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El Gobierno busca evitar que el dólar pegue en precios, pero tiene pocas herramientas

Más allá de las advertencias o los pedidos, la suba de costos (dólar y otros) deja pocas opciones a las compañías

Alejandro Radonjic 23 mayo de 2018

Por Alejandro Radonjic 

Cuando se empieza a mover el dólar (hacia arriba, claro) y el Gobierno parece sorprendido y corriéndola desde atrás, la reacción pavloviana clásica de todos es la preocupación general, aun entre quienes no tengan pensando ir a Miami o hayan obtenido un crédito UVA.

La preocupación se nutre, entre otros factores, por lo que se denomina pass-through, es decir, la inflación adicional que genera ese corrimiento cambiario. Ese fenómeno, que viene disminuyendo en los países emergentes en los últimos años, sigue firme en Argentina y se monta sobre una inflación que ya cabalga a 25% anual. Lo admitió el propio Nicolás Dujovne hace algunos días y todos los privados. Tan es así que la nueva meta (no formalizada) es que el IPC sea menor que el de 2017 (24,8%).

Vidal y Producción

Lógicamente, tras la suba reciente del dólar, el Gobierno se (pre)ocupa también. Un poco tarde, es cierto: los precios ya subieron más de 10% en 2018. Primero, fue María Eugenia Vidal, que pidió un informe económico a su equipo (“que voy a hacer público”, advirtió) sobre las remarcaciones injustificadas. Una declaración que recibió tantos elogios como críticas en las redes. Lilita Carrió, también, suele tener a los supermercados como blancos de sus críticas. Además, ayer, en el Ministerio de Producción, el Gobierno se vio cara a cara con las empresas. Las reuniones las lideró Ignacio Werner, subsecretario de Comercio Interior.

Según reconstruyó El Economista, los encuentros con empresas, que son individuales y cerradas, son para entender el impacto de la devaluación en la cadena de valor de cada compañía. “Estamos pidiendo responsabilidad a cada uno con el tema precios y evaluando como podemos trabajar mejor para tener el menor impacto posible en la gente”, explican en Producción.

Entre ayer y hoy, Werner citó a catorce empresas del rubro del consumo y los alimentos. Las firmas presentes fueron Danone, Mondelez, Mastellone, Molinos Río de la Plata, Arcor, Unilever, Kimberly Clark, Coca-Cola, Quilmes, Molino Cañuelas, Baggio, Clorox, Adeco y Ledesma.

Dólar y costos

Pero en un contexto de suba del dólar (e incertidumbre sobre si pasó lo peor, o no), y otros costos relevantes (tanto fijos como variables), el mark-up parece como inevitable. ¿O el Gobierno tiene alternativas, sin llegar a las intervenciones nefastas del pasado, para dosificar eso y consensuar cierta gradualidad con las empresas, tal como se hizo con las petroleras? Hablar con el corazón no parece una táctica muy efectiva.

Un economista, que pide off, dice que no será fácil: “Los márgenes de los supermercados y retails son bajos de verdad, el EBITDA está debajo de 5% y el resultado neto es 1% o 2% de las ventas”. Amplía: “Cuando ves la estructura de gastos, es cierto que sobre el producto te cargan un porcentaje alto, pero eso se va en alquileres, todo el gasto de salarios que tiene cargas altísimas, transporte de efectivo, Ingreso Brutos e Impuesto al Cheque. Si no te lo pasan a precio no pueden cubrir algunos de esos costos que son semifijos o directamente variables”. Hay productos que no son importados, admite, pero tenés costos que van a aumentar, por ejemplo, la nafta luego del periodo de gracia acordado por Juan J. Aranguren con las petroleras para mayo y junio. Por último, propone: “Las reglas de fijación de precios son un mark-up sobre el precio de venta del proveedor, que hace lo mismo. Yo me juntaría más que nada con el primer y el último eslabón de la cadena. Y no sólo con el super, que no puede no trasladarte a precios”.

El Gobierno sabe que las reuniones con empresarios son poco efectivas, pero transmite el mensaje a la sociedad de que sigue de cerca la inflación

Apertura y demanda

Según Miguel Zielonka (director asociado de Econviews), el Gobierno tiene algunas herramientas para diluir el pass-through, pero tienen costos colaterales. “Separaría el efecto de bienes transables del de los no transables. El primer grupo está formado por los que pueden exportarse o que se importan. Alimentos e insumos importados son los clásicos. El pass-through ahí será más alto y creo que la única alternativa posible pero de alto costo sería abrir más la importación y reduciendo aranceles. La competencia con productores del exterior podría poner a raya a los productores locales pero a costa de profundizar la recesión y afectar aún más el empleo. Por eso, no lo veo probable”, dice.

“El segundo grupo está formado principalmente por servicios. Estimo que el pass-through en esa parte de la canasta va a ser más bajo, dada la caída del salario disponible por un menor salario real, pero también porque los alimentos van a representar una parte más grande del consumo y, por tanto, quedará menos ingreso disponible para servicios no regulados”, dice y agrega: “Obviamente que los precios regulados sigue su dinámica propia”.

Más que los pedidos o posibles medidas oficiales, un desestímulo para el mark-up, argumenta, será es la disyuntiva entre maket share y márgenes. “Una 'herramienta' que operará naturalmente es la caída de demanda del sector privado producto de la caída del salario real. A menor demanda, los empresarios deberán elegir entre bajar márgenes o perder mercado a manos de otros competidores”, dice Zielonka. Desde Eco Go y UTDT, Martín Vauthier ofrece una visión complementaria: “Los instrumentos que tiene la política económica para intentar reducir el pass-through son varios. En primer lugar, la política monetaria del BCRA, operando sobre todo a través del canal del crédito (sustitución de consumo presente por consumo futuro de las familias y desarme de inventarios de las empresas). Una tasa más elevada en términos reales alienta el ahorro en pesos de las familias y encarece el financiamiento del capital de trabajo de las empresas, desalentando la acumulación de inventarios aumentando su costo de oportunidad. Esto lleva a una mayor presión por desarmar inventarios de las empresas que, en simultáneo a una demanda que tira menos, los lleva a reducir el traslado al precio efectivo del aumento en los costos”, sostiene en diálogo con El Economista.

“Otros instrumentos son la implementación de mecanismos de defensa de la competencia y la apertura de la economía. En el primer caso, la mayor competencia puede generar una baja en el nivel de precios en determinados mercados muy concentrados, lo que terminaría impactando de una vez sobre la inflación. En el segundo, la apertura también puede generar baja de costos y precios, aunque también puede derivar en mayores márgenes de rentabilidad si los ahorros no se trasladan al precio final, como ocurre en algunos sectores de indumentaria donde el reemplazo de producción nacional por importaciones no deriva en caídas de precios”, sostiene.

Por ahora, la estrategia oficial ha sido meramente declarativa e informativa. Algo así como “los estamos mirando de cerca”. Sin embargo, las remarcaciones (tanto las lógicas como las otras) están ocurriendo y el IPC de mayo podría venir en niveles cómodamente superiores a 2%. Eso, más el descontento social, determinarán si el Gobierno tensa la cuerda.

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