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Explicando la baja en la pobreza

La variable más determinante para lograr una caída tendencial y sostenida de la pobreza sigue siendo el crecimiento perseverante y balanceado

10 abril de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Las discusiones en torno al nuevo número de pobreza todavía se concentran en cuestiones de medición y comparación entre distintos momentos políticos, y mucho menos en las cuestiones centrales relacionadas con sus causas y consecuencias. Pero es de extrema importancia detenerse a analizar las razones de la baja, de su potencial cambio de tendencia, y de su eventual sostenibilidad.

Quizás parte de la discusión metodológica provenga de la sensación de que la caída observable no era esperable, al menos no en la magnitud que se observó. Pero, ¿qué lleva a esta creencia en primera instancia? Existe una percepción más o menos general de que este gobierno, en mayor o menor medida, decidió llevar adelante políticas fiscales, monetarias y de ingresos mayormente contractivas (el tan mentado “ajuste”). El control del gasto público, aunque basado en un enfoque gradualista, es un hecho de la realidad. La política de elevadas tasas de interés en términos reales (considerando en el cálculo la inflación esperada en lugar de la pasada) también implica una contracción de la demanda agregada. Finalmente, los ajustes de tarifas reducen no ambiguamente el gasto de las familias y afectan los costos de los comercios, contrayendo aún más la actividad. En este contexto, ¿cómo puede la pobreza haber disminuido?

La respuesta podría tener que ver con algunos detalles de la política económica en marcha. Primero, se ha tenido especial cuidado en evitar que estas políticas macro afecten a las capas de menores ingresos. La baja del gasto público se debe fundamentalmente a los menores subsidios derivados de los ajustes tarifarios, no tanto a despidos o bajas de los salarios reales del sector público. Y esas subas en los servicios públicos se compensan con esquemas de subsidio social que alcanza a los deciles de menores ingresos. Finalmente, las tasas de interés elevadas solo recaen indirectamente sobre los más vulnerables. Pero el efecto más importante puede tener que ver con una medida saliente: los créditos UVA. Desde luego, no es posible argumentar que estos créditos benefician directamente a los pobres, ya que ellos no tienen acceso a los mismos.

Pero la disponibilidad de crédito con cuotas accesibles ha permitido a la clase media y media/alta activar fuertemente su demanda de propiedades, dando lugar a un incremento de los precios inmobiliarios. En un contexto de un tipo de cambio favorable para la importación de insumos, la respuesta de la construcción privada no se hizo esperar, propiciando un aumento del empleo no registrado y de los salarios reales del sector.

Si esta es la explicación principal de la baja, entonces no debemos ser extremadamente optimistas respecto de una baja continuada y pronta de la pobreza en los próximos años. La actividad de la construcción es por naturaleza cíclica, y actualmente lo es más aun, porque la fiebre de hipotecas tomó ventaja de la acumulación de necesidades inmobiliarias provocadas por el “cepo cambiario”. Una vez satisfecha la demanda de crédito, los precios podrían estabilizarse y el boom de la construcción menguar, dando lugar a una típica fluctuación del sector. Finalmente, la actividad de la construcción también está sujeta a vaivenes provocados por cambios en las variables macroeconómicas principales, como aquellas desencadenadas por una devaluación súbita o un aumento de la incertidumbre.

Sin duda, reducir la pobreza debe ser un objetivo prioritario de la política económica, y los resultados observados abren un espacio a la esperanza. Pero la variable más determinante para lograr una caída tendencial y sostenida de la pobreza sigue siendo el crecimiento perseverante y balanceado.

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