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Un blindaje para los mercados (pero no para la economía real)

Esperemos la historia no se repita dos veces

08 mayo de 2018

Por Joel Vaisman Economista

El mensaje que implica el retorno al FMI por parte del Gobierno de Mauricio Macri es otro mensaje hacia los mercados financieros internacionales.  Un verdadero blindaje. Es el mismo mensaje que el Gobierno de la Alianza brindó en el 2000, cuando el slogan era “Argentina segura”.

La revista Forbes ya había anunciado que estaban observando que era momento para que los inversores internacionales desarmaran sus posiciones en pesos argentinos. Coincidió con la entrada en vigencia de la reforma tributaria sobre las Lebac, es cierto, lo cual generó un desarme de posiciones de carry trade; y a la confirmación de que la Fed subiera la tasa de referencia en Estados Unidos, generando un armado de posiciones en dólares, en detrimento de monedas de países “frontera” y “emergentes”. La caída en acciones como Banco Galicia, una de las más importantes y que cotiza como ADR en Estados Unidos, obedeció a esta situación.

A ese público les habló Nicolás Dujovne, primero y el Presidente, después. Sin embargo, la señal que debería generar una sensación de seguridad no pareciera serlo.

Una semana atrás, tras la primera devaluación, allegados al Presidente habían manifestado que “el BCRA había mostrado poder de fuego” al controlar la corrida. Pero, en un mensaje muy semejante al de una cadena nacional, se decidió reconocer que se negociaría una línea con el FMI.

Puede brindar cierta calma a un volátil mercado, con la señal de que el país tiene dólares para mantener, supuestamente, un tipo de cambio relativamente estable. Esa calma es necesaria, especialmente paras las Pymes, que con cada devaluación de la moneda tienen una pérdida importante en el capital de trabajo, y sufren un freno en la actividad durante el mantenimiento de la situación de incertidumbre. Son pérdidas que muchas veces no se cuantifican, pero son de las que más duelen.

Pero, pese al blindaje, la inflación sigue en un ritmo superior al 2% mensual, y la deuda irá a financiar gasto corriente. Esas son las señales que un inversor internacional ahora tiene en su cabeza cuando piensa en Argentina. El voto de confianza que le dieron al Gobierno de Cambiemos duró dos años, con un festival de bonos nacionales y provinciales. Los inversores, en 2016, ante un mundo en el cual había tasas muy bajas, vieron activos suculentos, bajo una nueva administración con un claro mensaje promercado.

¿Qué puede hacer, entonces, un inversor? Seguir haciendo carry trade, dado que por un tiempo más el dólar quedaría “planchado”. Eventualmente, estos inversores requerirán transformar a dólares sus posiciones y salir nuevamente. Nada nuevo bajo el sol. El mercado eventualmente testea la capacidad de reacción, prueba que tan resistente es el blindaje, a costa de una nueva salida de capitales.

Dicho de otra forma: el mercado ya no pondera el retorno sino el riesgo argentino. Pese al esfuerzo del Gobierno por querer formar parte del club “emergente”, y no “de frontera”, Argentina está siendo observada como grado de especulación, y no como economía para abrir empresas y traer tecnología.

Mientras tanto las señales hacia el 99% de los argentinos, que no participan de los mercados, siguen siendo que se harán ajustes (otra cosa no puede suceder cuando se negocia con el FMI, dado que una de las condiciones es la sustentabilidad de los niveles de deuda y el repago). La suspensión de la obra pública, herramienta de negociación con los gobernadores, anuncia una merma en la actividad económica.

Si los consumidores, especialmente trabajadores, siguen percibiendo señales de ajuste, la caída en la demanda agregada puede empeorar una situación que ya es de estanflación.

Recordemos: los mercados son importantes, especialmente por su rol en el tipo de cambio, que afecta la estructura de costos de nuestra economía. Pero así como ingresaron esas divisas, fácil se van. Lo que sí costaría recuperar es el nivel de consumo, capital de trabajo y puestos de trabajo. Hasta ahora, ningún blindaje ha demostrado poder protegerlo.

La experiencia indica que la fuga de divisas terminó fustigando al sudeste asiático en 1997, pese al programa de US$ 40.000 millones que el FMI giró. Tampoco los US$ 22.600 millones que el FMI y el Banco Mundial le giraron a Rusia un año después con el estallido del “efecto vodka”.

Argentina lo sufrió en 2001. Esperemos la historia no se repita dos veces. Porque no sería una farsa, como decía Karl Marx, sino otra triste tragedia.

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