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Riesgos crediticios

Más allá de las bondades y los beneficios del crédito, estar atentos a los riesgos también forma parte de una sana política macroeconómica

17 abril de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

La euforia oficial con los créditos UVA está bien justificada. Solo en marzo se otorgaron $12.000 millones, el valor máximo desde su instauración en abril de 2016. El monto total de créditos otorgados se acerca progresivamente a los US$ 5.000 millones y representa más de la mitad de la cartera hipotecaria de los bancos. El boom se produce a pesar de que las condiciones de contorno no son las más convenientes.

Por un lado, están los que se alertan ante la posibilidad de una aceleración inflacionaria y su impacto (transitorio) sobre las cuotas de aquellos que aún no indexaron su salario. Por el otro, las tasas no son precisamente regaladas: se cobran intereses que hasta hace poco rondaban el 6% o 7%, aunque recientemente, debido a la necesidad de fondeo, algunos bancos apuntalaron la tasa hasta 8,5%. El costo financiero total, que incluye comisiones y gastos, suma entre medio punto y un punto porcentual adicional.

La gran ventaja del UVA es, desde luego, que la cuota se asemeja bastante al valor de un alquiler, que finalmente también se ajusta por inflación, aunque usualmente esto sucede cada seis meses, o un año. El sistema de ajuste por inflación permite a las familias pagar al inicio una cuota más baja, incentivando la demanda de hipotecas. El negocio parece redondo, y la gente se está dando cuenta, ¿dónde está la trampa?

La trampa, si es que hay alguna, está en la subestimación de los riesgos. Los hay de dos tipos, los microeconómicos y los macroeconómicos. El riesgo micro tiene que ver con la capacidad de los hogares de hacer frente de manera permanente a un pago fijo en términos reales durante 20 o 30 años. Con los antiguos créditos no ajustables por inflación, las familias pagaban más al principio, pero si en el futuro perdían el empleo, debían afrontar una cuota suficientemente licuada por la inflación. Con los nuevos créditos UVA, esa chance desaparece, y una desgracia económica duradera puede crear apuros financieros, y la posibilidad de enfrentar un remate de la propiedad.

Los riesgos macroeconómicos provienen de basar una estrategia de crecimiento puramente en este tipo de instrumentos. Dos economistas llamados Atif Mian y Amir Sufi han argumentado de manera convincente tanto teórica como empíricamente que el rápido aumento del crédito a los hogares predice recesión y aumento del desempleo, cuando no crisis financieras. El vínculo se fundamenta en viejas teorías de economistas consagrados como Hyman Minsky y Charles Kindleberger, quienes advertían que la estabilidad macroeconómica y el excesivo optimismo solían verse reflejados con rapidez en las variables financieras, induciendo euforias exageradas. Para Mian y Sufi, las desregulaciones inducen un aumento desmedido de la oferta de crédito, de los precios de las propiedades y de la oferta de no transables (construcción), impulsando la demanda agregada de manera no sostenible. Cuando las familias perciben un aumento en la incertidumbre, el consumo se recorta drásticamente, dando lugar a una fuerte contracción que se refuerza por un aumento de la insolvencia de los hogares endeudados.

Mian y Sufi proveen abundante evidencia empírica para mostrar que la Gran Recesión de 2007/2009 fue tan perjudicial por la rapidísima expansión que tuvo el crédito hipotecario a las familias, algo que fue particularmente claro en el caso de Estados Unidos, donde no solo se minimizó la preocupación por los riesgos involucrados, sino que además se apostó peligrosamente a una sobreexpansión de instrumentos financieros “novedosos”.

Se ha argumentado que todavía es prematuro para preocuparse por un aumento del riesgo en el mercado hipotecario local y la deuda de las familias, porque Argentina está lejos de mostrar una proporción de crédito a PIB elevada. Pero recordemos que la tesis de Mian y Sufi no se refiere al nivel sino a los incrementos vertiginosos en la toma de deuda familiar. Hemos acumulado una demanda latente de crédito durante demasiado tiempo. Ante la posibilidad de recobrar el crédito hipotecario y quizás pensando que se trata de una oportunidad transitoria, muchas familias se apuran para aprovecharla. La bola al principio es pequeña, pero tras rodar un poco se puede convertir con rapidez en un alud. Estar atentos a los riesgos también forma parte de una sana política macroeconómica.

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