llevará definitivamente a un sendero de no convergencia. A una situación de endeudamiento continuo por parte del sector público y/o privado.

Hoy , el tipo de cambio se ubica en un nivel más adecuado luego de la devaluación de casi el 20% de los últimos treinta días. No obstante, el elevado pasaje de tipo de cambio a precios hará su trabajo y el atraso se sentirá en algún momento.

Quizás el orden de prioridades de objetivos de política está invertido. La demanda social por bajar la inflación es seguramente más alta que la demanda por corregir el atraso cambiario, que es redituable políticamente pero que es nocivo en términos de equilibrios macro intertemporales. Si se cambia el orden y primero se cierra el déficit externo y fiscal, el camino va a quedar completamente liberado para concentrar la política en derrotar la inflación.

Entiendo que es un buen momento para repensar la política monetaria y cambiaria, una vez liberados de metas de inflación más o menos alcanzables pero contradictorias con la política fiscal y los debates espurios acerca de la poca o elevada credibilidad del BCRA en una economía con las características como la de Argentina, podremos emprender el camino que nos lleve a fijar objetivos que nos lleven a un puerto de convergencia para luego atacar el problema inflacionario.

A fin de cuentas, no estamos diciendo nada nuevo. El FMI indica que el inflation targeting se debería imponer cuando se cumplen las siguientes condiciones: independencia operativa respecto de la operatoria fiscal, favorable resultado fiscal, baja deuda pública, bajo pass through del tipo de cambio, poca sensibilidad a los precios de los commodities, elevada apertura comercial. Todas características que en nuestra economía, en transición, no se cumplen.

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